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de la enseñanza, de su planificación, de las estructuras didácticas más usuales del nivel inicial (la unidad didáctica, el proyecto, la secuencia) y del juego. No obstante, aunque nombra, ejemplifica y analiza la práctica constantemente, no es sólo ni principalmente un libro práctico. Es más bien un texto de tesitura reflexiva y dialógica. Está oportunamente interrumpido por dos conversaciones de las que he tenido el placer de participar. Una, real y cercana, con Ruth Harf. Otra, literaria y ficcionada, mediando un debate sobre juego entre Johan Huizinga, Federico Fröebel y Graciela Scheines.

      Pero para hablar de este libro antes es necesario recorrer, aunque sea brevemente, el escenario de los libros de didáctica para el nivel inicial de las últimas décadas, para ponernos en contexto.

      Libros de didáctica para el nivel inicial

      Desde el regreso a la democracia y en las últimas décadas del siglo XX, varias didácticas llegaron para dialogar con aquella primera ola bibliográfica moderna y renovar sus contenidos. Nuevos autores y autoras (y nuevas visiones de autores ya consagrados del nivel inicial) trajeron aportes en términos de la organización de la enseñanza, de uso de tiempos y espacios, se incorporaron nuevas corrientes psicológicas, se jerarquizó la dimensión política e institucional y creció el capital teórico de las didácticas disciplinares en el nivel (con los recaudos que siempre se tuvo al hablar de disciplinas en el marco de un curriculum integral y centrado en el alumno) y de las teorías sobre juego y enseñanza. La misión de un libro de didáctica para el nivel inicial dejó de ser la difusión y la definición del espacio educativo, y pasó a ser la instalación y profundización de ejes teóricos y metodológicos más sólidos, y la búsqueda de un nuevo eje político que renovara y enriqueciera los debates dentro del campo de la educación infantil.

      Similares recorridos tuvieron los documentos curriculares oficiales del nivel. Los diseños curriculares para la educación inicial suelen presentar dos grandes secciones. Por un lado, una sección de fundamentos o encuadre general en la que se ofrecen orientaciones relativas a un amplio abanico de cuestiones, que van desde la organización del espacio y el tiempo en la jornada escolar hasta la planificación de las reuniones de padres o las experiencias directas. Por otra parte, los diseños tienen una sección central donde propiamente se despliegan los contenidos de enseñanza formulados para el nivel, divididos por edad. En el encuadre o marco general (amplio compendio que, tratándose de un documento oficial, funciona de algún modo como una declaración de principios) se hace referencia destacada a las estructuras didácticas más empleadas en el nivel inicial: la unidad didáctica, el proyecto áulico, la secuencia didáctica, el juego-trabajo. Pero también se presentan grandes ideas que guían las prácticas, los discursos y los debates. No es lo mismo hablar de “educación preescolar” que del “nivel inicial”, por ejemplo. Los diseños curriculares instalan, impulsan o consolidan nuevos vocabularios, ideas y propuestas. Otros ejes que suelen desarrollarse en los encuadres generales de los diseños curriculares guardan relación con pilares destacados de la pedagogía del nivel: el juego, la socialización, la autonomía. En la sección de contenidos del currículum de distintas jurisdicciones pueden hallarse diversos criterios organizativos, que podrían resumirse en dos tendencias. Una tendencia a la organización disciplinar por áreas (Matemática, Lengua, etc.) y otra que procura crear categorías amplias que eludan la clasificación disciplinar, del orden de las “experiencias de indagación del ambiente socionatural”, donde se integran los rasgos sociales y naturales del ambiente en procesos y fenómenos que ameritan un abordaje holístico, adecuado a la mirada infantil. Por lo general, los diseños curriculares integran, en distintas proporciones, ambas tendencias, que también aparecen en los documentos curriculares de la formación docente para el nivel inicial. El espíritu pedagógico de estos diseños curriculares puede entenderse desde un mandato fundacional del nivel iniciar de reeditar creativamente y mejorar los dispositivos escolares, incorporando activamente la perspectiva infantil. Allí donde la escuela primaria constituyó una respuesta histórica eficaz a la necesidad existente a fines del siglo XIX de emancipar y normalizar, dar identidad y cohesión a un naciente proyecto de Nación, el jardín de infantes nace en cambio con finalidades y herencias diferentes, más asociadas a un proceso de puesta en cuestión de algunas de las premisas que sostienen clásicamente a la enseñanza tradicional. Hay en los diseños curriculares de la educación inicial, entonces, un permanente trasfondo crítico hacia filosofías educativas anteriores, ante las cuales asume una postura revisionista. Los libros, escritos muchas veces por los mismos especialistas que colaboraron en la elaboración de los diseños de distintas jurisdicciones, siguen una línea similar, pero pueden permitirse ahondar en perspectivas alternativas, en el ensayo, en los ejemplos. Tienen, en fin, un margen mucho mayor de libertad para desplegar debates.

      El para qué de este libro

      Ahora bien, tras este fugaz recorrido por el contexto histórico e ideológico

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