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lo cual no nos ayudan mucho a conocer quién era Él verdaderamente. No solo eso, pero en la mayoría de los casos aun los mejores de estos documentos simplemente no nos dicen mucho acerca de Él. Ellos están interesados en otros asuntos y por eso solo mencionan a Jesús o lo aluden en lugar de hablarnos con detalle de Él. Tenemos, sin embargo, un enorme tesoro de información sobre Jesús—un reporte de lo que dijo, hizo, y de quién era él, detallado, personal, por testigos oculares, minucioso. Ese tesoro es la Biblia.

      ¡Pero ahora espera un momento antes de cerrar el libro! Conozco algunas personas que cambian de opinión cuando se menciona la Biblia porque piensan en ella como un libro “de los cristianos”, y por lo tanto creen que es tendenciosa y no sirve para dar información certera. Si eso es lo que piensas, aunque no lo creas, diría que tienes algo de razón. La Biblia es de hecho el libro de los cristianos. Sin lugar a dudas, los documentos del Nuevo Testamento que conforman la segunda parte de la Biblia fueron escritos por personas que creían lo que Jesús dijo y que también creían que los documentos del Antiguo Testamento anunciaban su venida. Ellos eran creyentes. Eso es innegable. Pero esto no quiere decir que estas personas tuvieran alguna agenda maliciosa. Piensa en esto: ¿Cuál pudo haber sido su propósito? ¿Hacerse famosos? ¿Hacer dinero? ¿Volverse líderes poderosos de una iglesia muy rica? Tú puedes especular sobre esto, por supuesto, pero si esa era su intención, entonces su plan fue un rotundo fracaso. La mayoría de las personas que escribieron los documentos del Nuevo Testamento sabían que morirían por lo que decían de Jesús. Y aun así ellos continuaron diciéndolo.

      ¿Te das cuenta? Si al escribir el reporte de algo, tu meta es ser reconocido, volverte poderoso o terminar siendo rico, no te aferras a esa historia cuando la guillotina está sobre ti y tu cabeza va a rodar. La única manera de aferrarte a la historia en medio de esas circunstancias es si tu meta es decir lo que en verdad sucedió. Eso es lo que tenemos en la Biblia—una colección de relatos escritos por testigos oculares que creían lo que Jesús dijo y escribieron sus libros con el objetivo de dar una descripción precisa de quién era Él, qué dijo y qué hizo. Entonces, ¿cómo conocer a Jesús? La mejor manera es por medio de la lectura de estos documentos—es decir, leer la Biblia.

      Ahora bien, los cristianos creen que la Biblia es mucho más que una mera colección de la mejor información que podemos encontrar acerca de Jesús. Ellos creen que la Biblia es la Palabra de Dios, esto significa que Dios mismo condujo a los hombres que la escribieron a escribir lo que él mismo quería decir, de forma que todo lo que ellos escribieron es absolutamente cierto. Probablemente ya te diste cuenta de esto. Yo soy cristiano y creo lo anteriormente dicho sobre la Biblia.

      Pero quizá eso se ve muy lejano para ti en este momento. Eso está bien. Aun cuando no creas que la Biblia es la palabra de Dios, los documentos que contiene son material histórico. Siguen siendo los escritos de gente que intentaba dar un informe preciso de Jesús. Entonces, por el momento, acércate a ellos como eso. Hazles preguntas, léelos crítica y cuidadosamente como leerías cualquier otro documento histórico. Pregúntate a ti mismo, “¿Creo que esto es cierto o no?” Todo lo que te estoy pidiendo es que te acerques a estos documentos de una manera justa. No los avientes a una caja etiquetada como “Basura Religiosa” y decidas desde el principio que deben ser ridículos, primitivos y falsos. Mira, las personas que escribieron los documentos del Nuevo Testamento eran inteligentes. Ellos eran residentes e incluso ciudadanos del imperio más poderoso en la faz de la tierra. Ellos leían filosofía y literatura que todavía leemos en las escuelas. (De hecho, si tú te pareces a mí, ¡probablemente ellos leían esos libros de forma más cuidadosa y seria de lo que tú lo hiciste!) Es más, ellos sabían la diferencia entre la realidad y la ficción. Ellos sabían lo que eran el engaño y la mentira y entendían como estas cosas diferían de la historia y la verdad. De hecho, los escritores del Nuevo Testamento mantenían las distinciones entre estas cosas de una manera mucho más marcada y cuidadosa de lo que nosotros lo hacemos generalmente. Y de lo que te das cuenta a medida lees sus escritos, es que ellos creían lo que estaban diciendo acerca de este hombre llamado Jesús. Estaban sorprendidos por dicha verdad, pero creían en ella y querían que otros la creyeran también. Así que, escribieron con la esperanza de que las personas leyeran lo que decían, conocieran a Jesús como ellos lo habían conocido, y que quizá se dieran cuenta de que Él era verdaderamente digno de creer y confiar en Él.

