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Vencer o morir. Antonio Espino López
Читать онлайн.Название Vencer o morir
Год выпуска 0
isbn 9788412221329
Автор произведения Antonio Espino López
Жанр Документальная литература
Серия Historia de España
Издательство Bookwire
Aquí [en los campos de Cuauhtitlan y Otumba] en este día se señaló el capitán Cortés muy mucho y se igualó en las proezas y esfuerzo con César Augusto y con los mejores capitanes del mundo y no solo él sino también los demás capitanes, porque eran pocos y los contrarios pasaban de quinientos o seiscientos mil hombres escogidos.6
Gonzalo Fernández de Oviedo, con su habitual erudición, tanto clásica como bíblica, nunca obvió esta cuestión: en la retirada cortesiana de México-Tenochtitlan en dirección a Tlaxcala, tras la huida acontecida en la denominada Noche Triste, no dudaba en poner en boca de Hernán Cortés los siguientes argumentos:
[…] como de susso dixe, aquella auctoridad de Vegecio «que no creays ques mejor la moltitud», por estotra de la Sagrada Escriptura os acuerdo que no desconfieys por ser pocos, porque si la vitoria consistiesse en el número mucho de los hombres, no le dixera Dios á Gedeon que con pocos se quedasse.
Y poco más adelante de su discurso señala: «Con solo uno de vosotros que me quede tengo de acabar en mi offíçio: é si esse me faltare, solo yo le haré, porque nunca se dirá que yo, señores, os falté».7 Desde luego, Cortés no les falló, pues botín hubo como se verá, aunque fuese escaso, pero, sobre todo, Cortés no se falló a sí mismo.
Por suerte, son muchos ya los autores que se han mostrado críticos con tales asertos y han sabido dotar a los aliados indígenas de Hernán Cortés, pero también a los de Francisco Pizarro o Diego de Almagro, entre otros, de su verdadero papel en el proceso de invasión y posterior conquista de las Indias. Pero todavía quedan ciertos autores, y autoras, que o bien no han reflexionado acerca del asunto8 o bien no les interesa hacerlo.9 Y algunos otros, los menos, en su afán renovador amparado bajo el paraguas de una relativamente imprecisa «Nueva Historia de la Conquista», que no solo han rescatado el papel de los indios aliados, dándoles el protagonismo conquistador que, en realidad, siempre tuvieron, sino que incluso han reivindicado el desempeñado por los esclavos africanos, cuando este sí que fue puramente anecdótico.10 Porque tratar estos asuntos desde la perspectiva de la «Historia de los Perdedores», en referencia a los propios conquistadores «menores», además de a los indios, como hace Susan Schroeder,11 en el fondo ¿no es lo que intentó hacer a su manera Bernal Díaz del Castillo en su crónica?
Ahora bien, y abundando en este último asunto, puede decirse que para el primero de los Austrias, el emperador Carlos, América, las Indias, siempre fue una anécdota. En sus memorias, a modo de testamento político, dictadas entre 1550 y 1552 y con el futuro Felipe II como destinatario, en realidad unos anales que cubrían los sucesos de 1515 a 1548, no hizo ni una sola mención a las Indias; por tanto, ni la conquista del Imperio mexica ni la figura de Hernán Cortés interesaron en demasía al de Gante. Con enemigos como Francia, en los años de Francisco I de Valois-Angulema, o como los turcos del gran Solimán I, aparte de las dificultades internas del inicio del reinado –Comunidades en Castilla, Germanías en Valencia, precisamente entre 1519-1521 y 1523-1524–, sin mencionar la elección imperial en 1519 y los problemas con la Liga de Esmalcalda en Alemania, ¿qué papel podía desempeñar un oscuro hidalgo extremeño y un grupo de voluntarios quienes, con la ayuda de decenas de miles de bárbaros, dominaron uno de los grandes imperios americanos? La respuesta es que, al nivel que nos referimos, ninguno. El final de los días de Cortés fue injusto: hubo de participar en una de las mayores derrotas bélicas del emperador, la catástrofe de la toma de Argel en 1541, y aún se le solicitaría prestarle al monarca diez mil ducados en 1546, un año antes de su muerte, cuando padeció serios problemas económicos. La época de Carlos I era abusiva y cruel.12 Pero ¿acaso no lo fue también Cortés?
Quinientos años vista de los acontecimientos, el libro que propongo a los lectores parte de la base de intentar evitar considerar a Hernán Cortés como un héroe, pero tampoco como un villano. Con mostrarlo como un agente histórico, un dinamizador de acontecimientos, terribles más que gloriosos en mi modesta opinión, es suficiente. Ahora bien, como historiador me reservo el derecho, y la obligación, de analizar dichos acontecimientos de la manera más objetiva posible. Y esa objetividad no recae en un juicio imparcial13 de los actos de Cortés y su hueste a la luz de las prácticas habituales de su época porque, bajo ese prisma, sencillamente, nunca habría crítica. En realidad, al gran caudillo extremeño ya lo definió perfectamente, en 1944 nada menos, Henry Wagner: «Cortés era una especie de empresario independiente que comandaba una banda de aventureros armados».14 Ni más, ni menos. Ni tropas del rey,15 ni hueste real, ni intereses patrióticos, solo intereses personales interpenetrados por la ideología cristiana típica de la época –por la que la providencia divina adquiría el mismo peso que el esfuerzo personal– que, eso sí, una vez realizada la gesta hubo que afanarse por verla ratificada por Carlos I –en su nombre y en el de su madre, la malograda reina Juana–. Pero, como diría Bernal Díaz del Castillo,16 sobre todo cabe relatar, y analizar, lo acontecido sin olvidar a todos los compañeros de Cortés –europeos, pues no solo castellanos participaron en la gesta–, incluidos los indios amigos o aliados, de quienes Bernal sí se olvidó un tanto. O de las mujeres, de las que se olvidaron todos.17 Propongo, pues, una nueva lectura de los hechos desde la óptica de la Nueva Historia Militar18 como la venimos practicando en las últimas décadas. Así, me interesará mucho más detenerme en aspectos y discusiones como el armamento utilizado –sus limitaciones y su consiguiente influencia en las tácticas seguidas–, el número de aborígenes combatientes, el uso del armamento europeo en un contexto de guerra urbana como el producido en el sitio de México-Tenochtitlan, la logística desarrollada, etc. El resultado deberá ser un fresco de la invasión y conquista del Imperio mexica desde una óptica propia de la historia social de la guerra, que resalte los aspectos humanos, pues, pero sin desmerecer otros componentes, como la historia del combate.19
Las limitaciones con las que me he enfrentado son las mismas que,