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hasta la misma cunita

       Se hace camino al sufrir

       Como analfabetos del duelo

       En alerta para no errar el camino

       Sólo tenemos lo que damos

       Resignificación de la vida

       En estado de sitio

       La ciénaga de la desesperanza

       Buenos compañeros de camino

       La esperanza comenzó a ganar terreno

       El ciento por uno

       Salir a las periferias existenciales

       Sufrimos por amor, sanemos por amor

       LO QUE SÍ MERECE LA PENA

       Ladrona en la noche

       En una vorágine

       La sangre es muy pegajosa

       Discípula de la propia coordinación

       No da título la muerte

       DUELO HIPOTECADO POR MÁS DE SESENTA AÑOS

       “Addio, mai piú ti vedró”

       “¡Esa Elvira Ernestina no soy yo!”

       “¡Esta Elvira Ernestina sí soy yo!”

       El pasado me dolía

       Factura del duelo mal elaborado

       Pago una factura de débito y me enriquezco

       No seas padre adoptivo del sufrimiento

       UN CURA EMBRONCADO CON DIOS

       Los curas también tenemos familia

       Del duelo de la muerte al duelo con la vida

       Con Viático y confesión general

       En la trituradora del sufrimiento

       ¡Qué delicadezas!

       Duelo de la propia muerte

       Licenciatura en duelo

       Y ahora, las prácticas

       Si curas la herida de tu hermano

       Sinceros con Dios y con nosotros

      Prólogo

      Estimado lector, en este libro encontrará once relatos testimoniales de personas que transitaron el duelo por muerte de seres queridos y que son coordinadores del Grupo de Mutua Ayuda “Resurrección” de la Pastoral del Duelo, donde se acompaña a los dolientes por un tiempo prolongado, con una visión personalista, en un ambiente de comunidad y considerando las seis dimensiones básicas de la persona: corporal, emocional, mental, social, valórica y espiritual.

      A estos coordinadores les propuse que escribiesen su testimonio de vida en torno a un tema bien definido: “Cómo coordinar el Grupo “Resurrección”, acompañando a dolientes, lo ha ayudado y enriquecido a nivel de las seis dimensiones de su persona”.

      El título del libro: “Si curas la herida de tu hermano” -inspirado en el capítulo 58 del profeta Isaías, y concretamente en el versículo 8: “Entonces tu luz surgirá como la aurora y tus heridas sanarán rápidamente”-, y el subtítulo: “La mutua ayuda en el duelo”, han orientado la redacción de su contenido.

      Por supuesto, todo lo vertido en estas líneas tiene destinarios y objetivos precisos: orientar a los lectores en la elaboración de su duelo y proporcionar recursos para quien ejerce en este campo la relación de ayuda. En el relato de los coordinadores Sergio y Diana, que trabajaron el duelo por la muerte de su único hijo electrocutado, se explicita clarividentemente la finalidad de este libro: “No ha sido escrito para hacer un homenaje a la memoria de nuestro hijo, ni para dar a conocer las penurias del recorrido de nuestro duelo. ¡No! Su finalidad es ser un aliciente para usted, que puede que esté transido de sufrimiento en este momento de su vida o acompañando a otros dolientes. Le rogamos que nos haga el regalo de aceptar este escrito como una prolongación de nuestro ministerio de coordinación, para que sea un instrumento útil para su camino de sanación”.

      En cada párrafo, acopio de una vivencia sufriente muy intensa por muerte de seres queridos, un camino de duelo transitado y una experiencia de coordinación en los Grupos de Mutua Ayuda en Duelo “Resurrección”, el amable lector hallará una riqueza inconmensurable de contenidos valiosísimos para elaborar, integral e integradamente, más acertadamente los duelos “sin bastón de ciego”, como afirma la coordinadora Carmen.

      A su vez, los coordinadores ponen de manifiesto el valor terapéutico de los vínculos relacionales, la fuerza sanadora de la mutua ayuda, y el poder auto curativo que se despierta en los buenos samaritanos y cireneos que acompañan, al estilo de Jesús, a los que están con la herida abierta en el camino del duelo.

      Considero que estas páginas evidencian que en el ayudar “no basta con dar hasta que duela”, sino que hay que “darse desde el mismo sufrimiento”: el ayudar más genuino, puro y enriquecedor. Por ello, “Darnos desde el sufrimiento a otros sufrientes es un camino asegurado de sanación”, como manifiesta Elvira; y un camino de enriquecimiento para todas las facetas de nuestra vida, como escribe Sandra: “Ayudando, uno nunca retorna a casa con las manos vacías”.

      A muestra de botón, leamos lo que nos transmite la coordinadora Susana, que elaboró el duelo por el asesinato de su hijo y lo pulió gracias a su ministerio de coordinación: “Si hay depositado en tu corazón veneno por una ofensa gravísima, sólo con el perdón comerás el fruto de la paz y de la felicidad. El perdón es la mayor inteligencia de la vida, que todo lo recrea y sana. Te lo dice una madre que pudo rescatarse del veneno de la infecciosa bronca, para encontrarse con el abrazo que le faltaba”.

      Huelga decir, que también a lo largo del escrito se presentan aspectos muy destacables de la espiritualidad cristiana del duelo, como testimonia Ana María: “Sólo abandonándonos en Dios podremos llegar al auténtico consuelo del espíritu, porque Él, Señor de los duelos, es vida de los que murieron, vida de los que quedamos y vida con esperanza de un reencuentro”.

      Amable lector, estos testimonios no han salido de la pluma de escritores profesionales. Sin embargo, usted no quedará en absoluto defraudado, ni del contenido, ni del estilo literario, porque nada inspira más y mejor que un gran amor, un gran sufrimiento y un gran duelo.

      “Si curas la herida de tu hermano. La mutua ayuda en el duelo”: aquí tenemos todo un gran don y un inmenso desafío. ¡Adelante!

      Padre Mateo Bautista,

      Religioso camilo.

      LA NUEVA DOLORES

      Dolores es mi nombre

      El teléfono sonó a las 2:30 horas de la madrugada. Escuché a mi hermana gritando: “¡La casa se quema!”. Sin pensar en nadie más que en ella, grité: “¿Ariana ya salió?” Su respuesta heló mi sangre. Se había incendiado la casa de mis padres y mi hija y sobrino estaban allí con ellos. En aquella madrugada de mayo del 2016 murieron los pilares principales de mi vida, el ADN de mi alma: mis padres; un sobrino dotado de toda clase de cualidades, hombrecito maravilloso lleno

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