      Esto es lo que yo espero que este pequeño libro te ayude a hacer— que puedas conocer a Jesús por medio de los escritos de esos primeros cristianos. No vamos a ir página por página a través de alguno de los documentos del Nuevo Testamento. En lugar de eso, vamos a utilizar todas las fuentes para conocer a Jesús de la misma manera que alguno de los que le seguían lo hubiera experimentado—primero como un hombre extraordinario que hizo cosas totalmente inesperadas, pero cayendo rápidamente en cuenta que la palabra “extraordinario” se queda corta en describirlo. He aquí un hombre que se declaraba un profeta, un salvador, un rey y aun Dios mismo— ¡un hombre que aquellos que lo escuchaban hubieran estado perfectamente justificados en llamarle lunático o charlatán si no hubiera sido porque estaba haciendo cosas que respaldaban sus afirmaciones! Y luego tenemos también la forma en que trataba a la gente de manera inesperada—con compasión a los rechazados, ira a los poderosos y amor hacia los despreciables. Por encima de todo, a pesar de sus afirmaciones, Jesús no actuaba como un rey o dios. Cuando le ofrecieron una corona, Él la rechazo, les dijo a sus seguidores que mantuvieran en secreto quien era él realmente y en lugar de eso les habló acerca de cómo las autoridades pronto lo crucificarían como a un criminal común. Pero de nuevo, Él habló de todo esto como si fuera parte de su plan desde el principio. Poco a poco mientras lo veían y escuchaban, los seguidores de Jesús llegaron a creer que Él era más que un hombre extraordinario. Él era más que un maestro, más que un profeta, más que un revolucionario, incluso más que un rey. Como uno de ellos se lo dijo una noche, “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.3

       La pregunta más importante que jamás considerarás

      Así que, ¿quién es Jesús? Esa siempre ha sido la pregunta del millón. Desde que los pastores se aparecieron diciendo que unos ángeles les habían hablado de su nacimiento, hasta el día en que asombró a sus discípulos calmando el mar, hasta el momento en el que el sol dejó de brillar el día de su muerte, todos se han preguntado, “¿Quién es este hombre?”

      A lo mejor has llegado a este libro sin saber mucho de Jesús. Quizá ya sabes bastante de Jesús. De cualquier forma, espero que mientras lees y mientras exploramos su vida juntos, empieces a conocer mejor a Jesús—no tanto como un tema académico o una figura religiosa sino como el hombre que los primeros cristianos conocieron personalmente y como amigo. Espero que veas lo que les maravillaba de Él y que termines entendiendo mejor por qué millones dicen, “Este es el hombre al que le estoy confiando mi eternidad”.

      Más allá de esto, también espero que este libro te desafíe a tomar las afirmaciones de Jesús seriamente. Cuando alguien afirma ser tu Dios, solamente tienes dos opciones, ¿cierto? Puedes rechazar la afirmación o aceptarla. Lo que no puedes hacer, al menos no por mucho tiempo, es no tomar una decisión y esperar a ver qué sucede. Jesús afirmó muchas cosas asombrosas sobre Él mismo y también sobre ti. Te guste o no, esto tiene una trascendencia radical para tu vida. Así que espero que este libro te desafíe a pensar más seriamente en Jesús, te ayude a ver estas afirmaciones e implicaciones más claramente y te lleve a una respuesta segura a la pregunta, ¿quién es Jesús?

      En realidad, esta es la pregunta más importante que pudieras considerar.

      Faltaban diez minutos para las ocho un viernes por la mañana, cuando un hombre de apariencia ordinaria subió por la escalera mecánica en la concurrida estación de metro de Washington, DC, se acomodó contra la pared y abrió el estuche de su violín. Al sacar su instrumento, se veía la antigüedad del mismo, el acabado en la parte de atrás estaba tan desgastado en algunas partes que se alcanzaba a ver la madera desnuda, y volteó su estuche para recibir las donaciones que los transeúntes quisieran dar. Entonces comenzó a tocar.

      Por

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