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      Índice de contenido

       Sinopsis

       La noche anterior al cierre el museo fue plenilunio

       Cecilia y Helena I

       Cecilia y Helena II

       Cecilia y Helena III

       Cecilia y Helena IV

       Marcela

       Rómulo

       Josefa

       Esteban. Stéfanos. El Victorioso

       Colofón

       Datos de autor

      Sinopsis

      La noche anterior al cierre del museo fue plenilunio - Cuando Cecilia y Helena visitan el museo de El Chopo como parte de una excursión escolar, descubren que una de las momias que se hallan en su interior es la de su tía Marcela. A partir de ese momento, entreverada en varios planos narrativos, conoceremos la historia que llevó a Marcela a convertirse en una muerta incorrupta: su historia de amor con Rómulo, su fallecimiento y su periplo una vez convertida en cadáver. La noche anterior al cierre el museo fue plenilunio tiene una estructura polifónica en la que se delinea casi desapercibidamente un país posrevolucionario custodiado por el emblemático museo del edificio de cristal. Una historia distinta, con cierto humor, llena de pasión y que muestra una faceta del México profundo.

logoequili La noche anterior al cierre el museo fue plenilunio

      ©2020, Carmen Turrent

      © 2020, La Equilibrista

       [email protected]

       www.laequilibrista.es

      Primera edición: 2020

      Maquetación: La Equilibrista

      Imprime: Ulzama Digital

      ISBN: 978-84-18212-36-9

      ISBN Ebook: 9788418212376

      Depósito legal: T 764-2020

       Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro, incluido el diseño de cubierta, así como su almacenamiento, transmisión o tratamiento por ningún medio sea electrónico, mecánico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito de: NOCTIVORA, S.L.

      Para Celia Rivas, quien me contó la historia.

       Cecilia y Helena I

      Helena y yo éramos las hermanas más pequeñas de la familia Rivero. Íbamos a un colegio de niñas. Un colegio de religiosas que había en Azcapotzalco, pueblo aledaño a la Ciudad de México, donde vivíamos desde que mi mamá dejó Tlalpujahua, en Michoacán y, con una fuerza inusual para las mujeres de aquellos tiempos, decidió buscar fortuna por estos lugares.

      Helena y yo cursábamos tercer año de primaria. Aunque era mayor que ella, estábamos juntas en el mismo grado, porque yo cursé dos veces primero de primaria. Siempre fui más seria. Helena desde chica fue la graciosa, se reía de todo, hasta de lo que no debía reírse.

      En nuestra escuela, las monjas eran muy estrictas con la disciplina. Cuando teníamos alguna actividad fuera de las aulas, nos formaban de dos en dos, cogiditas de la mano, y nos decían a voz en grito: ¡No se distraigan! ¡No rompan la fila! ¡No hablen! La misma cantaleta antes de salir de la escuela para ir al parque, asistir a eventos o visitar museos. Para el caso que les hacíamos. Por el camino no dejábamos de hablar y hablar como pericas, atravesábamos sin cuidado las calles e íbamos bobeando frente a las miles y miles de cosas que mostraban los aparadores. Parecíamos una parvada de pericas huastecas.

      Mi mamá nos mandaba muy bien vestiditas. La pobrecita tenía la esperanza de que llegáramos a la Universidad. A decir verdad, ninguna destacó en los estudios: nos interesaba jugar, hacer amigas, platicar. No nacimos para eso. Recuerdo que los cuellos del uniforme nos lastimaban mucho porque toda nuestra ropa estaba almidonada, como totopo. Teníamos que andar derechitas para evitar que la tela nos rozara la piel. Helena y yo parecíamos dos muñequitas de celuloide, tan pequeñitas, tan limpias. Como pirinolas, se burlaba Helena. La risa le salía nomás así, y a todos nos encantaba.

      La directora nos avisó ocho días antes que iríamos a visitar el museo de El Chopo. ¿El Chopo? ¿Qué es eso? El nombre me revolvió la cabeza, El Chopo. Nos dejaron de tarea buscar en el Diccionario Brevis el significado de la palabra Chopo. Por el nombrecito del tumbaburros ya se podrán imaginar que era de aquellos que, si buscas la palabra pato, te dice: «Véase ganso». Pero en esta ocasión el Brevis no hizo honor a su nombre. Encontramos una respuesta más o menos así:

      ***

      Chopo

      m. bot. Nombre que se da a varias especies de álamos.

      Chopo negro. Árbol caducifolio de la familia salicáceas (Populus nigra) caracterizado por su tronco con la corteza fisurada y casi negra, provista de numerosos abultamientos. Sus hojas son ovales y aserradas. Crece en las proximidades de los cursos de agua.

      ***

      La verdad, lo preferíamos «brevis», porque cuando expliiiiicaaaaba… no entendíamos nada, ¿museo del árbol caduci… fi… qué?, copiamos la información tal cual en nuestro cuaderno. ¡Apa nombrecito! El Chopo.

      Dos días antes de la visita al museo, la maestra, que si mal no recuerdo se llamaba Carmen, nos contó que a El Chopo le decían El Palacio de Cristal; que llegó a México pieza por pieza y tuerca por tuerca desde Alemania; que estaba recubierto con tabique prensado y cristales, muchos cristales; que fue en el año de 1905 a la colonia Santa María la Ribera; que era igualito que el Cristal Palace de Inglaterra; que quien lo mandó a hacer fue, decía, nada más y nada menos que don Porfirio, a quien le gustaban mucho las plantas y los árboles, y que él fue quien lo bautizó con ese nombre: El Chopo; que espantaban por las noches y por eso no había velador; que era muy interesante porque había un esqueleto completo de dinosaurio, pulgas vestidas, animales disecados, terneras con dos cabezas, esqueletos de ballenas que colgaban del techo, cabezas reducida por los aborígenes de la selva amazónica, perros disecados de siete patas, arañas y tarántulas que parecían vivas y no lo estaban, la colección de mariposas más increíble del mundo cuyas alas tenían indescriptibles formas y colores. Cosas imposibles de creer y más: el colmillo de la mandíbula de un elefante primitivo encontrado en Tequixquiac; muestras disecadas de tres mil novecientas veintinueve aves; una musaraña como ejemplo del mamífero más pequeño del mundo; las muestras fósiles de diferentes mamíferos asiáticos; colecciones inmensas de insectos; ejemplares de esponjas, medusas, estrellas de mar, tortugas y… momias.

      La mañana que fuimos a El Chopo desayunamos más temprano porque nos citaron media hora antes de la entrada. Nos pidieron que portáramos uniforme

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