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pensado mucho también, pero, si lo hacemos bien, se pondrán tan contentos de que Grady vuelva a estar recuperado que eso hará que la desilusión de que tú no seas nuestra pariente sea más fácil de soportar.

      Ethan le agarró las manos y la envolvió con una oleada de su carisma.

      Lia estaba pensando cómo poder negarse cuando las puertas del ascensor se abrieron y salió una esbelta mujer con un elegante traje color pistacho. Su expresión se iluminó al verlos.

      –Ethan –dijo mientras se dirigía hacia ellos–. Me alegro de verte aquí.

      –Hola, mamá –respondió él mientras inclinaba la cabeza para besarle en la mejilla–. Esta es Lia.

      Constance Watts era la perfecta matriarca del sur, con su cabello rubio bien peinado y un delicado hilo de perlas. Observó con avidez los vaqueros y la camiseta barata que Lia llevaba puesta y esta se preparó para la censura. Sin embargo, Constance se limitó a sonreír afectuosamente.

      –Ethan me ha hablado de ti –dijo, con su cautivador acento sureño lleno de emoción.

      –¿Sí?

      –Por supuesto. Me dijo que Paul te encontró a través de un servicio de pruebas genéticas.

      –En realidad, yo…

      –Está abrumada –le interrumpió Ethan apretándole el brazo con la mano y apretándole suavemente–. ¿Quién puede culparla? Encontrar por fin a su verdadera familia después de tantos años es un acontecimiento muy especial.

      Entre la necesidad de Ethan y la alegría de su madre, Lia se sintió como si estuviera atrapada en arenas movedizas. Sin poder evitarlo, comenzó a asentir.

      –La hija de Ava está por fin en casa –murmuró Constance mientras daba un paso al frente para abrazar a Lia–. Vas a hacer tan feliz a Grady…

      Paul estaba atravesando el vestíbulo del hotel de camino a la primera ponencia cuando su teléfono móvil empezó a vibrar. Sacó el teléfono y vio que se trataba de su madre. Su primera reacción fue el pánico. ¿Habría empeorado la salud de Grady?

      –¿Qué ocurre? –le preguntó al contestar–. ¿Está Grady bien?

      –Está bien. De hecho, está mejor que bien –respondió encantada Constance Watts–. Solo quería decirte que Grady va a salir hoy del hospital.

      –¡Qué estupenda noticia! –exclamó Paul, asombrado–. Entonces, ¿ha decidido luchar?

      –Sí. Gracias a Lia.

      –¿Lia? –repitió Paul. Escuchar aquel nombre le hacía sentirse como si hubiera tocado un cable de alta tensión–. No entiendo… ¿Cómo puede ser ella responsable que de la salud de Grady haya mejorado?

      –No me puedo creer que me preguntes eso. Ethan me dijo que tú la habías encontrado.

      –¿Cómo? ¿Es que esa mujer ha estado visitando a Grady?

      Constance se echó a reír.

      –Lleva días constantemente a su lado. Tenerla junto a él ha hecho que la recuperación de abuelo sea algo prácticamente milagroso. Todo el hospital no deja de hablar al respecto.

      –¿Grady se está poniendo mejor? –insistió. El alivio que sentía era casi capaz de hacerle olvidar el otro detalle: Lia estaba visitando a Grady a pesar de que él le había pedido que se alejara de él.

      Evidentemente, Paul había subestimado lo decidida que ella estaba a interferir con su familia. En cuanto regresara a casa, se encargaría de que hiciera las maletas.

      –… la hija de Ava esté entre nosotros.

      –Lo siento, mamá. Hay mucho ruido aquí. ¿Puedes repetirme lo que acabas de decir?

      –Te he dicho que Grady está encantado de que hayas encontrado a la hija de Ava.

      –Yo…

      –¿Cuándo vas a venir a casa? Grady ha estado preguntado por ti.

