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otros. Rompemos nuestras promesas a Dios. Pero Dios nunca rompe Sus promesas hacia nosotros. A lo largo de la historia, Dios ha demostrado que Él es sumamente confiable. Por eso, en cierto sentido, nada podría ser más tonto que no confiar en las promesas de Dios.

      Espero que este libro sobre los pactos bíblicos de Dios te ayude a confiar en todas las promesas de Dios. Adoramos y servimos a un Dios que hace pactos y que guarda los pactos, y Él es digno de toda nuestra confianza.

      —R. C. SproulSanford, Floridaseptiembre de 2012

      EL SIGNIFICADO DE PACTO

      El concepto de pacto es fundamental para la revelación divina. Incluso podríamos decir que Dios revela Su Palabra y Su plan bíblicamente a través de una estructura de varios pactos. Los pactos son prominentes en el Antiguo Testamento y desempeñan un papel importante en la enseñanza del Nuevo Testamento.

      A pesar de la prominencia de esta estructura, existe mucha confusión sobre el significado del término pacto. Por ejemplo, a menudo hablamos de la diferencia entre el antiguo pacto y el nuevo pacto, pero también hablamos del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, y tenemos una tendencia a usar esos términos de manera intercambiable, considerando “Antiguo Testamento” como sinónimo de “antiguo pacto” y “Nuevo Testamento” como sinónimo de “nuevo pacto”. Por supuesto, estos términos están estrechamente relacionados, pero en realidad no son sinónimos. No significan exactamente lo mismo.

      También hay confusión debido a las formas en que la idea de pacto se maneja en las culturas del siglo XXI. Por ejemplo, los pactos fueron bastante importantes para la fundación de los Estados Unidos como nación. La teoría política que se implementó en el gran experimento de los Estados Unidos se basó en gran medida en la idea de John Locke del contrato social. Este concepto sostenía que existe una relación entre los gobernantes y los gobernados, entre el gobierno y el pueblo, por la cual los líderes son seleccionados o elegidos por el pueblo y están facultados para gobernar solo por el consentimiento del pueblo. En esencia, hay un acuerdo, una promesa mutua de fidelidad, entre el pueblo, que promete su lealtad a su gobierno, y los funcionarios del gobierno, que hacen juramentos para defender la Constitución en sus cargos. Hay un contrato o un pacto, un acuerdo que une a ambas partes.

      Además, a menudo hablamos del pacto industrial, que se presenta de muchas formas. Cuando una persona va a trabajar para una empresa, puede firmar un contrato en el que el empleador le promete cierta remuneración, beneficios, etc., y en el que el empleado se compromete a dedicar una parte determinada de su tiempo a trabajar para la empresa. Vemos este tipo de pacto en los acuerdos laborales. Asimismo, en un nivel más popular, cada vez que compramos algo con una tarjeta de crédito o a cuotas, entramos en un contrato o acuerdo para pagar la cantidad total de la mercancía o del servicio en un periodo de tiempo establecido. Aún más importante es el contrato de matrimonio, un acuerdo que implica juramentos y votos, sanciones y promesas, entre dos personas. Todos estos acuerdos son pactos.

      Ahora bien, todos estos pactos tienen elementos similares a los pactos bíblicos, pero no son idénticos. Aunque los pactos bíblicos tienen elementos de promesa, hay algo que los hace diferentes de estos otros tipos de acuerdos—los pactos bíblicos se establecen con base en una sanción divina. Es decir, no se establecen sobre la base de promesas hechas por partes iguales, sino sobre la base de la promesa divina de Dios. En los pactos bíblicos, es Dios quien declara los términos y hace las promesas.

      LA ESTRUCTURA DE LA REVELACIÓN

      Los pactos proporcionan la estructura de la historia de la redención, el contexto en el que Dios desarrolla Su plan de redención. Esta idea fundamental se mantuvo durante muchos siglos, pero se convirtió en un foco de controversia a mediados del siglo XX. Rudolf Bultmann (1884-1976), un erudito de la alta crítica en Alemania, hizo una distinción entre lo que él llamó heilsgeschichte, o “historia de la salvación”, y la historia misma. Cuando habló de heilsgeschichte, se refería a algo que tenía lugar no en el plano horizontal de la historia mundial sino por encima de la historia, en algún tipo de ámbito supratemporal. Bultmann abrazó una forma existencial de filosofía y creyó que la salvación no ocurre en este nivel sino verticalmente—como diría él, de manera inmediata y directamente desde arriba. Él veía la salvación como una cosa mística que sucede cuando una persona tiene una experiencia crítica de fe.

