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preguntó qué ocurriría si el deseo que sentían fuera recíproco.

      Apartó sin piedad aquel pensamiento. ¿Qué importaba si se sentía atraída por él? Entonces, se le ocurrió que tal podría utilizarlo para su ventaja…

      Sus pensamientos debieron reflejársele en el rostro porque Lia frunció el ceño. Irritado por haberse dejado en evidencia, Paul frunció el ceño también. Con un gesto de temor, ella miró de nuevo a Grady y su sonrisa se iluminó con lo que parecía ser un afecto sincero. Paul sintió que se le hacía un nudo en la garganta al ver la imagen.

      –Mira quién está aquí –murmuró ella señalando a Paul.

      Grady giró la cabeza y sonrió con tanta alegría que a Paul se sintió abrumado por una felicidad incontenible. Era como si los años de distanciamiento entre ellos hubieran desaparecido de repente.

      –Paul.

      Al oír que su abuelo pronunciaba tan claramente su nombre, Paul se quedó atónito. Evidentemente, todo lo que le habían contado sobre la mejora tan milagrosa de Grady no había sido exagerado. Entonces, escuchó que su abuelo hacía resonar rítmicamente un pequeño tambor que tenía a su lado sobre la cama.

      –Eso significa que te acerques –le explicó Lia.

      Asombrado totalmente por lo que estaba ocurriendo, Paul se acercó a su abuelo y le apretó suavemente el brazo.

      –¿Cómo te encuentras hoy?

      En realidad, la pregunta era totalmente innecesaria. La salud de Grady no se parecía en nada al inválido que había sido hacía una semana. Lo que estaba viendo en su abuelo en aquellos momentos era exactamente el cambio que había deseado, pero, ¿a qué coste?

      –Feliz.

      Un tamborileo de los dedos acompañó el canto de Grady. A pesar de que la voz resonaba cansada y sin tono alguno, pronunció la palabra con sorprendente claridad. Sin embargo, a pesar de su alegría, a Paul le turbaba la mirada de cariño con la que su abuelo observaba a la joven que le masajeaba el brazo.

      –Lia casa.

      –¿Por qué el tambor? –le preguntó Paul a Lia. Aún no se podía creer lo rápidamente que había mejorado su abuelo.

      –Investigué un poco sobre la recuperación de los ictus cerebrales y descubrí que la música y el ritmo pueden ayudar a mejorar el estado de ánimo de un paciente, capacitarles para comunicarse y mejorar su habla –respondió Lia sonriendo cariñosamente a Grady–. Mañana vamos a aprender los ritmos de la respiración y también a practicar la meditación con música.

      –¿Y qué se supone que hace todo eso?

      –Bueno, en realidad no entendí muy bien la explicación médica –dijo ella–, pero tenía algo que ver con el modo en el que el cerebro procesa la información y en cómo la música puede afectar eso de un modo positivo. Creo que es la razón por la que Grady es capaz de cantar, pero no de hablar.

      Paul sintió una extraña sensación en el pecho. Por el modo en el su abuelo sonreía a Lia, resultaba evidente que la mejora de Grady tenía mucho que ver con el regreso de su nieta, aunque, en realidad, Lia no era la hija de Ava y a Paul no le gustaba nada la mentira que Ethan y ella habían urdido.

      ¿Qué iba a hacer? Grady había recuperado sus deseos de vivir por la llegada de Lia. ¿Podría Paul encontrar el modo de librarse de ella sin causarle daño a su abuelo?

      –¿Puedo hablar contigo un momento? –le preguntó a Lia cuando ella terminó de masajear el brazo del anciano.

      –Grady tiene una sesión con su fisioterapeuta dentro de diez minutos.

      –Entonces, te espero junto a la piscina.

      Mientras esperaba a que Lia llegara, Paul comenzó a andar arriba y abajo junto a la piscina. Dada la mejora de Grady, ya no estaba convencido de que deshacerse de Lia fuera la mejor opción. Además, la situación estaría mucho más clara si hubiera aparecido algo en el pasado de Lia que le hubiera hecho sospechar, pero no tenía nada en concreto para demostrar que ella podría no ser tan transparente como parecía.

