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id="ulink_a98cc675-e772-54db-8f28-704db496f137">Al concentrar su presentación del mensaje de Jesús en una exposición de las parábolas, Mackay seleccionó temas centrales que le parecían pertinentes. En primer lugar el tema del Reino de Dios que para Jesús era «su concepto de lo que constituye la realidad suprema en la vida del individuo y en la historia de la sociedad».32 Aquí se examinan tres series de parábolas. La primera destaca la existencia de valores absolutos que confrontan al ser humano con opciones y decisiones de manera que en el contexto de nuestro tiempo puede entenderse así el Reino de Dios: «Significa la soberanía de Dios en todas las esferas de la vida humana, así individual como doméstica, como social e internacional, interpretándose concretamente esta soberanía en el sentido del acatamiento de Cristo como Señor de la vida, y de la aplicación de sus enseñanzas a todos los problemas de aquélla». 33

      La segunda serie examina la manifestación del Reino en la historia, la idea de crecimiento del Reino a partir de lo pequeño o aparentemente insignificante, como el grano de mostaza que va germinando. La tercera serie examina la idea de «fermentos», especialmente el fermento moral con sus posibilidades de transformación del mundo:

      Al igual que otros misioneros evangélicos, Mackay traía una visión pietista, atenta a la conversión personal y al cultivo de la relación con Dios en una vida de piedad disciplinada. Pero el trasfondo reformado de Mackay lo llevaba más allá, a formular la necesidad de una ética social de manera que los discípulos del maestro no se limitaran a servir a las víctimas de la injusticia sino a corregir las estructuras injustas. Ese era el Cristo Salvador y Señor que Mackay proclamaba a las juventudes universitarias allá por la tercera década del siglo veinte, cuarenta años antes de que empezara a avizorarse la posibilidad de un redescubrimiento del Cristo de las Escrituras y una teología de la liberación. Años más tarde en su comentario a la Epístola a los Efesios, Mackay desarrolló su Cristología con las notas escatológicas de la visión paulina que enriquecían toda una visión de la historia en la que se advertía «el orden de Dios y el desorden humano».

      Así la Cristología del Protestantismo inicial representa una corriente de agua fresca en medio del desierto que reinaba en la vida religiosa y espiritual del continente a comienzos del siglo veinte. Todos los aportes posteriores que consideraremos no hubiesen sido posibles sin esta labor pionera de los fundadores de iglesias que se expresaron en un lenguaje pastoral sencillo como Penzotti y Ritchie, o los teólogos evangelistas que como Mackay hicieron resonar el Evangelio de Jesucristo en el mundo estudiantil y en los círculos culturales de iberoamericanos.

      El Congreso Evangélico Hispanoamericano de la Habana

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