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¿Rendirse? ¡Jamás! Y otras historias. Roger Condori
Читать онлайн.Название ¿Rendirse? ¡Jamás! Y otras historias
Год выпуска 0
isbn 9789877982961
Автор произведения Roger Condori
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
“Conozco tus obras, tu arduo trabajo, tu paciencia... Pero extraño tu primer amor”.
No olvides que Jesús desea compartir contigo todos los momentos de tu día, los buenos y los no tan buenos también. El presente que él valora por encima de cualquier cosa material es que le dediques tu tiempo, tu vida, y que la amistad entre ustedes crezca. No te prives de su compañía hasta el día de su cumpleaños (¿acaso no es eso Navidad?); conversa con él todos los días.
Pasajero de tercera clase
Así que de buena gana gastaré todo lo que tengo, y hasta yo mismo me desgastaré del todo por ustedes. Si los amo hasta el extremo, ¿me amarÁn menos? (2 Corintios 12:15).
En una estación de tren se vendían tres tipos pasajes para un servicio rápido: primera, segunda y tercera clase.
Al llegar la hora de iniciar el viaje, todos los pasajeros subieron a un mismo coche. Entonces, los que habían pagado por la primera clase protestaron por este injusto trato, pero los empleados de la compañía los calmaron con la promesa de que, durante el viaje, se notaría la diferencia.
Habían viajado algunas horas, cuando llegaron a una cuesta muy empinada; el motor hacía mucho esfuerzo por ascender, hasta que no pudo más y se detuvo. Entonces, el conductor dijo en voz alta:
–Señores pasajeros, la máquina ya no puede más y, si no hacemos algo por ayudarla, nos quedaremos indefinidamente en este lugar solitario.
–Y ¿qué es lo que podemos hacer nosotros? –preguntaron los pasajeros.
–Quienes compraron boletos de primera clase permanecerán sentados en sus asientos –respondió el conductor–. Los que tienen boletos de segunda clase deberán caminar hasta la cumbre, y quienes compraron boletos de tercera tendrán que ayudar a empujar el coche.
Todos comprendieron que esa era la forma de hacer justicia en aquel viaje.
Recuerda
¿Qué tipo de pasajero eres?
Muchas personas pretenden ser de primera clase y se sientan cómodamente a mirar el desarrollo de los acontecimientos. Les gustan de ser servidos por los demás y recibir consideración por parte de sus amigos y sus vecinos.
También están quienes caminan solos y aparentan no necesitar de nadie; tampoco sienten la necesidad de ayudar a los demás. Estos son los pasajeros de segunda clase.
Finalmente, están aquellos que ponen todo su esfuerzo al servicio del Señor. No les importa ser de “tercera clase”, no aspiran a cargos altos y no buscan consideraciones. Simplemente, se gozan en servir a su Dios sin buscar ser servidos.
¿A qué clase perteneces? Solo tú tienes la respuesta. Ojalá seas parte de los que se gozan en servir a Dios con los talentos que él te ha dado.
Él es dueño de todo
Y esta piedra que yo erigí como pilar será casa de Dios, y de todo lo que Dios me dé, le daré la décima parte (Génesis 28:22).
Cierto día, un agricultor de avanzada edad, que solía estudiar su gastada Biblia todos los días, descubrió una verdad, hasta ese momento desconocida para él; entonces, se postró de rodillas para conversar con Dios y le dijo:
–Señor, yo pensé que era el dueño de esta chacra, pero ahora reconozco que es tuya. Te la devuelvo y, a partir de hoy, seré solo un trabajador a tu servicio. Para los hombres, mi nombre seguirá apareciendo en el título de propiedad, pero tú y yo sabemos quién es el verdadero dueño.
Días más tarde, cuando salió a la ciudad a comprar provisiones, se encontró con otros propietarios y, mientras conversaba animadamente con ellos, les comunicó:
–¿Saben? Acabo de entregar mi chacra a su dueño.
–¿Qué? ¿A quién se la vendiste?
