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¿Cuáles son los mecanismos de una adicción así? ¿De dónde proviene esta?

      Matthieu: De la distorsión de la realidad, característica del extravío: nos precipitamos hacia las causas del sufrimiento y damos la espalda a las de la felicidad. Un texto budista nos dice también que en ocasiones llegamos a tratar la felicidad como si fuera nuestro peor enemigo. No se trata por tanto de complacencia con respecto a los síntomas del sufrimiento, sino de una falta de discernimiento.

      Alexandre: Pero a veces, para gran desgracia nuestra, parece decididamente como si se diera en nosotros un empeño en embaucarnos a nosotros mismos, en dejarnos engañar por el señuelo, en perseverar en lo ilusorio y en la ignorancia.

      Matthieu: Ciertamente, una de las características de la confusión mental es la de obstinarse en reproducir las causas de nuestros sufrimientos. Uno de mis maestros, que imparte sus enseñanzas en Dordoña, afirmaba: «Lo que la gente llama felicidad, nosotros lo llamamos sufrimiento». Esta afirmación drástica hace referencia a nuestro empeño en alcanzar metas que no son susceptibles de aportarnos un verdadero bienestar: el afán de posesiones, de reputación, de poder, de placeres superficiales, así como nuestro temor a lo que no sea agradable, a perder lo ganado, al fracaso, al anonimato, a las críticas, etc.

      Alexandre: ¿Cómo encarnar en la vida diaria las altas aspiraciones que albergamos en el corazón? Sé perfectamente que la generosidad es un tesoro, que es clave para las relaciones humanas, un regalo del Cielo. No hay duda posible, el hecho de no fijarnos a las cosas aporta por sí mismo un remedio para muchos males, y sin embargo… me cuesta remangarme y perseverar en esta vía, hasta tal punto las fuerzas de la inercia, los hábitos, se muestran duros de pelar.

      Matthieu: Nos faltan modelos en nuestro mundo contemporáneo. ¿A quién admiramos de verdad? ¿Quién merece ser tomado como modelo de ser humano? Nos gustaría jugar al ajedrez como Bobby Fischer, uno de los genios más brillantes de la historia de esta especialidad, pero ¿quién querría ser como él, una persona profundamente perturbada, con quien era imposible vivir? Cuando miramos a nuestro alrededor, a nuestros parientes, educadores, a los grandes de este mundo, pensadores, artistas, nos sentimos un poco desconcertados. Hay personas admirables, pero también muchas otras a las que no quisiéramos en modo alguno parecernos, en cuanto ser humano, sean cuales sean sus talentos particulares. Por el contrario, cuando conocemos a una persona rebosante de verdadera sabiduría, movida por una benevolencia inagotable, ¡cuánto nos gustaría poseer sus cualidades!

       Caja de herramientas frente al miedo

      MATTHIEU

      — Observar el miedo como observaríamos el fuego de una hoguera, y dejar que poco a poco se extinga por sí mismo ante la mirada de esa «presencia atenta» que no se identifica con el miedo.

      — Salir de la estrechez de nuestro espíritu angustiado contemplando o imaginando un extenso paisaje, la inmensidad del cielo…

      — Utilizar la razón para reconectar con la realidad: de entre nuestros mil y un miedos, ¿cuántos se han materializado efectivamente en forma de situaciones dramáticas reales?

      — Analizar el miedo para comprender que no es otra cosa más que una construcción de la mente, y que no hay motivo alguno para someterse a ella.

      Estas herramientas hacen referencia a los miedos imaginarios, y no a peligros reales, frente a los cuales el miedo puede ser saludable.

      ALEXANDRE

      — La terapia por recurso a lo real. En caso de emociones perturbadoras, de convulsiones interiores, de vorágines emocionales, los estoicos aconsejaban volver la mirada a los hechos. ¿Qué tengo delante de los ojos? ¿De qué tengo miedo? ¿Qué es lo que me pone en un estado como este?

      — Ampliar el campo de conciencia. Cuando la mente se focaliza erre que erre en las preocupaciones del día, es aconsejable probar con una visión unos grados más panorámica, atreverse a mirar lo que sucede alrededor de uno, conectar con las sensaciones, abrirse a la grandeza del mundo.

      — Para sustraerse a la espiral infernal del miedo: tomar conciencia de que la lógica no tiene necesariamente respuesta para todo, que los argumentos no siempre consiguen desmontar los temores irracionales; practicar si es necesario el arte de la desviación, contemplar aquello que nos descentra del temor.

      — No sobrestimar nuestras fuerzas. Hay combates que nos agotan y nos dejan exangües. A fin de no quedarnos solos con todo el peso de la carga, cuando sintamos que perdemos pie, atrevámonos a rodearnos de amigos que desean nuestro bien.

      CHRISTOPHE

      — El miedo, vulneración duradera de nuestra libertad. El verdadero problema que el miedo crea en nosotros no es tanto la molestia o el dolor que provoca, que terminan por pasar, sino el atentado que inflige a nuestra libertad, que reduce de un modo duradero. Con el fin de no padecer ese miedo, nos pasamos el tiempo evitando todo aquello que nos parece peligroso, sin saber si realmente es el caso: evitar situaciones no nos enseña nada, ni sobre los peligros, ni sobre nuestras capacidades.

      — Desobedecer. Es lo primero que hay que hacer, siempre que sea posible. ¿El miedo nos dice que retrocedamos? ¡Pues adelante, a ver qué pasa! ¿Nos induce a no pensar más que en él? ¡Ampliemos nuestro campo de percepción para pensar en todo lo demás! (Pongamos atención en nuestra respiración, en nuestro cuerpo, en el mundo que nos rodea).

      — Entrenarse para enfrentarse a los pequeños miedos. Si plantar cara a nuestros mayores miedos es demasiado difícil, busquemos temores más pequeños, accesibles a nuestros esfuerzos. Nos entrenaremos para el enfrentamiento de manera repetida, pues una sola vez no basta. Los mecanismos de la liberación son los mismos, sean cuales sean los miedos. Los esfuerzos para desprenderse de los pequeños temores son los mismos que los que nos servirán para los mayores.

      — No olvidar la psicoterapia. Es en este terreno, el de nuestros miedos y ansiedades, donde obtiene sus mejores resultados, en especial gracias a las terapias conductuales y cognitivas, a las terapias de aceptación y de compromiso, y las terapias basadas en la atención consciente.

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