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Mayo del 68 - Volumen II. María Lacalle Noriega
Читать онлайн.Название Mayo del 68 - Volumen II
Год выпуска 0
isbn 9788418360220
Автор произведения María Lacalle Noriega
Жанр Документальная литература
Серия Actas UFV
Издательство Bookwire
DE LA «TEORÍA» A LA FALACIA DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO
Juan Pablo Faúndez Allier, LLM, PhD
1. INTRODUCCIÓN: LA PERSPECTIVA POLÍTICA DE LA «TEORÍA» DE IDENTIDAD DE GÉNERO
La historia de la civilización occidental ha sido testigo de diversos momentos en los que la constricción de grupos humanos, mediante la fuerza ha suscitado la pérdida de importantes parcelas de libertad. Pero ninguno de los planteamientos totalitarios que se ha conocido hasta hoy ha pretendido el alcance y la perspicacia argumentativa que se está explicitando con la propuesta de la teoría de Identidad de Género (IG): una estrategia global y omniabarcante en la que confluyen argumentos explicativos que abarcan desde la Biología hasta el Derecho.
La irradiación de la IG avanza proponiendo una redefinición de la constitución humana basada en un sistema de pensamiento cerrado por el que se postula que la identificación de género de las personas —superando la binariedad— no correspondería a una definición esencialista de tipo genético-sexual, queriendo persuadir según el establecimiento de construcciones culturales por las que se debieran asumir roles de convivencia social sin que el género guarde, necesariamente, relación con el sexo. Con ello se buscaría confrontar la reafirmación antropológica que tanto desde perspectivas objetivistas, subjetivistas e incluso intersubjetivistas de comprensión del ser humano han reconocido desde siempre profundas distinciones interpersonales y sociales a partir de una estructuración antropológica diferenciada por la naturaleza: varón y mujer;1 perspectiva que recientemente ha sido confirmada por el importante estudio de Mayer y McHugh, en el que se reafirma el peso determinante de la naturaleza.2
La estrategia metodológica planteada por esta teoría de IG, que se ha suscitado explícitamente en la época contemporánea, llevaría a concretar, mediante una aproximación deconstructiva y difusamente reconstructiva, que sería plausible pasar a definir roles de manifestación del ser humano que surgirían desde un acuerdo intersubjetivo progresivo, prescindiendo de la determinación objetiva establecida por la diferenciación genética. Este nuevo paradigma de comprensión antropológica, por tanto, propondrá la tesis por la que se buscará desplazar la definición natural de la sexualidad, basada en la determinación cromosómica y en la estructuración cerebral correspondiente (sexo biológico), pasando por la interpretación de la vivencia (sexo psicológico), hasta llegar a la determinación de una manifestación meramente cultural (sexo sociológico).3
La introducción terminológica e indoctrinadora de esta postura pretende ser sistemática, transversal y vinculante con relación a las generaciones futuras,4 influyendo en la esfera de la política internacional especialmente desde que el término género fuera adoptado en la Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995. Es entonces cuando Bella Abzug, representante de los Estados Unidos en ese evento, declaraba que el sentido de la palabra género había evolucionado, superando al término sexo, con lo que se quería manifestar que la situación y los roles de la mujer y del hombre eran construcciones sociales que podían sufrir modificaciones.5 Explicitó, finalmente, Rebeca J. Cook, como redactora del informe oficial sobre la cumbre, que los géneros ya no eran dos, sino cinco: mujeres heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres homosexuales y bisexuales; esta propuesta finalmente no fue recogida en la declaración, aunque dejó vivo el planteamiento que se sostuviera en Beijing.6 Así, el mismo año 1995, el Instituto de Formación e Investigación Internacional de Naciones Unidas para el Avance de las Mujeres (INSTRAW) sostenía que: «Adoptar una perspectiva de género es… distinguir entre lo que es natural y biológico y lo que es una construcción social y cultural, y en el proceso de renegociar los límites entre lo natural —y de ahí relativamente inflexible— y lo social —y de ahí relativamente transformable—».7
De este modo, la defensa de esta postura se ha planteado como una verdad autoevidente que debe ser aceptada, aunque no haya un consenso que suscite un respaldo responsable que se apoye en la genética, la endocrinología y la psicología. De modo inaudito, en este sentido, la IG se ha posicionado con inusitada rapidez en un importante número de países, avanzando la aplicación de esta «Agenda de género» desde Norteamérica hasta el continente europeo, para comenzar a entrar de forma sostenida en el concierto de países latinoamericanos. El problema que está implícito en ello es que se trata de un planteamiento sintético que tiene la pretensión de afectar directamente, no solo de forma teórica sino también práctica, la vida y los criterios de interrelación antropológica de los seres humanos ya desde su niñez.8
2. EL SUSTRATO METODOLÓGICO QUE DESPLIEGA LA «TEORÍA» DE IDENTIDAD DE GÉNERO
El planteamiento de la IG pretende establecer un nuevo paradigma de comprensión del ser humano en una línea «evolucionista» que supera la distinción sexuada, como manifiestan los autores que se refieren a ella.9 La definición del sexo genético se pone en cuestión, ya que, según casos que podrían percibirse de forma excepcional, habría sujetos que podrían expresar una variación cromosómica XXY o XYY, a diferencia de XY y XX, lo que daría cuenta de una variación a la binariedad que habría que reconocer como una constante cíclica. Existiría también una posibilidad de que influyesen a nivel cerebral variaciones de masculinización o feminización, dado que el programa de desarrollo de este órgano es efectivamente impactado por la incidencia hormonal, que podría generar importantes alteraciones relacionadas con los parámetros normales.10
Asumiendo estos presupuestos, en tiempos de secularización nos encontraríamos en un contexto reflexivo en el que se podría llevar adelante un nuevo intento de transvaloración a lo Nietzsche, ahora relacionada con la identidad sexuada del ser humano, en contradicción con las aseveraciones que han orientado por milenios de sentido a Occidente, sosteniéndose que la proyección de las identidades psicológica y sociológica de la persona no debieran guardar una relación de concordancia con el sexo biológico.11 El asidero se busca en propuestas deconstructivistas que van desde una interpretación de Martin Heidegger, a partir de su análisis de la destruction de la metafísica en Ser y tiempo,12 y que desarrollará profusamente Jacques Derrida, pretendiendo referirse con ella a la estrategia de aproximación por medio de la negación de la posibilidad de interpretación,13 cuestionando la racionalidad occidental basada en esquemas de distinción binaria.14 Esta misma línea es la que va a desarrollar Michel Foucault en su giro posestructuralista, por el que planteará que la producción política de la verdad ha de ser contextualizada históricamente, pudiendo ser entendida en diversos sentidos.15
En esta línea se podría justificar una explicación filosófica que avanzaría desde la deconstrucción lingüística que se haría