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descubrir.

      La tranquila expresión de su rostro dejó a Paul sin palabras. Examinó las pecas que le cubrían la nariz y las mejillas y se preguntó qué era lo que ella tenía que tanto lo cautivaba. A pesar de que no había dejado de sospechar de ella, estaba dispuesto a aceptarla en su familia para salvar a su abuelo, pero, aunque Ethan había tratado de convencerle de lo contrario, sabía que Lia representaba un peligro para la familia.

      Entonces, ¿por qué tenía que reprimir constantemente el deseo de tocarla, de saborear su piel, de estrecharla contra su cuerpo y capturar aquellos rosados labios con un beso? Aquella guerra sin cuartel entre su cuerpo y su mente resultaba agotadora.

      ¿Habría influido en Ethan de la misma manera?

      –Creo que mi hermano podría estar enamorado de ti.

      –¿Cómo has dicho? –le preguntó ella mirándolo. Entonces, soltó una carcajada–. Eso es ridículo.

      –¿Tú crees? Se muestra muy protector hacia ti.

      –Eso es porque le caigo bien. Soy una buena persona.

      –¿Te estás acostando con él?

      –Es mi cliente –replicó ella inmediatamente–. No me acuesto con mis clientes.

      –¿Pero te sientes atraída por él?

      –Ethan es un hombre muy atractivo, con modales impecables, una voz profunda y sensual y mucho encanto. El hecho de que no me sienta atraída por él hizo que mis compañeros de trabajo, de ambos sexos, cuestionaran mi orientación sexual. Soy una profesional. Nunca aceptaría a Ethan como cliente si él me atrajera. Para mí, eso es cruzar la línea.

      –Te olvidas de que os he visto juntos. Hay algo entre vosotros.

      –Cuando está conmigo, se siente lo suficientemente cómodo como para compartir cosas.

      –Es más que eso…

      –No, no hay nada más –afirmó Lia con impaciencia–. Mira, me da la sensación de que estamos bailando alrededor de algo.

      –Yo no bailo.

      –No, no esperaba que lo hicieras. Mira, para que esto funcione, tenemos que encontrar el modo de llevarnos bien. ¿Qué te parece si te confieso que hay algo que me resulta difícil admitir? –comentó. Entonces, se aclaró la garganta y esbozó una nerviosa sonrisa–. Te encuentro atractivo.

      Paul debería haber considerado aquella afirmación como una manipulación y haberla recibido con escepticismo. Sin embargo, aquella confesión encendió su cuerpo como si se tratara de una fogata.

      –¿Por qué me dices eso?

      –Te da un poco de poder sobre mí –respondió ella con una sensual y dulce sonrisa.

      –Y piensas que lo necesito –observó Paul.

      –¿No es así? Creo que te gusta tener el control en todo momento y apuesto algo a que te vuelves loco cuando las cosas no salen como habías planeado.

      –No me vuelvo loco –dijo él dando un paso al frente e invadiendo el espacio de Lia. No quería pensar en la verdadera motivación que había para lo que estaba a punto de hacer–. Me adapto.

      Lia no comprendió la razón por la que Paul se acercó a ella y no vio venir el beso. El hecho de que la sorprendiera acrecentó el impacto emocional del aliento de él acariciándole la piel. Un instante más tarde, los labios de él tocaron los de ella y Lia sintió que millones de estrellas explotaban bajo sus párpados. Él le agarró la cabeza con fuertes manos, sujetándola, mientras la firme y hábil presión de la boca le quitaba a Lia el aliento y el equilibrio.

      Los besos de Paul eran de una clase especial. Nunca antes se había sentido ella tan poseída por la magia del momento. La perfección de sus labios deslizándose sobre los de ella. El modo en el que contuvo el aliento cuando Lia se puso de puntillas y se inclinó sobre él. Lia no quería que el beso terminara nunca, pero no podía explicar por qué. ¿Qué tenía Paul que la atraía de aquella manera? Él no le había ofrecido nada más que escepticismo y malas palabras. Sin embargo, su masculino y limpio aroma y la delicada caricia de sus dedos sobre la piel desataba gozo y deseo a la vez.

