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      ¿Qué viene a significar ese enigma?

      MEFISTÓFELES

      Soy el espíritu que siempre niega, y con razón, pues todo cuanto tiene principio merece ser aniquilado, y por lo mismo, mejor fuera que nada viniese a la existencia. Así, pues, todo aquello que vosotros denomináis pecado, destrucción, en una palabra, el Mal, es mi propio elemento.

      FAUSTO

      Te llamas una parte, y, sin embargo, entero estás ante mí.

      MEFISTÓFELES

      Dígote modestamente la verdad. Si el hombre, ese pequeño mundo extravagante, se tiene de ordinario por un todo, yo soy una parte de aquella parte que al principio era todo; una parte de las Tinieblas, de las cuales nació la Luz, la orgullosa Luz que ahora disputa su antiguo lugar, el espacio a su madre la Noche. Y a pesar de todo no lo ha conseguido, pues, por mucho que se afane, se halla fuertemente adherida a los cuerpos; emana de los cuerpos, embellece los cuerpos, y un simple cuerpo la detiene en su camino. Así, espero que no durará mucho tiempo, y que con los cuerpos desaparecerá.

      FAUSTO

      Ahora conozco tus dignos oficios. Nada puedes aniquilar en grande, y al presente lo intentas en pequeño.

      MEFISTÓFELES

      Y a decir verdad, no se ha adelantado gran cosa con esto. Lo que se opone a la nada, ese algo, ese mundo grosero, por más que ya lo haya intentado yo, no he podido hacerle mella alguna con oleadas, tormentas, terremotos ni incendios: tranquilos quedan al fin mar y tierra. Y tocante a la maldita materia, semillero de animales y hombres, no hay medio de dominarla absolutamente. ¡Cuántos y cuántos no he enterrado ya! Y a pesar de todo, siempre circula una sangre fresca y nueva. De continuar ello así, habría para desesperarse. Del aire, del agua, lo mismo que de la tierra, se desprenden mil gérmenes, en lo seco, lo húmedo, lo cálido, lo frío. A no haberme yo reservado la llama, nada quedaría para mí.

      FAUSTO

      Así, pues, ¿a la potencia eternamente activa, a la fuerza saludable y creadora, opones tú la helada mano del diablo, que en vano se crispa con perfidia? Trata de emprender otra cosa, extraño hijo del Caos.

      MEFISTÓFELES

      Ciertamente, ya nos detendremos más en ello las próximas veces. ¿Puedo ahora retirarme?

      FAUSTO

      No sé por qué lo preguntas. Ya te he conocido; visítame cuando gustes. Ahí está la ventana, ahí está la puerta; tienes también disponible seguramente el cañón de la chimenea.

      MEFISTÓFELES

      Lo confieso con ingenuidad. Un pequeño obstáculo me impide salir: ese signo pintado en vuestro umbral.

      FAUSTO

      ¿El pentagrama1 te desazona? Ea, dime, hijo del infierno, si eso te detiene, ¿Cómo entraste, pues? ¿Cómo se dejó engañar un espíritu como tú?

      MEFISTÓFELES

      Míralo bien; no está trazado de la manera debida. Uno de los ángulos, el que mira hacia fuera, está, como ves, un poco abierto.

      FAUSTO

      En ello anduvo muy acertada la casualidad. Según eso, ¿tú serías prisionero mío? La cosa ha salido bien por azar.

      MEFISTÓFELES

      El perro de aguas nada advirtió al entrar de un salto. Ahora la cosa cambia de aspecto: el diablo no puede salir de la casa.

      FAUSTO

      Pero ¿cómo no sales por la ventana?

      MEFISTÓFELES

      Es ley para diablos y espectros, que por donde se colaron, por allí han de salir. Lo primero es libre para nosotros; de lo segundo somos esclavos.

      FAUSTO

      ¿Conque el mismo infierno tiene sus leyes? Me gusta eso. ¿Luego se podría con toda confianza cerrar un pacto con vosotros, señores?

