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formativos. Primero, se busca que el individuo forme disposiciones psíquicas duraderas para un determinado tipo de vivencia o comportamiento. Esto será vital para los proyectos relacionados con la formación de ciudadanías productivas, que reposan, entre otras cosas, sobre los hábitos de consumo de las familias y los hábitos de trabajo de los individuos.

      Segundo, que los sujetos comprendan que el éxito dentro de las actuales sociedades está determinado por el número de hábitos favorables que se puedan adquirir (puntualidad, disciplina, proactividad, etc.) y que esta adquisición no depende tanto de las decisiones primarias que se tomen como del esfuerzo invertido en habituarse a una condición o tarea.

      Tercero, que el individuo asuma la “habituación” como un proceso de aprendizaje que permite el dominio de competencias y la adquisición de habilidades propicias para su desarrollo en las actuales sociedades. También como una forma de estabilización de las conductas y comportamientos que le permiten planificar esfuerzos y concretar acciones a largo plazo.

      Características del contexto ideal para la actuación moral

      El fomento de hábitos de comportamiento moralmente buenos requiere de tres condiciones para su desarrollo:

      Permanencia. La adquisición de hábitos tanto moralmente buenos (virtudes) como moralmente malos (vicios) necesita una fuerte exposición del individuo a sus estímulos. Por eso, los ambientes que más facilitan la habituación son aquellos en los que está obligada la presencia y permanencia del individuo, por eso se reconoce a la escuela como “el hogar de la virtud” y a la cárcel como la “casa del crimen”.

      Economía. Los hábitos deben presentar para el individuo una economía de esfuerzos. Por ejemplo, la virtud de la puntualidad en una empresa garantiza el ahorro de recursos y la virtud del orden en un profesional se traduce en la reducción de horas trabajadas.

      Coherencia. Los ambientes en los que se desarrolla el hábito moralmente bueno deben mantener cierta correspondencia esquemática para que el individuo pueda actuar intuitivamente. Si los códigos de rescate no antepusieran una escala valorativa para que los socorristas resolvieran a quién privilegiar en caso de tragedia, probablemente se enfrentarían a dilemas morales tan complejos que paralizarían su actuación mermando su eficacia y poniendo en riesgo un mayor número de vidas.

      Fortalezas de este medio de educación moral

      La infalibilidad de los hábitos moralmente buenos (virtudes) radica en su naturaleza práctica, la cual ha sido puesta a prueba a lo largo de la historia y justificados por mecanismos de ajuste moral, como el sentido común y la tradición popular. Por ejemplo, la consideración hacia las mujeres embarazadas es común en todas las sociedades, producto de una serie de juicios ocurridos en anteriores situaciones de requerimiento moral. En este caso, no entra en juego la personalidad del individuo sino una norma de cortesía convertida en hábito social para favorecer la supervivencia de la especie.

      Crítica a los medios educativos

      La valoración del hábito es vista por algunos autores como contraria a la razón y la identifican como una forma de manipulación que no le permite al individuo expresar su verdadero deseo y mucho menos realizarlo. En este sentido, la formación de hábitos no sería más que la construcción de cursos de pensamiento en los cuales el educando condicionaría la construcción de su proyecto de vida a las condiciones que le impone su nacionalidad y su estatus social. Igualmente, se tiene desconfianza por la amplia acogida que tiene este medio de instrucción moral entre las clases pobres y su escasa popularidad en la educación de las elites.

      Algunos autores señalan que la formación de hábitos moralmente buenos comparte la naturaleza instrumental de otros dispositivos de enseñanza y aprendizaje utilizados en las instituciones educativas (currículos, reglamentos, manuales de convivencia y de resolución de conflictos, etc.) los cuales se han mostrado insuficientes para que brote y se arraigue el hábito moralmente bueno.

