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esto fomenta la competencia y el resentimiento entre esa población, dado que esta noción se vincula directamente con la presión de la rentabilidad para recuperar la inversión realizada y genera tensión frente a los modelos o el sentido de la financiación. “Se olvida sin embargo que, en una sociedad capitalista, el joven tendrá que encontrar un empleo en condiciones que le permitan desarrollar un trabajo que corresponda a sus conocimientos para ser capaz de realizar su ‘inversión’, y que esto no depende en gran parte de sus esfuerzos sino de la estructura de la sociedad y del mercado de trabajo” (Galcerán, 2010, p. 18).

      3. La estructura gerencial de la empresa que se traslada a la Universidad hace recaer los cargos de dirección en personal externo, de manera similar al estilo de los gerentes de empresa, de forma que se reducen los órganos colegiados y se establecen criterios de rentabilidad para la concesión de plazas y la financiación.

      4. El cálculo económico es el único criterio que se va a tener en cuenta, dado que la formación es asumida como un capital que el beneficiario debe pagar y las tasas aumentan, entonces, es necesario un esfuerzo hacia la autofinanciación.

      La globalización de la Universidad refleja que la transformación que esta ha experimentado tiene un alcance global, sin embargo, esta lógica mezcla dos aspectos. Por un lado, la construcción de una Universidad planetaria, es decir, vista desde los noventa como un mercado global por el Banco Mundial y, por otro lado, la constante promoción de centros de educación universitaria de carácter privado, con franquicias por todo el mundo. Como afirma Boaventura de Sousa Santos, desde mediados de aquella década,

      [la] opción fue entonces la mercantilización de la Universidad. En este proceso identificó dos fases. En la primera, que va del inicio de la década de1980 hasta mediados de la década de 1990, se expande y se consolida el mercado nacional universitario. En la segunda, al lado del mercado nacional, emergió con gran fuerza el mercado transnacional de la educación superior y universitaria, que a partir de finales de la década se transforma en solución global de los problemas de la educación por parte del Banco Mundial y de la Organización Mundial del Comercio (De Sousa, 2005, p. 25).

      Los estudios universitarios se configuran como el conjunto de servicios de carácter cognitivo que se ofrecen en diferentes puntos del planeta, con la finalidad de consolidar una “fuerza de trabajo” especializada y sofisticada. De manera convergente, puede afirmarse que la investigación se convierte en uno de los pilares de la Universidad, cuyo rasgo distintivo es que privilegia el mercado con sus resultados.

      Las políticas europeas de investigación tienden a crear un Espacio Europeo de Investigación, similar al Espacio Europeo de Educación Superior. Su objetivo consiste en establecer una red de centros de excelencia científica, desarrollar un enfoque común de las necesidades de financiación de las grandes infraestructuras de investigación, reforzar las relaciones entre las distintas organizaciones de cooperación científica, estimular la inversión con sistemas de apoyo indirecto, desarrollar un sistema de patentes y de capital riesgo, e incrementar la movilidad y el aumento del atractivo de Europa para los investigadores del resto del mundo, de modo que la fuga de cerebros se invierta en dirección a Europa. [...] Hay que prestar algo de atención a la propia denominación de los programas: en la fórmula I+D+i (investigación + desarrollo + innovación), el término innovación está claramente marcado y no significa simplemente la incorporación de conocimiento nuevo, sino que se utiliza en una acepción precisa que incorpora el gasto en I+D externo (subcontratado), el gasto en I+D realizado con los recursos internos de la empresa, la compra de maquinaria y equipo, la adquisición de conocimientos externos, el diseño y preparación de la producción y la distribución así como la formación e introducción de nuevos productos en el mercado (Galcerán, 2010, pp. 23-24).

      Hay una respuesta por parte del movimiento estudiantil, a partir del cual se hace evidente una contraposición entre “quienes pretenden rentabilizar económicamente el mercado emergente de la formación, y en especial de la formación universitaria, y quienes pretenden asegurar el derecho a una educación de calidad para toda la población, en especial para la población joven, manteniendo el carácter del conocimiento como ‘bien común’” (Galcerán, 2010, p. 26).

