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era asqueroso para mí, para Helena no. Tenía muy buen estómago.

      Si mirabas para arriba, en el techo podías ver la mugre colgada como heno en los nacimientos de Navidad. Al techo nadie podía limpiarlo, así que el humo de la ciudad, acumulado por los años, formaba un túnel negro y profundo al que no se podía ver el fin. Así era El Chopo, un museo sucio pero muy visitado. Entrañable. Espantosamente divertido.

      La maestra volvía a explicar en vivo y en directo lo que ya nos había dicho en clase. Oye, susurró Helena, ¿cuándo llegaremos a las momias? ¿Qué pasó, Helena? Guarda silencio, le increpó la maestra. La callaba a cada rato. Pero como era su consentida, nunca la regañó.

      De 1901 a 1905 el ingeniero Luis Bacmeister se encargó de su armado, en el número diez de la calle de Chopo… Creo que hoy la calle se llama Enrique González Martínez…

      Helena me hacía señas con la cabeza: cuándo, cuándo…

      Según el proyecto de los hermanos Flores (…) Sus calles tenían nombres de árboles y flores (…) edificio, conocido en aquellos años como «El Palacio de Cristal» (…) al museo Nacional de Historia Natural (…) que organizó Porfirio Díaz con motivo del Centenario de la Independencia de México el primero de diciembre de 1913…

      La maestra hablaba y hablaba, no dejaba de hablar. A veces, hacía un alto y nos contaba: uno, dos, tres, cuatro…, veía que estuviéramos todas y seguía su clase.

      Durante esta administración, en 1926, la viuda de Andrew Carnegie dona al museo una reproducción del llamado Diplodocus Carnegie, réplica en yeso de un dinosaurio jurásico que definiría por décadas la identidad del museo…

      ¡Nosotros que creímos que era de verdad! Bueno, ya les dije al principio, algunas partes.

      ¿Y las momias? Helena dale y dale con las momias. Y la verdad, yo también.

      Epicedio II

      Estás ridícula con ese maquillaje. Pareces la caricatura de una prostituta. Una especie de momia nocturna, de falsa Ofelia ahogada en la bañera. Me gustaría que pudieses verte, te reirías de verdad, eres la obra maestra de tu madre. Apesta, demasiadas jodidas flores en esta habitación, no puedo respirar.

      ¿Sabes? En la parte de arriba del armario, en la caja de cartón, encontré todas tus plumas, llaveros, moneda extranjera, diarios franceses, todo, incluso el alzacuellos de un cura. La verdad es que no sabía que te gustara coleccionar todas esas cosas. Ni siquiera viviendo 200 años es capaz un marido de descubrir cómo es realmente su mujer. Quiero decir que podría comprender lo infinito del universo, pero nunca descubriré la verdad sobre ti. Jamás. ¿Quién demonios eras?

      «Monólogo», Bernardo Bertolucci, actuado por Marlon Brando,

       frente al cadáver de su esposa, que se ha suicidado

      en la película El último tango en París.

      ***

      ¿Por qué los pervertidos necrofílicos hallan atractivo un cadáver?

      Veamos: los cadáveres presentan tres características poco agradables:

      1. La frialdad.

      2. La inmovilidad.

      3. El mal olor.

      Pero la primera de ellas no siempre es despreciada por los necrófilos. Estas condiciones son las que excitan a algunos degenerados, lo que los convertiría en algo así como fetichistas de la frialdad, o del mal olor.

       https://es.wikipedia.org/wiki/Necrofilia

       https://psicologiaymente.com/sexologia/necrofilia

      ***

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