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han hecho algunas críticas al efecto Flynn. Notablemente, pareciera ser que en los últimos años, en algunos países, se evidencia una disminución de inteligencia. Como quiera que sea, es evidente que existen aquí entornos de complejidad que se correlacionan con los aumentos de la inteligencia. O bien, para decirlo con Pinker: entornos de complejidad que se correlacionan con la disminución de la violencia.

      El conjunto de ciencias, disciplinas, prácticas y saberes deben poder sentirse interpeladas. Es como si dijéramos: la psicología y las ciencias cognitivas han arrojado el balón del lado de las otras ciencias en general. ¿Pueden decir algo al respecto? ¿La política, la economía, la medicina, la educación, la sociología y la antropología, en fin, las ciencias de la vida, las neurociencias, la inmunología, por ejemplo?

      Tenemos ante nosotros una dúplice provocación, por decir lo menos. En un caso, se trata de un libro voluminoso, de más de seiscientas páginas, profusamente ilustrado con ejemplos y casos históricos y sociopolíticos, y bien argumentado. En el otro caso, se trata de dos artículos, cargados de estadística, pruebas y análisis de psicometría, pero de algo menos de sesenta y cinco páginas. En resumen, una auténtica provocación intelectual con alcances y derivaciones en varios planos y aspectos.

      Lo cierto es que parece haber una imbricación cada vez más fuerte entre la evolución natural o biológica y la evolución cultural y social. Las distancias entre naturaleza y cultura son cada vez menores, y esto se pone de manifiesto crecientemente; una voz al respecto es la epigenética.

      Una consecuencia inmediata puede extraerse sin el menor esfuerzo: no existe una “naturaleza humana”, pues por definición una idea semejante es ahistórica, y no sabe, por tanto, de evolución y cambio; en este caso, de crecimiento. Pero una conclusión también inmediata es inevitable, a saber: los seres humanos no terminan de hacerse cada vez posibles. Y la inteligencia –su inteligencia– constituye acaso una de las formas mejor acabadas para hacerse posibles. En ese proceso, nuevas posibilidades, nuevos horizontes se van avizorando o entreviendo, y de alguna manera, por tanto, construyendo. Contra todos los escepticismos, los seres humanos se hacen cada vez más inteligentes. Y, concomitantemente, menos violentos. Una buena noticia, sin importar lo que piensen los demás.

      Th. Kuhn establece la distinción –jamás la jerarquía– entre la comunidad académica y la comunidad científica. Cabe aquí detenernos un instante en la segunda.

      Un investigador destacado no simple y llanamente se concentra en autores, líneas y/o escuelas de pensamiento y determinadas técnicas y herramientas. Además y fundamentalmente debe poder ser capaz de discutir y elaborar modelos. Así, por ejemplo, modelos educativos, modelos físicos, modelos políticos, modelos matemáticos, modelos económicos. La más apasionante y difícil de las discusiones en este plano consiste en considerar: (a) cómo surge un modelo teórico; (b) cómo se mantiene o se sostiene; (c) cómo se echa abajo o se tumba un determinado modelo del mundo o la sociedad.

      Pues bien, correspondientemente, un investigador de primera fila debe poder elaborar una teoría (decir “teorías” suena en realidad muy presuntuoso). Son numerosos que estudian, conocen y debaten teorías; constituyen un puñado selecto aquellos que desarrollan una teoría, en acuerdo con sus fortalezas y/o campos de trabajo.

      El concepto de “teoría”, tal y como se lo conoce actualmente – esto es, por ejemplo, en el sentido de la teoría de la evolución o la teoría de la relatividad–, es perfectamente reciente. La primera vez que aparece el término como tal, es en 1600 con el libro Tellluris Theoria Sacra (conocido en ocasiones también como Theoria Terra Sacra) de Th. Burnetti. Teoría de la Tierra Sagrada.

      Ocasionalmente alguien con formación filosófica podrá argumentar que el concepto de teoría se remonta al griego theorein, que significa contemplar, observar. Esto es cierto. Y, sin embargo, nada tiene que ver con el término de “teoría científica” tal y como se conoce y se emplea habitualmente.

