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los emisores deben saber que los mismos elementos necesarios para cantar se aplican al habla. Es importante saber que el aprendizaje de algunos aspectos de la voz cantada, aunque sea durante unos meses, repercuten directamente en la voz hablada. De hecho, es normal que los profesionales que utilizan la voz la proyecten sencillamente por hábito, aunque estén hablando con una persona que esté cerca de ellos.

      Sin embargo, algunos de los que emplean la voz como trabajo jamás han aprendido a respirar bien, a articular las frases, o a adecuarse a las condiciones acústicas de la sala, lo que provoca que acaben fatigándose, o no se les oiga bien, y terminan cansando al auditorio.

      Conocer los entresijos de la voz hablada es bueno para evitar futuras patologías vocales, las cuales a veces se tornan crónicas con el paso del tiempo. De hecho, debemos saber que una rehabilitación de la voz hablada es más difícil incluso que enseñar la técnica del canto, ya que esta se aplica a personas que ya de por sí tienen ciertas cualidades musicales. Sin embargo, la voz hablada tiene mayores problemas bien porque la persona no posee esas cualidades, bien porque ha adquirido malos hábitos al forzar la voz.

      Los políticos o los locutores tienen al menos el apoyo del micrófono, que solventa la falta de volumen. Pero el profesional de la enseñanza normalmente no suele emplear dicho instrumento electrónico, por lo que tiene que forzar la voz si no emplea las técnicas vocales y pedagógicas adecuadas.

      Los profesionales de la voz son conscientes de que para que se les escuche y entienda han de tener una voz clara, convincente, ya que de ello depende que su comunicación sea fluida, y así poder conectar con las personas que les escuchan. En esos momentos, su voz ha de tener cierta concordancia con la declamación, que es la acción de hablar en público o de recitar con la entonación, la mímica y los gestos adecuados.

      La declamación aparece vinculada a su vez con la retórica, que es una disciplina que estudia los procedimientos y las técnicas adecuadas para el lenguaje con unos propósitos estéticos o persuasivos, además de comunicativos.

      En la voz hablada son de suma importancia elementos como la articulación, la dicción, el ritmo, la entonación, el timbre, y la intensidad y el estado de ánimo, de los cuales hablaremos a continuación.

      La articulación

      La articulación es imprescindible para la voz hablada, ya que constituye la base fundamental para pronunciar correctamente las consonantes. Estas han de articularse con nitidez, con sus respectivos acentos, y sin amortiguarlas, para evitar que haya confusión al pronunciarlas. Una buena articulación permite que las palabras sean entendidas con claridad, aunque se emitan con una intensidad baja. Para ello, es necesario utilizar de manera enérgica los agentes que tienen la capacidad de modificar el sonido de la voz, y que son: la lengua, los labios, los dientes, el paladar y el maxilar.

      A diferencia de las consonantes, las vocales participan en la formación de las palabras, pero son sonidos producidos por la vibración de las cuerdas vocales, y amplificados por los resonadores de la laringe, la boca y la nariz. De este modo, las vocales no son muy alteradas por los órganos de la articulación.

      Dependiendo del lugar en donde se haya nacido, o de los orígenes familiares, la forma de articular las consonantes varía, y se pronuncian con mayor tensión o, por el contrario, con más relajación.

      En la articulación se conciben algunas imperfecciones que, a pesar de que no llegan a impedir la comprensión del lenguaje, perjudican una adecuada pronunciación, sobre todo cuando se trata de una voz destinada a una audiencia. Si bien algunas personas pueden entender algunos de esos vicios como una seña de identidad de algún pueblo o de una zona geográfica, hay que reflexionar sobre el hecho de que a la hora de hablar en público esas imperfecciones han de ser evitadas.

      Algunas de estas pronunciaciones alteradas son:

      • El ceceo, al pronunciar la /z/ en vez de la /s/ («vazo» en vez de «vaso»), y el seseo, al pronunciar la /s/ en vez de la /c/ o la /z/ («corasón» en vez de «corazón»). Estos fenómenos se remontan al siglo XVI, y se dan en las regiones de más al sur de España, y en particular en Andalucía. El ceceo siempre se ha relacionado con las zonas más rurales. Tiene su origen en los gitanos, además de los antiguos moriscos granadinos, que no acertaron a pronunciar la /s/ castellana.

