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y la muerte”.

      »Entonces, monjes, pensé: “¿Qué es aquello que, no existiendo, el nacimiento tampoco existe? El devenir tampoco existe. El asimiento tampoco existe. El deseo tampoco existe. Las sensaciones tampoco existen. El contacto sensorial tampoco existe. Las seis bases de los sentidos tampoco existen. El organismo psicofísico tampoco existe. ¿Con la cesación de qué cesa el organismo psicofísico?”. Entonces, monjes, mediante la atención cuidadosa, descubrí a través de la sabiduría que “Cuando no existe la consciencia, el organismo psicofísico tampoco existe. Con la cesación de la consciencia cesa el organismo psicofísico”.

      »Entonces, monjes, pensé: “¿Qué es aquello, monjes, que, no existiendo, la consciencia tampoco existe? ¿Con la cesación de qué cesa la consciencia?”. Entonces, monjes, mediante la atención cuidadosa, descubrí a través de la sabiduría que “Cuando el organismo psicofísico no existe, la consciencia no existe. Con la cesación del organismo psicofísico cesa la consciencia”.

      »Entonces, monjes, pensé: “He alcanzado el camino hacia la iluminación, a saber, que con la cesación del organismo psicofísico cesa la consciencia. Con la cesación de la consciencia cesa el organismo psicofísico. Con la cesación del organismo psicofísico cesan las seis bases de los sentidos. Con la cesación de las seis bases de los sentidos cesa el contacto sensorial, etc. Éste es el cese de todo este montón de sufrimiento”.22

      »“Cesación, cesación”; así, monjes, surgió en mí la visión de una realidad nunca antes oída, surgió el conocimiento, surgió la sabiduría, surgió la intuición, surgió la iluminación.

      »Así como, monjes, un hombre que fuera caminando por un bosque, por una selva, viera un antiguo sendero, un antiguo camino que hubiera sido recorrido por hombres en el pasado, y lo siguiera y, siguiéndolo, viera una antigua ciudad, una antigua capital, que hubiera sido habitada por hombres en el pasado, una ciudad con sus parques, sus jardines, sus estanques de lotos, sus murallas, una ciudad encantadora. Entonces imaginad, monjes, que aquel hombre informara al rey o a los ministros: “Oíd, venerable señor, tenéis que saber algo. Caminando en el bosque, en la selva, vi un antiguo sendero, un antiguo camino que fue recorrido por hombres en el pasado, y lo seguí. Y, siguiéndolo, vi una antigua ciudad, una antigua capital donde habían vivido hombres en el pasado, una ciudad con sus parques, jardines, lagos de lotos, murallas, una ciudad encantadora. ¡Reconstruid, venerable señor, esa ciudad!”. Entonces, monjes, el rey o los ministros harían reconstruir esa ciudad, y llegaría un tiempo en el que aquella ciudad sería rica, próspera, muy poblada, llena de gente, siempre creciendo y expandiéndose.

      »Del mismo modo, monjes, yo vi un antiguo sendero, un antiguo camino, que había sido recorrido por los buddhas perfecta y completamente iluminados en el pasado. ¿Y cuál es, monjes, este antiguo sendero, este antiguo camino que había sido recorrido por los buddhas perfecta y completamente iluminados en el pasado? No es otro que el Noble Óctuple Sendero. A saber: recta visión, recto pensamiento, recta palabra, recta acción, rectos medios de vida, recto esfuerzo, recta atención, recta concentración. Éste es ciertamente, monjes, el antiguo sendero, el antiguo camino recorrido por los buddhas perfecta y completamente iluminados del pasado. Este [sendero] seguí y, siguiéndolo, comprendí el envejecimiento y la muerte. Comprendí el origen del envejecimiento y la muerte. Comprendí el cese del envejecimiento y la muerte. Comprendí el camino que conduce a la cesación del envejecimiento y la muerte. Lo seguí y, siguiéndolo, comprendí el nacimiento … comprendí el devenir … comprendí el asimiento … comprendí el deseo … comprendí las sensaciones …comprendí el contacto sensorial … comprendí las seis bases de los sentidos … comprendí el organismo psicofísico … comprendí la consciencia. Lo seguí y, siguiéndolo, comprendí las construcciones intencionales. Comprendí el origen de las construcciones intencionales. Comprendí la cesación de las construcciones intencionales. Comprendí el camino que conduce a la cesación de las construcciones intencionales.23 Y conociendo esto por propia experiencia, informé a los monjes y monjas, a los discípulos y las discípulas laicas. De modo que, monjes, en tanto la vida de santidad es bien difundida entre seres humanos y divinos, se expande y es próspera, famosa, muy popular, apta para todos».