      Cuando Lia llegó, Paul no perdió el tiempo en dejarle muy clara su postura.

      –Cuando te dije que te mantuvieras alejada de mi abuelo, no tenía ni idea de que la situación se descontrolaría tanto. No sé en qué estabais pensando mi hermano y tú, pero esto no puede seguir.

      –Tienes razón. No debería haber permitido que Ethan me convenciera para mentir a todo el mundo. Lo siento. Es que Ethan estaba tan desesperado por ayudar a tu abuelo… Y, efectivamente, creer que yo soy su nieta ha hecho que mejorara.

      Paul la observó atentamente, decidido a ver más la verdad más allá de la inocencia de su rostro.

      –Has conseguido asegurarte de que todo el mundo se sienta unido a ti.

      Lia parpadeó al escuchar tan deliberada acusación.

      –Era de esperar. Todos piensan que soy la niña que perdieron hace mucho tiempo. ¿Has decidido ya cómo vas a dar la noticia a todos de que soy una impostora?

      –Desgraciadamente, no estoy seguro de poder hacerlo. La verdad destrozaría a mi abuelo.

      –Entonces, ¿qué es lo que vas a hacer?

      –No lo sé… –dijo. Tenía que hablar con Ethan.

      Lia entornó los ojos. Parecía confusa.

      –Entonces, ¿por qué querías hablar conmigo?

      –Yo…

      ¿Qué podía decir Ethan? ¿Que no había dejado de pensar en ella desde que se marchó? ¿Que, a pesar de no confiar en ella, la encontraba fascinante? Quería saberlo todo sobre ella, y no solo porque su misterioso pasado y limitada huella digital despertaran su curiosidad. Parte del comportamiento de Lia no encajaba fácilmente en patrones explicables. Por ejemplo, ¿por qué se disfrazaba e iba a visitar a los niños al hospital? Algo tan altruista era totalmente contrario a lo que haría una oportunista, a menos que jugara con las simpatías de los padres de los niños con algún fin. No lo sabría nunca a menos que consiguiera conocerla mejor.

      Además, estaba la atracción física que ella le inspiraba. Incluso en aquellos momentos, al tiempo que su pensamiento lo llevaba por caminos sombríos, no podía dejar de admirar sus largas pestañas ni de preguntarse si los gruesos labios serían tan suaves como parecían. La ropa informal que llevaba puesta hacía destacar un cuerpo tonificado con suaves curvas. Se imaginó colocándole las manos en las caderas para estrecharla contra su cuerpo. Bajando la cabeza y deslizándole los labios por el cuello hasta el lugar en el que este se unía con el hombro. Escucharla gemir de placer mientras la apretaba contra su creciente erección y le hundía la lengua en la boca…

      –¿Paul? ¿Te encuentras bien?

      –No, no estoy bien. Ethan y tú me habéis puesto en una posición insostenible por tener que mentir a Grady –replicó él, saliendo de su ensoñación.

      –Lo sé y lo siento –replicó Lia. Le colocó una mano sobre el brazo. El contacto parecía abrasarle a través de la ropa–. Sin embargo, no tendrás que preocuparte por eso mucho tiempo. Dentro de un par de semanas, en cuanto Grady esté más restablecido y todo apunte a que se va a recuperar del todo, le explicaremos que el laboratorio que realizó la prueba genética cometió un error y yo me marcharé.

      –¿Y por qué estás haciendo esto? –le preguntó Paul. Necesitaba comprender desesperadamente–. ¿Qué sacas tú de todo esto?

      Algo apareció en los ojos de Lia muy brevemente. Entonces, ella se recompuso rápidamente y esbozó un gesto de completa inocencia.

      –Nada.

      ¿Nada? La cautela volvió a apoderarse de Paul. No sonaba a verdad porque, lo que había visto en aquella décima de segundo, había sido toda la confirmación que necesitaba. Lia Marsh no

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