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autoritarismo —respondió él—. ¿Dónde estábamos?

      Ella abrió la boca para contradecirle, pero entonces, él apoyó una mano a cada lado de sus hombros y la besó. Con solo saborearlo, Molly se olvidó de los pantalones. Había muchas otras partes de él para disfrutar en aquel momento. Por ejemplo, su espalda, una expansión suave de músculos que vibraron bajo las palmas de sus manos.

      Mientras él seguía besándola profundamente, con una lengua de terciopelo, ella le acarició la espalda hasta las nalgas, y se las agarró con ambas manos. Los dos gruñeron cuando Molly lo ciñó contra su cuerpo.

      —Oh, sí —gimió Molly, pero Ben negó con la cabeza.

      —Esta vez no, nena. Esta vez lo vamos a hacer bien.

      Ella giró las caderas.

      —A mí me parece… muy bien.

      Ben se rio. Inclinó la cabeza y le succionó uno de los pezones, y Molly arqueó la cabeza hacia atrás, tanto, que la habitación quedó al revés ante su vista.

      —Sí. Oh, sí, sí…

      Entonces él volvió a reírse, y su risa le lanzó vibraciones de placer por todo el cuerpo. Ben comenzó a moverse y a darle besos, o suaves mordiscos, en diferentes partes del cuerpo. Llegó a sus caderas y se las lamió, y después lamió el tendón tenso, y la parte interior de sus muslos. Ella hundió los puños en las sábanas para no agarrarlo del pelo y tirar de su cabeza hacia el lugar más adecuado. Ya había usado su entrepierna como juguete sexual, y no tenía derecho a usar su cara también.

      Además, él llegaría allí, finalmente. No podía quedarse lamiendo la parte superior de sus muslos para siempre. Lamiéndola y…

      —¡Ya! —gritó Molly—. Ya, por favor. Te necesito. Oh, Ben, quiero tu lengua, y tu boca… succionando y…

      Él volvió a reírse, solo que en aquella ocasión, Molly notó la vibración de su risa en el sexo, porque él tenía la lengua justo allí, por fin, apretada contra su clítoris. Él lamió, lo rodeó con la lengua, succionó…

      —Oh, Dios… Dios… —gimió ella, y añadió unas cuantas palabras más que no querría oír. Sin embargo, Ben debió tomárselo como una muestra de ánimo, porque repitió aquel pequeño movimiento giratorio de la lengua—. Más, por favor. Por favor…

      Y Ben la complació. No se entretuvo con los preliminares, ni hizo las cosas despacio para que ella pudiera adaptarse; introdujo dos dedos en su cuerpo y volvió a sacarlos, y los metió otra vez. Ella gritó de placer, y no tuvo tiempo para decirle cosas eróticas, porque estaba muy ocupada teniendo un orgasmo abrumador.

      Ben movió los dedos y la lengua hasta que le sacó el último gemido, y, finalmente, apartó la cara de su cuerpo.

      —Bueno —gruñó entre sus piernas—, ¿no ha sido mejor que un frotamiento seco?

      Ella agitó la cabeza. Estaba demasiado débil como para asentir, y esperaba que él lo interpretara como un asentimiento.

      —¿Ya tienes sueño?

      —No —mintió ella—. Ni hablar.

      —¿Estás segura?

      —Completamente segura.

      Entonces, él se levantó y se arrodilló por encima de ella, y como si fuera un dios griego, se desabrochó los pantalones. Molly sintió que le temblaban las rodillas, pese a que estaba tumbada boca arriba.

      Por fin. Por fin iba a tener a Ben Lawson.

      Él se abrió la cremallera y se bajó los pantalones y los calzoncillos, y…

      —Oh, Dios Santo —musitó Molly.

      Ben se desnudó por completo y la miró con los ojos entrecerrados, ni orgulloso y azorado. Solo… concentrado.

      Él volvió a la cama y Molly se tumbó sobre el estómago y se estiró hacia la mesilla de noche.