      Finalmente, dado que la motivación de la formación del hábito deriva casi siempre en el cálculo utilitario de los comportamientos socialmente correctos la convicción en este medio de educación moral es desplazada por argumentos sancionatorios. Para algunos escépticos, las continuas crisis a las que se ve actualmente avocado el individuo en razón de los continuos reordenamientos económicos y políticos a nivel nacional e internacional, conducen a la generación de miradas críticas sobre las ventajas de mantener unas rutinas ciudadanas que no tienen sustento humanitario. En este escenario es fácil demoler hábitos adquiridos a lo largo de años y mantenidos por la fuerza.

      LA CONDUCCIÓN DEL COMPORTAMIENTO MEDIANTE EL CONTROL Y LAS SANCIONES

      El aumento continuo de la población a nivel mundial y su incesante concentración en núcleos urbanos cada vez más densos, plantea la necesidad de construir normas estrictas que controlen no solamente los comportamientos en los espacios públicos, sino también aquéllos inscritos en la esfera de lo privado.

      La sociología ha llamado a este proceso “control por sanción” y es entendido como aquellas acciones sociales con las cuales los individuos intentan supervisar el comportamiento de otros individuos en todos los espacios vitales y, si lo juzgan necesario, influir en él y conducirlo en la dirección deseada. La tendencia a normalizar y regular actividades tan triviales -como el ocio mediante el uso racional del tiempo o el juego mediante la recreación dirigida- evidencian el interés social por controlar hasta el más mínimo comportamiento para no dejar dudas sobre lo que es correcto o incorrecto.

      Características de la personalidad moralmente buena

      Las sociedades en las cuales la conducción del comportamiento mediante el control y las sanciones es ampliamente implementada esperan que el individuo acuda a los conjuntos de normas o metodológicas para hacer eficiente cada aspecto de su vida. Por ejemplo, la sociedad estadounidense en algunos estados -California y Pensilvania son los casos más representativos- alienta a los padres para que acudan a los tratados nutricionistas buscando controlar el régimen alimentario de sus hijos y, en caso de presentarse obesidad extrema, su comportamiento desprevenido puede ser tipificado e imputado como maltrato infantil. Lo anterior puede ilustrar las expectativas que tiene este medio de educación moral sobre la formación de la personalidad:

      Primero, se espera que el individuo comprenda la naturaleza normativa de la sociedad en la que vive y cuáles son los límites aceptables para ejercer su libertad. No se está hablando de una comprensión jurídica o filosófica sobre las bases morales de una “nación” o un “pueblo”, sino de la apropiación de las lógicas operativas inherentes al conjunto de normas que pretenden regular su comportamiento. Posteriormente, se le demandará que dirija su conducta en consonancia y que participe en los sistemas de modificación reciproca que transforman la conducta de grupos más amplios.

      Segundo, debido a que este medio de educación moral es propio de sociedades con alta densidad demográfica se espera que el individuo acepte los mecanismos representativos encargados de formular las normas y se sujete a ellas, aún cuando le resulten impertinentes o le generen inconvenientes, debido a las circunstancias especiales en que se desarrolla su vida.

      Características del contexto ideal para la actuación moral

      Para que este tipo de educación moral sea posible deben existir ciertas condiciones:

      1 Las sociedades en las que se realice este tipo de educación debe tener sistemas de legislativos y jurisdiccionales altamente constituidos. Debido a que la libertad se ejerce en espacios donde no hay vigilancia ni control, las autoridades deben estar prestas a cualquier comportamiento no tipificado por la ley, para remitirlo rápidamente a las autoridades civiles que se encargarán de dictar una sentencia. La memoria de este tipo de sentencias creará una especie de subconsciente colectivo sobre el tipo de comportamientos que pueden ser socialmente aceptados o que deben ser señalados como actos antisociales.

      2 Debe existir la condición de igualdad ante la norma. Las excepciones llevan a los individuos a reflexionar sobre la manera de evadir las sanciones y a la tentación de optar por atajos jurídicos u operar en franjas que no están debidamente legisladas.

      3 Con el desarrollo de las capacidades

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