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exponer dicha falacia y revelar la verdad, quiero que dirijan su atención a la segunda mitad del primer capítulo de la Epístola a los Romanos. No conozco ningún pasaje de las Escrituras que describa de manera tan exacta el mundo de hoy y la causa de los problemas. De hecho, no hay nada en la literatura contemporánea que describa el escenario actual de manera tan perfecta. Es un pasaje terrible. Melanchton describió el versículo 18 como “un exordio tan terrible como el rayo”. Y al igual que el rayo, no sólo aterroriza, sino que además ilumina. Estoy deseando estudiarlo con ustedes ya que revela algunas de las falacias más comunes que han llevado a la humanidad a la falsa concepción de la vida que la ha mantenido engañada durante tanto tiempo.

      La primera cuestión a considerar es la concepción del hombre mismo, especialmente en su relación con Dios.

      No es necesario indicar que este asunto es de gran importancia. Como es lógico, nuestra manera de abordar el tema del hombre y sus problemas dependerá de cómo entendamos al hombre. Puede que la contradicción entre la visión bíblica y la visión popular de los últimos años sea más evidente aquí que en ningún otro sitio. La segunda mitad del siglo pasado se recordará siempre como un periodo de intensa actividad intelectual y de investigación científica. Quizás aún no seamos plenamente conscientes de todos los cambios que se produjeron como resultado de ese esfuerzo, pero seguro que no hubo cambio más notable como consecuencia de todo esto que la manera de entender al hombre. En este momento no nos interesa, ni tenemos tiempo de estudiar en profundidad, la cuestión general de la nueva concepción que se puso de moda sobre el origen y el desarrollo del hombre. Lo que nos interesa es la nueva manera de entender la relación del hombre con Dios. Al mismo tiempo, cabe destacar que en ambas cuestiones imperaba el mismo principio: el del crecimiento y el desarrollo.

      Este principio subyace en todos los conceptos de la vida y del hombre que cobraron fuerza durante ese periodo. En el ámbito de la religión esta tendencia dio lugar a una nueva ciencia, o lo que vino a llamarse ciencia: la religión comparada, que surgió en parte como resultado de los movimientos colonizadores del siglo anterior y en parte como resultado de los hechos que salieron a la luz gracias al trabajo de las distintas sociedades misioneras. En cualquier lugar al que fuesen, los misioneros descubrían que los nativos y los salvajes tenían todos alguna forma de religión. Poco a poco empezaron a fijarse en esas religiones y a interesarse por ver la correlación entre el tipo de religión que encontraban y el tipo de personas entre las que la encontraban. Con el tiempo, basándose en todo esto, se formuló una teoría que venía a decir que en la historia del ser humano se podía encontrar una evolución evidente en cuanto a la religión. Los pasos y las etapas se podían distinguir claramente a medida que se pasaba de la forma más primitiva a la más desarrollada.

      No podemos entrar en detalles, pero según los que pertenecían a esta escuela, el hombre en su forma más primitiva era animista, es decir, creía en un espíritu indefinido que residía en los árboles, en las piedras y en otros objetos. Después vino una especie de magia, luego el culto a los antepasados y el totemismo, el culto a los espíritus, el fetichismo, etc., hasta llegar a una etapa que podríamos describir como politeísmo, que es la situación en que se encontraban Grecia y Roma en la época de nuestro Señor. Finalmente, de eso se pasó al monoteísmo, a creer en un solo Dios. Con esto se pretendía demostrar que existe una ley innata en el hombre que le hace buscar a Dios. Según decían, está presente en la forma humana más primitiva e ignorante, y a medida que el hombre crece, se desarrolla y progresa, la idea va purificándose y haciéndose más noble hasta llegar a la creencia de los judíos en un Dios santo y justo. Los que defendían este punto de vista argumentaban que lo que ellos podían elaborar como teoría según los datos que habían observado se confirmaba también con lo que encontraban en el Nuevo Testamento. Decían que en la Biblia se puede ver un desarrollo paulatino de la idea de Dios que tenían los Hijos de Israel. Lo que importa aquí es que esta teoría presupone que el hombre, por naturaleza, es una criatura que está siempre buscando y anhelando conocer a Dios y tener comunión con Él, y que Cristo es el hombre que ha ido más lejos y ha llegado más alto en el esfuerzo. Para algunos, por supuesto, esta teoría servía para demostrar que Dios no existe, y que el desarrollo que se observa no es más que un refinamiento y una mejora gradual, y un intento de proporcionar respetabilidad intelectual a lo que originalmente fue un mito surgido como resultado del miedo a la vida.