      —Preservativos —dijo, mientras él la agarraba del tobillo. Ella abrió el cajón justo cuando él cerraba los dedos alrededor de su rodilla.

      —Ya tengo uno —murmuró Ben, y deslizó la palma de la mano hacia arriba.

      Molly se quedó inmóvil mientras él llegaba hasta sus nalgas. Cerró los ojos y mordió la almohada.

      —Tú… —dijo él, y le agarró las nalgas con ambas manos. Empezó a masajeárselas sensualmente y prosiguió—: Tú siempre has tenido un trasero alucinante.

      Ella lo movió, intentando ser sutil, y seguramente fracasando en su intento. Sin embargo, él emitió un murmullo de aprobación.

      Molly sonrió.

      —Tengo un trasero muy generoso.

      —Oh, sí —dijo él, y ella se rio.

      —¿Te gusta eso, profesor?

      —Oh, sí.

      Él apretó suavemente los dientes contra su nalga izquierda, y Molly soltó un gritito. Entonces, él se la besó a modo de disculpa, y después pareció que olvidaba que se había disculpado y se la mordió de nuevo. En aquella ocasión, ella estaba prevenida, y suspiró de excitación. Y cuando él metió la mano entre sus piernas y la acarició, ella gimió contra la almohada y arqueó el trasero hacia arriba.

      Dios Santo, estaba lista de nuevo, incluso más excitada que unos minutos antes. Y Ben… Bueno, el pobre Ben todavía no había disfrutado del todo, y tenía la respiración entrecortada.

      —Quiero… —comenzó a decir él, y entonces gruñó y le agarró las caderas con firmeza. La puso de rodillas, y ella oyó rasgarse el paquetito del preservativo—. Quiero esto —añadió con la voz ronca, justo antes de posar el extremo de su miembro en la humedad que había creado.

      Molly presionó la frente contra la almohada y gimoteó de impaciencia. Ya le parecía muy grande, y era gozoso.

      Su cuerpo se resistió, así que Ben retrocedió un poco y volvió a empujar.

      —Oh, Ben. Oh… —gimió ella, y abrió más las rodillas.

      Aquello le dio más espacio a Ben, y consiguió penetrar por completo en su cuerpo. El sexo de Molly lo ciñó con fuerza, luchando contra su invasión, y ella se deleitó al oír que a él se le cortaba la respiración.

      Cuando las caderas de Ben estuvieron presionadas contra las de Molly, él se detuvo para tomar aire. La agarró con fuerza por las caderas, como si no fuera a dejarla escapar aunque ella se lo pidiera. Molly se agarró ciegamente a los barrotes del cabecero de la cama, esperando, esperando.

      Entonces, tan lentamente como había penetrado, Ben salió de su cuerpo casi por completo, e hizo una pausa. Ella pensó que iba a hacer que le rogara otra vez, pero no fue así. Volvió a hundirse en ella, y ella perdió el hilo de su pensamiento.

      —Oh…

      Escondió la cara en la almohada mientras él comenzó a dar embestidas largas y duras. Ella no pudo dejar de gemir.

      —Quería esto —dijo él con la voz ronca, acometiendo cada vez con más fuerza.

      —Sí… sí, sí, sí.

      Y entonces, Molly estaba diciendo demasiadas cosas, gritando y susurrando, gruñendo y sollozando, pidiéndole más y más.

      Y lo único que dijo Ben fue su nombre, una y otra vez, y a ella le encantó. Justo cuando las acometidas empezaban a ser más rápidas, él hizo una pausa, se hundió en ella profundamente y tomó aire. Entonces salió de su cuerpo y la empujó hacia abajo al mismo tiempo que la giraba. Molly le pasó una pierna temblorosa por encima de la cabeza, y él se acopló maravillosamente entre sus muslos.

      —Y quería esto —dijo, justo antes de besarla y volver a penetrar en su cuerpo.

      Ella no podía

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