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aprendizaje por imitación tiene a la parábola del buen samaritano como ideal de vida cristiano y cívico. En ella queda claro que las diferencias raciales y culturales se pueden superar al momento de ver a una persona en apuros, sin embargo, el samaritano sigue siendo un creyente del “Dios verdadero” y, en este sentido, un prójimo que está en capacidad de ofrecer buenos ejemplos.

      La máxima de “no perjudicar a ningún semejante” acepta la idea bíblica -desarrollada particularmente en los proverbios- de que toda situación por fuera de la devoción divina es perjudicial para el hombre. De esta manera, las autoridades eclesiásticas tienen exclusividad para decidir, a partir de un procesamiento lógico derivado de principios inamovibles, qué experiencias son moralmente lesivas para el individuo. De lo anterior se derivan las expectativas formativas del aprendizaje por imitación: en primer lugar, se espera que el educando tenga una actitud humilde hacia quienes desean encauzarlo y que esté interesado en buscar ejemplos de vida que le permitan actuar de forma automática en cualquier situación cotidiana por caprichosa que ésta parezca. La forma de responder a los dilemas morales que presentan diversas situaciones es planteada en la pregunta ¿qué haría cual o tal personaje en esta circunstancia?

      Segundo, el educando debe estar en la capacidad cognitiva de hacer transpocisiones que le lleven de una situación real o ficticia a la deducción del juicio moral. Por ejemplo, en las fábulas es necesario estar dispuesto a buscar la intención formativa del autor, utilizar los patrones morales para identificarla y luego determinar los contextos en los cuales la moraleja pudiera ser aplicada.

      Y tercero, se espera que el educando por voluntad propia se aparte de los círculos sociales que le provean mal ejemplo o que se declaren en contravía de sus preceptos morales, aunque éstos tengan “apariencia de piedad” o tolerancia. El mejor ejemplo de esta exhortación es el Emilio, que en su niñez y juventud sacrifica el goce de la sociabilidad por su restricción a ambientes que le provean de buenos ejemplos. La moraleja es que el joven, representado como un adulto en miniatura viene a coincidir totalmente con la imagen que su educador tiene a la vista.

      Características del contexto ideal para la actuación moral

      Existen ciertas condiciones para que el aprendizaje por imitación sea posible:

      1 Dado que el desarrollo integral (emocional, físico, intelectual y lúdico) se ha posicionado como uno de los principios rectores de la educación contemporánea es necesario que las instituciones interesadas en la formación moral de los individuos satisfagan estos requerimientos estableciendo vínculos con otras entidades cuya misión sea moralmente aceptable. Cada vez es mayor el número de iglesias y congregaciones que amplían su oferta recreativa buscando aumentar la retención de jóvenes.

      2 Se debe ejercer estricta vigilancia sobre los ambientes en que se desarrolla el educando para garantizar su coherencia moral. Un comportamiento diferenciado de los padres, los maestros o los profesionales con quienes el joven mantiene contacto regular disminuye la intensidad de la inmersión y reduce proporcionalmente los efectos del buen encauzamiento.

      3 El aprendizaje por imitación implica la existencia de grupos lo suficientemente amplios en los cuales el individuo tenga contacto con personas más adelantadas en su desarrollo moral (padres, religiosos, líderes comunitarios). Igualmente, debe congregarse con otros individuos que compartan similares características etáreas y de género, que actúen como parámetros de desarrollo moral para indicarle cuál es su posición con respecto al grupo y en qué aspectos debe ser más diligente.

      Fortalezas de este medio de educación moral

      La mayoría de argumentos a favor del aprendizaje por imitación radican en su capacidad de mantener por largos periodos de tiempo -a veces a lo largo de la vida- las motivaciones del comportamiento prosocial:

      1 En este tipo de aprendizaje existe un vínculo emocional entre el observador y la persona que da el ejemplo que, desarrollado en el plano religioso, puede adquirir dimensiones trascendentales. Así, la persona que recibe un testimonio de la transformación de una conducta perniciosa generará cierto grado de “comunión” con su interlocutor que le mantendrá alejado de los vicios por un largo periodo y, en caso de ceder a la tentación, generará sentimientos de traición que lo conducirán a la recapacitación y al arrepentimiento.