–¡Oh, no! No la vendí, solo la devolví a su verdadero propietario.
–¿Cómo es eso? Nosotros siempre pensamos que tú eras el dueño.
–Yo también pensaba igual, pero hace poco descubrí que todo lo que tengo le pertenece a Dios –respondió el agricultor.
Sus amigos solo atinaron a mover la cabeza sonriendo burlonamente, pero él prosiguió:
–Esto, indudablemente, me quita un gran peso de encima, pues ya no tengo que preocuparme por la chacra, la casa y los resultados de la siembra; simplemente, le consultaré al dueño cómo quiere que la administre y obedeceré fielmente sus indicaciones.
Pasaron los años y todo parecía marchar por el camino correcto, pero llegó un día fatal para las chacras de la zona: una plaga de langostas cayó sobre todos los campos sembrados de la región y devoraron todo que encontraron a su paso, incluyendo el pasto del borde de los caminos y la corteza de los árboles. Todos los vecinos se lamentaron por estas pérdidas tan irreparables y por el tiempo de escasez que se aproximaba. Sin embargo, el agricultor mayordomo de Dios estaba sereno y tranquilo; entonces, le dijeron:
–Dios no libró su propiedad y ni la defendió de las langostas. ¿Cambiarás de opinión ahora y recuperaras tu chacra?
–¡De ninguna manera! Lo que yo sostengo no es una opinión, sino una realidad. ¿Quién soy yo para cuestionar a Dios? Si él es dueño de todo, incluyendo las langostas, y a le pareció bien dar de comer a sus langostas el producto de su chacra, yo no veo ningún inconveniente. Para mí, todo está absolutamente claro.
Recuerda
Somos creación y obra de Dios, le pertenecemos; nuestra vida, nuestras posesiones, nuestros talentos. Todo debe ser confiado a su servicio. Reconoce a Dios y entrégale a él todas tus cargas, preocupaciones, proyectos y anhelos. Él tiene planes especiales para nosotros, incluso mejores de los que nos imaginamos.
Mi fidelidad a Dios
¿Acaso roba el hombre a Dios? ¡Ustedes me están robando! Y todavía preguntan: “¿En qué te robamos?” En los diezmos y en las ofrendas (Malaquías 3:8).
Un muchacho de dieciséis años se despidió de su hogar para buscar nuevos horizontes. Sobre sus hombros llevaba un atado con algunas prendas de vestir, lo que constituía toda su herencia. Su vecino, un veterano capitán de una embarcación, al verlo salir preparado para un viaje, le preguntó:
–¿A dónde vas?
–A Nueva York. Mi padre es demasiado pobre para mantenerme y me dijo que, a partir de hoy, debo arreglarme en la vida como pueda –respondió el adolescente.
–Y ¿qué sabes hacer? –preguntó el marino.
–Mi padre me enseñó de muy pequeño a fabricar jabones y velas, y sé cómo hacerlas.
–Te voy a dar un consejo, Guillermo. Dentro de veinte años, alguien va a ser el más grande fabricante de jabones en Nueva York, y bien podrías ser tú. Vamos a arrodillarnos, y te invito a orar antes de despedirnos –dijo el hombre de mar.
El vecino oró fervientemente pidiendo que Dios dirigiera la vida de Guillermo. Al terminar la oración, ambos se pusieron de pie y, con un abrazo de victoria, se despidieron. Antes de perderlo de vista, el marino gritó:
–Recuerda, Guillermo. La clave del éxito es esta: entrega tu corazón a Jesús, camina con él y, sobre todo, sé fiel devolviéndole la décima parte de todas tus ganancias, desde el primer momento.
Guillermo llegó a la ciudad de sus sueños y estuvo varios días sin encontrar trabajo, manteniéndose como podía. Extrañaba el calor de su hogar, que ahora solo quedaba en el recuerdo.
Un día pasó, frente a una iglesia en donde se desarrollaba el culto divino. Se acordó, entonces, del consejo del viejo capitán