      Al mismo tiempo, señaló que la Biblia está llena tanto de mitología como de historia real, pero para que la Biblia tenga algún significado para nosotros hoy, debe ser desmitificada. Es decir, tenemos que arrancar la cáscara del mito que contiene ese núcleo de verdad histórica. En consecuencia, él confinó cualquier cosa que supusiera algo sobrenatural —como el nacimiento virginal, los milagros de Jesús, la resurrección, etc.— al ámbito del mito, no al de la historia.

      El punto central de este tipo de pensamiento existencial y teológico que guio a los teólogos alemanes en el siglo XX era que la salvación no tiene que estar arraigada y fundamentada en la historia para ser real. Podemos seguir teniendo el “episodio de Cristo”, que es un momento existencial que las personas experimentan, un momento de crisis. No obstante, esa idea está muy alejada del concepto bíblico de la redención.

      Oscar Cullman (1902-1999), el teólogo suizo y erudito del Nuevo Testamento, escribió una trilogía de libros a mediados del siglo XX acerca de este aspecto de la historia de la redención. El primer libro se llamó Cristo y el tiempo. En este examinó las referencias a un marco temporal que aparecen en la Biblia, tales como años, días, horas, etc. El segundo libro fue sobre la persona de Cristo. El tercer libro se tituló Salvation in History [Salvación en la historia], que refutaba de forma exhaustiva a Bultmann, argumentando que según las Escrituras la revelación de Dios está inexorablemente ligada a la historia real. El erudito holandés del Nuevo Testamento, Herman Ridderbos (1909-2007), apoyó esa moción y argumentó que la Biblia no está escrita como un libro de historia común. No es simplemente una cronología de las acciones de los hebreos. Es más que eso. De hecho, es el desarrollo de la obra redentora de Dios—por lo que es apropiado llamar a la Biblia historia de la redención. Mientras que los críticos decían: “La Biblia no es historia; es historia de la redención”, Cullman, Ridderbos y otros decían: “Sí, es historia de la redención, pero es historia de la redención”. El hecho de que la Biblia se ocupe de la redención no es una excusa para arrancarla del contexto de la historia real.

      La Biblia está llena de alusiones a la historia real. Cuando nos acercamos a los documentos del Nuevo Testamento, llegamos primero a los relatos del nacimiento de Cristo, la famosa historia de navidad. Leemos: “Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria” (Lucas 2:1-2). En otras palabras, Lucas ubicó el escenario para el nacimiento de Cristo en la historia real. Personas como Poncio Pilato, Caifás y otros fueron personajes históricos reales. El faraón de Egipto, Ciro, Belsasar y Nabucodonosor fueron todos personajes históricos reales. Así que la Biblia habla sobre la obra de Dios en y a través del plano normal de la historia.

      En el primer libro de su trilogía, Cristo y el tiempo, Cullmann hizo una distinción entre dos palabras griegas que se traducen como “tiempo”. Chronos es la palabra griega común que se refiere al paso del tiempo momento a momento. Yo uso lo que comúnmente llamamos un reloj de pulsera, pero el término más técnico es un cronómetro. Un cronómetro es algo que mide el cronos, el paso de segundos, minutos y horas.

      La otra palabra, kairos, tiene un significado especial. Tiene que ver no solo con la historia sino con lo que llamaríamos lo histórico. Todo lo que sucede en el tiempo es historia, pero no todo lo que sucede es histórico. Utilizamos el término histórico para referirnos a momentos específicos en el tiempo que están impregnados de significado e importancia, momentos que lo cambian todo. El ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, fue un momento histórico en la historia de Estados Unidos. Cambió nuestra cultura para siempre. El 11 de septiembre de 2001, también cambió nuestra cultura nacional para siempre. Ese también fue un momento histórico.

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