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El jardín es escuela porque allí aprendemos a estar con otros, a salir de nosotros mismos. Los chicos van al jardín para ser verdaderamente escuchados y para habitar otras vidas a través de los relatos que allí se construyen. Van a preguntar y a preguntarse, a mirar y a mirarse, a través de la lente amorosa del juego. Van para abrirse a una conversación que los humaniza como infancias y que devuelve infancia a la humanidad toda. Van a hablar con sus propias palabras, porque en la sala (que es un aula) del jardín (que es una escuela) la palabra está abierta para hacerla propia. En este libro se recorren los sentidos escolares específicos del nivel inicial, para reafirmar todo aquello que este hace por ser una forma -especial, potente y singular- de escuela: dar tiempo, abrir la experiencia, insuflar vida a determinados objetos, contagiar cierto amor al mundo, invitar a «hacer juntos» reuniendo a los semejantes en el territorio de lo común, dar balbucear las distintas lenguas que nos habitan.

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Los estudiantes escriben mal, no logran salirse de sus modismos del lenguaje oral, no saben citar la bibliografía, ¡escriben barbaridades en los exámenes! ¿Es necesario darles un documento con las normas APA para que citen bien? ¿O mandarlos a un taller de escritura? Estas quejas habituales de los docentes en las carreras de la formación nos invitan a darle a la cuestión de la escritura en el nivel superior una atención especial. Para ello es necesario mostrar qué pasa, qué se dice, qué molesta, qué entusiasma en las distintas situaciones de escritura, y tratar de aprender de la experiencia.

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Nuestra didáctica necesita ser un espacio con permisos, con muchas voces, donde los autores inviten a hacer, pero también a pensar, a crear, a inventar y a experimentar. La didáctica nos brinda herramientas para pensar los problemas de todos los días y para enseñar mejor, considerando un enorme abanico de alternativas que siempre existen. Este libro explora en el terreno intermedio entre la didáctica y la pedagogía para ofrecer una reflexión sobre la enseñanza creativa e imaginativa. Las unidades didácticas, proyectos, secuencias y los múltiples asuntos que usualmente recorre un libro de didáctica para el nivel inicial, se presentan atravesados de la premisa de pensar una didáctica para la educación infantil dispuesta a desprenderse de sus mitos, tabúes, mandatos y prohibiciones. Para eso, dice Daniel Brailovsky, la didáctica necesita correrse del lugar místico que se le otorga a veces, cuando las propuestas teóricas y prácticas son interpretadas como verdades inamovibles, que el maestro debe absorber para estar actualizado.

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