      MEFISTÓFELES

      De lo que se te prometa gozarás plenamente; nada se te descabalará. Pero eso no es para decirlo en tan breves palabras, y de ello hablaremos más tarde. Ahora te ruego con empeño, con el mayor empeño, que por esta vez me permitas salir.

      FAUSTO

      Quédate siquiera un instante más, sólo para contarme alguna bella historia.

      MEFISTÓFELES

      Ahora suéltame. Pronto vuelvo, y entonces podrás preguntarme a discreción.

      FAUSTO

      Yo no te armé lazo alguno, antes tú mismo te metiste en la red. Quien coja al diablo, téngalo sujeto; pues no le será tan fácil atraparlo por segunda vez.

      MEFISTÓFELES

      Si ello te place, dispuesto estoy también a quedarme aquí para darte compañía, pero a condición de hacerte pasar el tiempo de una manera digna con mis artificios.

      FAUSTO

      Bien me parece. A tu albedrío lo dejo, con tal que el artificio sea agradable.

      MEFISTÓFELES

      En esta hora, amigo mío, sacarás mayor provecho para tus sentidos que en la monotonía del año. Lo que te canten los sutiles espíritus, las bellas imágenes que produzcan, no son vano juego de encantamiento. También se recreará tu olfato y deleitarás tu paladar, y entonces tu alma quedará embelesada. No es menester preparación alguna de antemano. Nos hallamos reunidos ya. Empezad.

      ESPÍRITUS

      Desvaneceos, altas y sombrías bóvedas. Que aquí dentro, más embelesador, mire risueño el éter azul. Disípense las oscuras nubes. Centelleen las estrellitas, y soles más suaves luzcan entre ellas. La belleza espiritual de los hijos del cielo, en su vacilante curso, pase cerniéndose en el aire. El ardiente anhelo siga más allá, y las ondulantes cintas de las vestiduras cubran los campos, oculten la enramada, donde, embebecidos los amantes, se entregan uno a otro de por vida. ¡Emparrado junto al emparrado! ¡Sarmientos fecundos! El pesado racimo cae en la cavidad de la prensa estrujadora; precipítanse en arroyos los espumosos vinos y corren murmurando por entre límpidas piedras preciosas; dejan tras ellos las alturas; extiéndense en forma de lagos alrededor de multitud de verdeantes colinas, que en ellos se miran ufanas. Y el mundo alado saborea delicias, vuela al encuentro del sol y de las espléndidas islas que se mueven meciéndose sobre las ondas y donde oímos alegres coros y vemos en las florestas danzarines que se diseminan todos por la campiña. Algunos trepan hasta llegar a las cumbres; otros surcan nadando los lagos; ciérnense otros en los aires, y todos corren hacia la vida; todos se lanzan a la lejanía de las amorosas estrellas, cuyo favor aporta felicidad.

      MEFISTÓFELES

      ¡Duerme! ¡Bravo, aéreos y sutiles rapazuelos! Le habéis adormecido muy a conciencia. Obligado os quedo por tal concierto. No eres hombre aún para tener sujeto al diablo. Rodeadle de placenteros ensueños; sumidle en un mar de ilusiones... Mas, para deshacer el encanto de este umbral, necesito un diente de ratón. No he menester conjurar largo tiempo; ya oigo el ruido que hace uno al correr por aquí, y al punto me escuchará. El señor de ratas y ratones, moscas, ranas, chinches y piojos te ordena que te aventures a salir para roer este umbral conforme él lo va punteando con aceite... ¡Hete ya aquí que vienes dando saltitos! Sobre todo anda listo en tu obra. La punta que con mágico poder me cerraba el paso, se halla más hacia delante en la arista. Una dentellada más, y asunto concluido. Ahora, Fausto, continúa soñando hasta que nos veamos de nuevo.

      FAUSTO

      (Despertando.) ¿Estoy engañado, pues, una vez más? ¿Así se desvanece el tropel de visiones, de suerte que un sueño falaz me hacía ver al diablo y se me escapó un perro de aguas?

       Gabinete de estudio

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