      Pues bien, prácticamente todas las teorías habidas en la historia de la humanidad occidental son y han sido teorías coherentes. Esto es, tienen la pretensión de ser conclusivas y/o concluyentes. En verdad, una teoría que no es concluyente y/o conclusiva no es, en el sentido normal de la palabra, una teoría es, tan solo, una hipótesis o una conjetura.

      La primera y más radical reflexión acerca del significado de las teorías habidas en la historia se debe a K. Gödel, quien demuestra (= teorema) que se ha tratado y se trata, en verdad, de teorías triviales, por tautológicas.

      Dicho de manera sintética, las forma como se han explicado los fenómenos hasta la fecha es atendiendo al sistema en consideración por sí mismo, o bien, a los componentes y a las relaciones del sistema en consideración. Debemos, sostuvo Gödel, poder pensar en términos no tautológicos, esto es, no autorreferenciales. La lógica paraconsistente pone de manifiesto que una teoría tautológica es trivial. Sorpresivamente, la mayoría de explicaciones sobre el mundo han sido… triviales, y, sin embargo, sostiene un argumento pragmático, “han funcionado”.

      Otra manera de entender lo anterior es gracias a una aproximación importante en el marco de la filosofía de la ciencia: el coherentismo. El coherentismo (Ramsey, Bradley, Quine, Sellars, o Recher, entre otros) es sencillamente la tesis que sostiene que todas las explicaciones de un fenómeno deben cuadrar como un rompecabezas, unas con otras. Eso, coherencia.

      Pensar en términos tautológicos o coherentistas, sin embargo, significa en realidad pensar en términos de incompletud. Gödel: si una teoría es coherente, entonces es incompleta. Una forma de entender esto es diciendo que las teorías estándar o normales son inconsistentes. La historia de la lógica, la matemática y la epistemología no ha podido recobrarse de la crítica de Gödel. Y de consuno, de las reflexiones por parte de la lógica paraconsistente.

      Pues bien, un buen investigador puede reconocer que no es necesario ni inevitable que una teoría científica, del mundo o de una parte del mundo deba ser coherente o completa. Son posibles –e incluso, a fortiori, necesarias– otras teorías. Este es el tema, dicho ampliamente, de la metateoría que emerge de las lógicas no clásicas.

      En verdad, son posibles teorías inconsistentes, teorías paraconsistentes y teorías subdeterminadas. Algo perfectamente inopinado e inaudito cuando se lo ve con los ojos de la tradición y/o de la ciencia normal, predominante todavía allá afuera. Este tipo de teorías son alternativas a las teorías completas (una vez más: concluyentes y/o conclusivas, o por lo menos con pretensiones de ser tal). Este nuevo panorama complejiza enormemente el conocimiento, y al mismo tiempo el mundo y la naturaleza.

      La verdad es que el reconocimiento de que existen y son posibles teorías inconsistentes, paraconsistentes y subdeterminadas permite ganar enormemente en grados de libertad y en comprensión y explicación de los fenómenos del mundo. Y uno de ellos, quizás el más sensible de todos: la vida y los sistemas vivos. La vida-tal-y-como-la-conocemos, tanto como la vida-tal-y-como-podría-ser-posible.

      Un investigador de primera fila, por así decirlo, no se encuentra ya abocado(a) a tener que trabajar con, ni a formular y desarrollar, teorías coherentes. Que por ello mismo son cerradas y percluyentes. Ello conduce a comprender el mundo en términos de ámbitos, áreas, campos o compartimentos, más o menos consistentes.

      Sorpresivamente, pensar el mundo y la naturaleza consiste en indeterminarlos, algo perfectamente desconocido a la luz de toda la heurística conocida, la metodología y la lógica de la ciencia habida y normal. Indeterminar el mundo, la sociedad y la vida es perfectamente posible con la ayuda de tres formas de teoría perfectamente desconocidas hasta la fecha. Teorías inconsistentes, teorías paraconsistentes y teorías subdeterminadas.

      Cuando los científicos, académicos e investigadores se dan a la tarea de desarrollar teorías científicas, del mundo o de una sección del mundo y la realidad. Que es lo que sucede la mayoría de las veces.

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