      (SN 12:65; II 104-107)

      4. LA DECISIÓN DE ENSEÑAR

      19. «Entonces, monjes, pensé: “Este Dhamma que he logrado es profundo, difícil de ver y difícil de comprender, apacible, excelso, allende el alcance de la lógica, sutil, para que los sabios lo expermienten por sí mismos. Sin embargo, la gente se divierte con los objetos del asimiento, disfruta con los objetos del asimiento, se regocija con los objetos del asimiento.24 Para la gente que se divierte, disfruta y se regocija con los objetos del asimiento, es difícil de ver la condicionalidad de las cosas, el surgimiento condicionado. Igualmente, difícil de ver es la pacificación de todas las construcciones intencionales, el desasimiento de todas las posesiones, la destrucción del deseo, el desapego, la cesación, el Nibbāna.25 Si promulgara el Dhamma y no me comprendieran, me sentiría insatisfecho y contrariado”. Por esto, monjes, se me ocurrieron estos versos nunca antes oídos:

      “Lo que con tanta dificultad he logrado ¿por qué darlo a conocer ahora si aquellos que viven en la pasión y el odio jamás vislumbrarán el Dhamma?

      Lo que va en contra de la corriente, siendo sutil, profundo y difícil de ver, no es visible para el inmerso en la pasión, ni accesible al sumido en la oscuridad”.

      »De manera que, monjes, pensando así, mi mente se inclinaba a la inacción más bien que a la propagación del Dhamma.26

      20. »Entonces, el Brahmā Sahampati supo lo que se me pasaba por la mente y se dijo a sí mismo: “En verdad que el mundo se hundirá y se irá a la ruina si la mente del Tathāgata, del Arahant, del perfecta y completamente iluminado, se inclina a la inacción y no a la propagación del Dhamma”. Y entonces monjes, en un abrir y cerrar de ojos, el Brahmā Sahampati desapareció de su mundo y se presentó delante de mí. Luego, tras arreglarse el manto sobre un hombro y alzar las manos en saludo reverencial hacia mí, dijo: “Venerable señor, ruego que el Bienaventurado difunda el Dhamma, que el Bien Encaminado predique el Dhamma; hay seres con poco polvo en los ojos que se están echando a perder por no tener noticia del Dhamma y que, al hacerlo, progresarán”. Esto, monjes, dijo el Brahmā Sahampati y dicho esto prosiguió:

      “Ha habido en Magadha anteriormente impuras enseñanzas de mentes sin refinar, pero ahora que abierta está la puerta de lo que no muere, que se oiga el Dhamma alumbrado por el limpio de corazón.

      Como el que, de pie en lo alto de una montaña, ve a todos los que están a su alrededor, así tú, el sabio que ha ascendido a la morada del Dhamma, eres capaz de verlo todo. Aquél que está libre de pesar, que se fije en los inmersos en la pena, en los subyugados por el nacer y el envejecer.

      Que se levante el héroe victorioso, el guía de la caravana, el que ha saldado la deuda, y que recorra el mundo, que el Bienaventurado difunda el Dhamma, y los que lo entiendan progresarán”.

      21. »Luego, tras escuchar el ruego del Brahmā Sahampati, movido por la compasión hacia los seres, inspeccioné el mundo con el ojo de un Buddha. Monjes, inspeccionando el mundo con el ojo de un Buddha, vi seres con poco polvo en los ojos y seres con mucho polvo en los ojos, seres con facultades agudas y seres con facultades obtusas, con buena actitud y con mala actitud, dóciles y díscolos, algunos de ellos viviendo con temor a lo que está mal hecho y al otro mundo. De la misma manera que en un estanque de flores de loto azules, rojas o blancas, algunas germinan debajo del agua y crecen sumergidas sin salir a la superficie, otras germinan y crecen bajo el agua, alcanzando la superficie y permaneciendo a ras del agua, y otras germinan y crecen bajo el agua, salen a la superficie y crecen aún más allá, sin que el agua llegue a mojarlas. Así yo, monjes, inspeccionando el mundo con el ojo de un Buddha, vi seres con poco polvo en los ojos y seres con mucho polvo en los ojos, seres con facultades agudas y seres con facultades obtusas, con buena actitud y con mala actitud, dóciles y díscolos, algunos de ellos viviendo con temor a lo que está mal hecho y al otro mundo.

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