      El ceceo se extiende sobre todo por la mitad más meridional de Andalucía, salvo en las capitales de Cádiz y Sevilla, en las que se emplea mayoritariamente el seseo. Esta última práctica, por otro lado, se da en la parte más septentrional de Andalucía, además de Canarias y países de Hispanoamérica, donde es menos frecuente, salvo en lugares puntuales.

      • Otras alteraciones de la dicción son: el yeísmo, extendido tanto en España como en Hispanoamérica, especialmente en zonas de Argentina, pronunciando la /y/ (o casi la /ch/) en vez de la /ll/ («yave» en vez de «llave»), y el siseo, cuando se pronuncia exageradamente el sonido inarticulado de la /s/ y de la /ch/, y que llega a ser cansino para el oyente, ante el reiterado sonido de silbido.

      La dicción

      Si la articulación es la parte mecánica de la palabra, la dicción es la manera estética de articular o pronunciar las palabras y las frases. La dicción comprende la diferenciación y acentuación de unas palabras con respecto a otras dentro de una frase. También se encarga de saber distinguir las inflexiones de la voz y de los matices, en función de los sentimientos y percepciones que se quieran mostrar. Al fin y al cabo, pretende dar vida a la hipotética imagen que describen las palabras.

      En cada oración, el buen hablador debe saber dónde está el punto culminante de la frase que más se debe acentuar. Debe evitar, por otra parte, el énfasis continuo y exagerado. En caso contrario, no cuidaría bien la dicción y cansaría a los oyentes.

      La dicción es, por tanto, la manera de hablar, y debe ser cuidada en especial cuando se emplea ante un público. Ayudada por un buen uso de la misma, permite además hacer coincidir las pausas respiratorias con las pausas naturales condicionadas por el texto. Una persona habla bien cuando no solo se produce ese sincronismo, sino también cuando hace corresponder su contenido con la expresión, es decir, el sentido y su sonido.

      Las pausas y el ritmo

      Hay que tener la habilidad de poder hablar a distintas velocidades dependiendo de lo que precise el momento, además de saber utilizar bien las pausas, por razones fisiológicas y lingüísticas. Las pausas facilitan las inflexiones de la voz, el cambio de tono y de ritmo, haciendo que el discurso vocal no sea monótono. Una buena o mala colocación de las pausas al hablar es equiparable a la puntuación de un texto escrito.

      Las pausas pueden servir también para que el orador consiga un momento de reflexión entre el auditorio, o para suscitar un determinado afecto sobre lo que está diciendo.

      El ritmo a la hora de hablar es la cadencia que hay entre los acentos y las pausas. Cuando los intervalos entre estos dos componentes son cortos o similares, el ritmo que se consigue es rápido y monótono. En el otro extremo, si las secuencias de tiempo están muy alejadas entre sí, no se advertirá el ritmo, y si los intervalos son muy irregulares, el ritmo será confuso. El ritmo tiene mucho que ver con la velocidad a la hora de hablar.

      Una persona de un temperamento nervioso suele hablar con un ritmo apresurado, mientras que una persona tranquila lo hace a un ritmo más lento. Una persona reflexiva y a su vez entusiasta evita esos extremos, de forma que el ritmo de su discurso depende de lo que quiera decir en cada momento de la frase. Así, demuestra y defiende sus convicciones expresadas sin dejarse dominar por su propio impulso o carácter.

      La entonación en la voz hablada

      Muy relacionado con la dicción, se entiende como entonación del lenguaje la curva melódica que la voz emite al hablar. En este caso, el ámbito interválico entre los sonidos extremos es mucho más corto que el que se utiliza cuando se canta. No obstante, si la voz hablada no se emite con una mínima dosis de musicalidad, se convierte en un monólogo de sonidos planos.

      La entonación puede ser ascendente, al sugerir un interrogante, una duda o una indecisión; descendente,

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