      2 Desde la neuropsicología se asumen los modelos de comportamiento como representaciones gráficas desprovistas de significación que sólo actúan de manera formativa en presencia de mecanismos que motiven a su reflexión. Sin embargo, también acepta que el cerebro humano busca patrones que le permitan establecer similitudes entre los objetos evocados y los objetos que se presentan de manera espontánea. De acuerdo con esto, la potencia del aprendizaje por imitación radicaría en la imposibilidad del individuo de mantener contacto con otro tipo de situaciones morales diferentes, sino hasta una edad relativamente avanzada. Lo que implicaría, un constante ciclo de reflexión moral sobre situaciones ideales conducentes a la formación de una estricta disciplina moral.

      3 La satisfacción por haber obrado de manera semejante a los modelos de vida ofrecidos por las instituciones de formación moral conduce a ponerlos en práctica cada vez que la ocasión se presente. A la larga, este tipo de comportamiento se convertirá en hábito articulándose al conjunto de disposiciones psíquicas que posee el individuo. Llegado a este punto, la persona deja de preguntarse sobre los principios o valores que subyacen a esta actuación y empieza a preguntarse, más bien, por la manera de perfeccionar su comportamiento mediante la implementación de un mayor número de elementos ejemplarizantes.

      Crítica a los medios educativos

      Las mayores críticas al modelo de aprendizaje por imitación se centran en la incapacidad de los educandos para desenvolverse en escenarios de diálogo que permitan el consenso o el disenso.

      1 Debido a que este medio de educación moral está en pleno contacto con visiones religiosas -especialmente el cristianismo-, se parte de que el hombre en calidad de hijo de Dios es consustancialmente bueno y sólo hay que proveerlo de ejemplos adecuados para formar en él las actitudes morales deseadas. A propósito, algunos autores, desde la psicología y la neurología, discuten la medida en que los buenos ejemplos subordinan a los malos y si los primeros son realmente seguidos luego.

      2 Este medio de educación moral no supone la necesidad de construir estructuras morales para la ciudadanía o la reflexión sobre la pertinencia de ciertas normas sociales. Lo que busca es derivar de máximas (decálogos, credos, artículos de fe) -casi siempre de procedencia religiosa- pautas para el comportamiento moral del educando.

      3 Debido a que un ideal del educando es alejarse de todo aquello que no guarde coherencia con sus creencias primarias se corre el peligro de radicalizar su personalidad y, en consecuencia, incapacitarlo para mostrarse abierto a experiencias que rebasen su espectro ético o para desenvolverse en situaciones que no presenten dicotomías o maniqueísmos.

      EL FOMENTO DE HÁBITOS DE COMPORTAMIENTO MORALMENTE BUENOS

      La ampliación de espacios para el desarrollo de la ciudadanía en las últimas décadas (educativos, políticos, mercantiles y de movilidad) ha permitido el contacto -y la fricción- cada vez más frecuente entre sujetos cultural, ideológica y económicamente diversos. El aumento en el número de estas relaciones ha requerido una dinamización de los sistemas que regulan la convivencia mediante el establecimiento de normas simples, pero incontrovertibles. Todo esto, a fin de que el individuo no invierta tiempo reflexionando sobre la pertinencia de cumplir una determinada norma, evitando que se convierta en un elemento impedante dentro de los nuevos circuitos sociales y garantizando que no reduzca la inercia alcanzada por el sistema. esde una perspectiva biologicista el fomento de hábitos de comportamiento moralmente buenos propone convertir las virtudes ciudadanas en una “segunda naturaleza” y busca que en la mayoría de situaciones complejas o problemáticas se actúe rápidamente y de forma casi automática. Esta disposición facilita la resolución de problemas sin exigir una larga reflexión; el individuo al obrar en correspondencia con la norma es consciente de su acierto moral fuera de toda duda.

      Características de la personalidad moralmente buena

      El principal objetivo

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