      Cuando le aspiró el labio inferior, Lia dejó escapar un gemido y le proporcionó acceso completo a su boca. La lengua se enredó con la de ella y su sabor acrecentó aún más su apetito. Le enredó los dedos en el cabello para evitar que las bocas se separaran mientras él la besaba con fruición y ella lo devoraba.

      Paul le rodeó la cintura con el brazo y la estrechó contra su firme torso. Aunque ella ya había apreciado el poderoso cuerpo de Paul desde la distancia, apretada de aquella manera contra él incrementó el deseo de sentirlo aún más íntimamente.

      La habían besado lo suficiente para saber que nunca había experimentado algo así antes. La piel le ardía y se sentía como si le corriera fuego por las venas hasta llegar a lo más profundo de su vientre. Paul debió de reconocer el aumento de su deseo porque le colocó una mano sobre el trasero y apretó lo suficiente para provocarle una oleada de placer entre las piernas. Abrió la boca y arqueó la espalda, irguiendo los pechos hacia él para satisfacer el deseo de contacto que estos tenían.

      De repente, Paul rompió el beso. Lia estuvo a punto de lanzar un grito de protesta, pero el gélido aire del mar le golpeó con fuerza la acalorada piel y la devolvió a la realidad. Dio un paso atrás, sorprendida de la falta de apoyo que le ofrecían las rodillas. Colocó la mano sobre el torso de Paul para recuperar el equilibrio y notó que él espiraba con fuerza. Su propio corazón latía a toda velocidad como consecuencia del beso.

      Levantó la mirada y vio la llama del deseo reflejada en aquellos ojos verdes. Un momento después, desapareció por completo. ¿Se lo había imaginado? Por mucho que le doliera abandonar la calidez y la comodidad de sus brazos, Lia necesitaba distanciarse para recuperar la compostura y darle sentido a lo que acababa de ocurrir. Paul le había dejado muy claro que ella no le gustaba. Entonces, ¿qué era lo que estaba haciendo?

      –¿Ha sido eso para determinar si es verdad que me siento atraída por ti? –le preguntó ella mirando la expresión de Paul y esperando que no hubiera sido esa la razón del beso.

      –¿Por qué crees que yo sería capaz de hacer algo así? –replicó él mientras se deslizaba el pulgar por el labio inferior.

      –Porque no te crees nada de lo que digo –respondió ella, completamente hipnotizada por aquel gesto, con cierta amargura. El tono de su voz la sorprendió, porque deseó que la opinión de Paul no fuera tan importante para ella–. Bien, ¿cuál es el veredicto? ¿Crees que me siento atraída por ti?

      –Sí. ¿No me vas a preguntar si el sentimiento es mutuo? –añadió Paul al ver que ella guardaba silencio.

      –No. No quiero jugar a eso contigo.

      El rostro de Paul parecía estar tallado en piedra.

      –Le dije a Ethan que, por el momento, seguiré vuestra mentira.

      –Genial –dijo ella. Se sentía derrotada, aunque no sabía por qué aquella noticia le había molestado tanto–. Estoy segura de que eso alegró mucho a Ethan.

      Paul la miró durante unos segundos antes de asentir.

      –Deberíamos regresar.

      Realizaron el trayecto a Charleston casi en silencio. Lia tenía que ordenar sus sentimientos sobre el beso, sobre el hecho de que Paul hubiera aceptado tan repentinamente que ella se hiciera pasar por su prima y lo que ocurriría si sus razones para representar el papel salían a la luz.

      Sospechaba que la fuerte atracción que sentía por Paul podría transformarse en algo más, algo que no se parecería en nada a lo que había vivido antes. Nunca había experimentado tal deseo de estar con un hombre. Esa necesidad la asustaba un poco, pero no podía ignorar la potencia de su deseo. No podía fingir que rendirse a la tentación no tendría consecuencias.

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