      Por primera vez en su vida de adulta, Paul Watts se quedó sin palabras. El cerebro de Paul trataba febrilmente de descubrir qué era lo que estaba ocurriendo en Charleston. Había seguido investigando sobre Lia y su vida pasada y lo que había descubierto reforzaba sus sospechas de que era una especie de timadora.

      –Mamá, tengo que dejarte –le dijo. No quería ser grosero con ella, pero necesitaba hablar inmediatamente con su hermano–. ¿Te puedo llamar más tarde?

      –Por supuesto. ¿Cuándo vas a volver a casa?

      Paul tenía pensado regresar al cabo de tres días, pero…

      –Voy a acortar mi viaje y voy a tomar un avión hoy mismo.

      –¡Eso es maravilloso!

      * * *

      Las horas que transcurrieron entre el despegue y el aterrizaje le dieron tiempo a Paul para contactar con el resto de su familia y empezar a imaginar lo que estaba pasando. La situación había progresado más de lo que nunca hubiera imaginado. Lo que realmente le escocía era lo contento y despreocupado que se encontraba todo el mundo con la llegada de una desconocida que afirmaba ser la hija de Ava. Lia había engatusado a sus padres, a sus tíos y a sus primas. Nadie le escuchaba cuando les decía que no sabía nada de aquella mujer. Lo único que les importaba era que la hija de Ava había regresado a casa y que Grady, por arte de magia, había mejorado mucho.

      En cuanto llegó a Charleston, se dirigió directamente a la casa de Grady. El coche de Ethan no estaba. La conversación que Paul quería tener con él tendría que esperar.

      Paul se dirigió al dormitorio de su abuelo y se preparó para encontrar la luz tenue y el ambiente silencioso que había desde que su abuelo sufrió el ictus. Sin embargo, lo que se encontró fue todo lo contrario. Lo que vio lo dejó atónito. ¿Qué demonios estaba pasando allí?

      Alguien había abierto las cortinas para permitir que la luz iluminara todo el espacio. La canción de Elvis Presley, All shook up, resonaba con fuerza en un altavoz que el anciano tenía sobre la mesilla de noche. La estancia olía a lavanda y a romero, un aroma que le llenó a él de energía y le hizo sentirse mucho más tranquilo de lo que había estado en mucho tiempo. Frunció el ceño al ver el origen de tanta conmoción.

      Se dio cuenta de que había sido Lia la que había transformado por completo la habitación de su abuelo para convertirla en un espacio alegre y festivo. Por primera vez desde el ictus, Grady estaba sentado, totalmente erguido, en la cama, apoyado sobre un buen montón de almohadas. Su mirada estaba prendida de la mujer que estaba a su lado. Lia no paraba de hablar mientras masajeaba suavemente el brazo de Grady.

      Una asombrosa colección de sentimientos se apoderó de él al ver a su abuelo tan feliz y tan saludable. Alivio. Alegría. Enojo. Lia era la responsable de todo aquello. Parecía totalmente normal, sin el maquillaje y el disfraz de princesa. Llevaba puesta una camiseta gris y unos leggins negros que hacían destacar sus estrechas caderas y esbeltos muslos. Una sedosa coleta de cabello castaño le caía delicadamente sobre el hombro mientras los mechones sueltos enmarcaban un rostro de afilada barbilla y hermosos labios rojos. Unos pendientes de aro se meneaban contra la fina mandíbula.

      El primer impulso de Paul fue sacarla de allí y alejarla de su abuelo. No confiaba en ella a pesar de no haber encontrado nada concreto en su pasado que apoyara sus sospechas. Solo porque no la hubieran atrapado no significaba que ella no estuviera tramando algo malo. Tampoco ayudaba lo rápidamente que ella había encandilado a toda la familia hasta el punto de que todos la consideran una de los suyos.

      A pesar de todo, Paul fue consciente de que había algo más, algo caliente y turbador por debajo de su profunda irritación. Era como si su ira hubiera despertado un insistente e instintivo deseo. Maldijo la aparición de tan inoportuna lujuria hacia Lia Marsh. Verse distraído por

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