      La transformación de la Universidad se encuentra inmersa en la emergencia del capitalismo cognitivo, por ello, el conocimiento se convierte en el negocio que sustenta esa lógica. Se confirma el paso de un capitalismo nacional-imperialista a un capitalismo global, en el cual se desconfigura la idea del Estado de bienestar y, por el contrario, se consolida la perspectiva del capitalismo cognitivo. Como resultado de ello, la investigación en la Universidad se enfoca en el mercado.

      Ante esta transformación, el movimiento estudiantil ha estado muy presente y ha realizado acciones como huelgas, ocupaciones y manifestaciones. En el contexto global, se considera la contraposición entre los que rentabilizan el mercado y los que lo cuestionan. Pese a ello, estos movimientos no captan la complejidad, porque primero deben ocuparse de desentrañar las medidas aplicadas frente al lugar de la Universidad.

      Podríamos resumir diciendo que en la situación de impasse creada por una cierta obsolescencia de la Universidad tradicional, unida al desajuste que produce la incorporación de la producción de saber dentro del capitalismo cognitivo, en un momento, sin embargo, en el que la resistencia por parte de las capas trabajadoras se encuentra en franco retroceso, la propuesta de las capas dirigentes da por hecha la necesaria supeditación de la formación a las exigencias empresariales y se acoge para ello a fórmulas tecnocráticas de gestión y homologación de los estudios. A la vez refuerza el mercado de la educación para el que se necesita una medida homogeneizadora que permita intercambiar unos estudios por otros, y ¡qué mejor medida que el tiempo! (Galcerán, 2010, p. 29).

      La figura del estudiante precario también se transforma, es decir, la constitución de una subjetividad sumisa es uno de los requisitos para que la lógica universitaria se configure. El hecho de que la formación se encuentre ligada al empleo, se esfuerza por construir subjetividades acordes con las exigencias del mercado; de esta forma, los movimientos estudiantiles y los campos de lucha o resistencia de forma paralela posibilitan un lugar político y, por ello, la creación de otra subjetividad que sea capaz de reaccionar y regir ante las problemáticas que emergen con la existencia de una universidad en conflicto.

      Desafortunadamente, para muchos estudiantes y jóvenes intelectuales el futuro que la universidad-empresa prepara para ellos no es nada apetecible. Esa carrera que se asemeja tanto a las incitaciones para invertir en planes de pensiones, anima a sacrificar el presente en aras de un futuro extremadamente incierto (Galcerán, 2010, p. 34).

      La formación ligada al empleo pugna por construir una subjetividad acorde con las exigencias económicas y disciplinarias del mercado capitalista, una subjetividad que “interiorice los objetivos de la empresa, la obligación de [obtener] resultados, la gerencia por proyectos, la presión del cliente así como la constricción pura y simple ligada a la precariedad” (Negri y Vercellone, 2008 citados en Garcelán, 2010, p. 37).

      Antonio Negri y Carlo Vercellone reconocen la existencia de una crisis en la Universidad, por un lado; pero, por otro lado, la crisis financiera global determina la empresarialización de esta institución social. En este punto, el movimiento Edu-Factory consolida la lista de correos transnacionales y se centra en las transformaciones de la Universidad, en la producción de saberes y en la forma del conflicto; de esta manera constituye un punto de vista parcial ante la crisis de la Universidad, pues reconoce el fin de la Universidad moderna y afirma que no se debe tener nostalgia ante ello.

      La empresarialización de la Universidad y la emergencia de la Universidad global son el resultado de un conjunto de luchas que van más allá del desarrollo capitalista; se consolidan contribuciones de diferentes partes del mundo y aparece una claridad central del saber que se convierte en un recurso y un instrumento productivo central del capitalismo que excede la unidad de medida de la economía política clásica.

      Los saberes se reducen a una unidad de medida abstracta y permiten articular la mutación de los mecanismos de selección y segmentación que han dejado de ser excluyentes para convertirse en procesos de inclusión diferencial:

      A partir de los años ochenta, la teoría del New Public Management,

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