      Así que ésa es la teoría dominante. ¿Qué respuesta le damos?

      Me gustaría dirigir su atención a este pasaje de Romanos 1 para que veamos lo falsa que es esta teoría. Para organizar el tema, podemos dividirlo en los siguientes apartados:

      1) Es una visión contraria a la historia bíblica. San Pablo les recuerda a los romanos, y por tanto a nosotros, que los hechos la refutan. Su propósito es mostrar que todo el mundo es culpable ante Dios, y lo hace señalando que nadie tiene excusa. Para ello explica que al principio Dios, habiendo hecho al hombre, se le reveló. No sólo reveló su eterno poder y su Deidad en la naturaleza y en la creación, de las cuales todos los hombres deberían deducir su existencia, sino que introdujo en el hombre, en su misma esencia, un conocimiento, un indicio y un sentido de Dios que deberían conducir a los hombres a Dios. El hombre, dice San Pablo, empezó con el conocimiento de Dios, y si ahora le falta es porque lo ha suprimido deliberadamente y lo ha perdido. La historia del hombre con respecto a Dios, según el apóstol, no es una historia de desarrollo y avance gradual, sino más bien de declive y caída, es decir, de retroceso.

      Por supuesto, una correcta interpretación del Antiguo Testamento nos muestra que esto es así. Al principio, el hombre tiene comunión con Dios y está en un estado de felicidad, pero esa comunión se rompe como consecuencia de sus propias acciones, de su propio pecado, y así empiezan los problemas del hombre. El conocimiento de Dios se mantuvo durante un tiempo, pero, tal y como vemos en la Biblia, se fue volviendo cada vez más débil. Y a medida que disminuye el conocimiento de Dios, la vida se deteriora. Me gustaría recordarles que incluso Abraham creció en un estado de idolatría. Incluso el linaje especial de Sem se había deteriorado y se había apartado del verdadero conocimiento de Dios. Pero entonces Dios toma a Abraham y se le revela de una manera especial. Esta revelación se les transmite a Isaac y a Jacob y a los Hijos de Israel. ¿Pero qué pasa con ellos? Sólo hay que leer la historia para darse cuenta de que tienen exactamente la misma tendencia que las otras ramas de la raza humana. Lo que encontramos en ellos no es el deseo de aprovechar su posición única y su conocimiento, o el deseo de profundizar en el misterio, sino la tendencia a volver al culto a los ídolos y al politeísmo e incluso a formas más bajas. De hecho, la historia del Antiguo Testamento se puede resumir como la historia de Dios intentando preservar el conocimiento de sí mismo a través de sus siervos en medio de un pueblo recalcitrante que siempre tendía a recaer en formas más bajas de religión. Eso no es desarrollo sino retroceso.

      Lo que quiero destacar es que, si eso es lo que pasaba con este pueblo especial al que Dios estaba siempre ofreciéndole revelaciones y manifestaciones precisas y únicas de sí mismo, es totalmente ridículo pensar que el resto de la humanidad estaba constantemente esforzándose por alcanzar un conocimiento cada vez más completo de Dios. Los israelitas no llegaron a creer en un sólo Dios como resultado de su propio empeño y esfuerzo. Dios se les reveló de una manera especial. Ellos no buscaban a Dios, sino que se alejaban de él una y otra vez. Dios, en cambio, los buscó y siguió guiándolos a pesar de su rebeldía. Así pues, la historia bíblica muestra claramente que la humanidad, que comenzó teniendo conocimiento de Dios y disfrutando de una vida que se correspondía con dicho conocimiento, se apartó de ese conocimiento, tendiendo a alejarse cada vez más de Dios. El hombre no avanzó desde el animismo, el fetichismo, etc. hasta el monoteísmo, sino que se degeneró en la dirección opuesta.

      2) Pero esta teoría tampoco se corresponde con la historia del hombre posterior a la Biblia. En la historia de la iglesia encontramos una extraña periodicidad que es muy característica. En ella se alternan constantemente periodos de progreso y de declive, de avivamiento espiritual y de apatía espiritual. Sin profundizar más en el tema, esto se ve muy claramente en la historia de la iglesia en nuestro propio país. Si la doctrina del progreso y el desarrollo fuera cierta, sería de esperar que cada avivamiento produjera inevitablemente un mayor progreso; que los hombres, habiendo sentido el estímulo y el ímpetu de un

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