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levantando y revoleando las boleadoras por encima de sus cabezas. Bovio quería escaparse, pero la mirada fulminante de Moreno lo congeló en su lugar. De pronto todos los guerreros dejaron de correr alrededor de ellos y se dividieron en ocho o diez grupos que corrían en círculos mucho más chicos a todo galope. Eran excelentes jinetes. Utrac, todavía al lado de Moreno, le dio a entender que los huincas también debían correr en un círculo. Ni los caballos ni los jinetes de los blancos eran de la calidad de los indígenas, razón por la cual su círculo al galope fue bastante pobre, especialmente porque ninguno de los ingenieros era muy diestro en la materia. Hacia el final, para mostrar que él sí dominaba su cabalgadura, Moreno realizó un paro en dos patas de su caballo, luego lo puso a la carrera y lo frenó de golpe al mismo tiempo que desmontaba. La indiada aprobó con su silencio la habilidad de este huinca.

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      Tribu indígena en los alrededores de la Colonia 16 de Octubre

      (actuales Esquel y Trevelin).

      Luego Utrac le fue presentando los guerreros uno por uno. A todos debía darles la mano, soportar su terrible apretón e intentar repetir su nombre impronunciable. Todo llevó muchísimo tiempo. Cuando terminaron, Utrac, apuntando al toldo principal, le dijo: —Mi padre espera.

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      Cacique Foyel.

      Inacayal, que había envejecido desde la última vez que se habían visto, se mostró efusivo al recibir a Moreno. Utrac, único en la tribu que hablaba castellano, fue traduciendo lo que el cacique le decía. El protocolo indígena era interminable y a Moreno le dolían todos los músculos. Justo cuando no soportaba más, lo invitaron a sentarse sobre unas pieles de guanaco.

      —Mi padre está contento —dijo Utrac—, pero quiere saber por qué vino Moreno aquí.

      —Inacayal sabe —dijo Moreno mirando al viejo cacique mientras su hijo traducía— que su hijo Utrac es gran amigo mío. Yo le prometí visitarlo y por eso he venido. También el Gobierno, sabiendo de la importancia de su tribu, me ha encomendado visitarlos y conocer cuáles son sus necesidades para poder ayudarlos —por su experiencia Moreno sabía que esas promesas en general funcionaban; de hecho traía varias cosas para regalar.

      —Mi padre dice que su Gobierno no ayudó a los mapuches del Norte. Mataron a muchos —Inacayal se refería a la terrible Campaña del Desierto que había llevado adelante Roca.

      —Los mapuches de Namuncurá robaban ganado, mujeres y mataban a los huincas. Por eso el Ejército los atacó. Los indios de Inacayal no hacen nada de eso, por eso el Gobierno quiere recompensarlos.

      Utrac tradujo y, por la expresión, su respuesta le pareció convincente.

      —Mi padre quiere saber qué es eso de “mapa” que Moreno quiere hacer —esa pregunta de Inacayal era más difícil. Estaba claro que su hijo le había contado lo que habían hablado antes.

      —Mapa es un dibujo del lugar. Cuando yo encuentro un hueso o una piedra interesante tengo que marcar en ese dibujo el lugar en el que los encontré. Por eso ese dibujo tiene que tener las montañas, los lagos y los ríos.

      Cuando Utrac le explicaba la cara de Inacayal, indicaba que no le gustaba el asunto. Pensó unos minutos y contestó.

      —Mi padre dice que debe hablar con Foyel.

      Foyel era otro cacique tehuelche cuyo territorio estaba un poco más al Sudoeste.

      —Con Foyel aquí, habrá Parlamento. Moreno explica y ellos piensan y contestan. Hasta llegada de Foyel, Moreno y sus amigos son invitados.

      —Muchas gracias —dijo Moreno inclinando la cabeza.

      * * *

      A la llegada de Foyel y su gente se hizo una bienvenida similar a la que le hicieron a Moreno, con la diferencia que la gente de Foyel era alrededor de sesenta guerreros, por lo que hubo muchos más círculos al galope, más gritos y más alaridos que la otra vez. Moreno y su gente también debieron participar, pero esta vez hicieron mejor papel.

      Las mujeres habían preparado un espacio con muchas pieles; era donde se haría el Parlamento. En él no sólo participarían Inacayal y Foyel sino también todos sus capitanejos, es decir que serían más de cuarenta personas.

      Luego de que los visitantes comieron, todos se sentaron en un gran círculo y en el centro se acomodaron Inacayal, Foyel, Utrac y Moreno. Primero Inacayal expresó la alegría que le daba recibir a su gran amigo Foyel y que por eso al atardecer le daría una fiesta de bienvenida. Cuando Foyel tomó la palabra dijo estar feliz por estar en la tierra de su amigo Inacayal, relató recuerdos de los dos. Luego saludó a Moreno, a quien definió como su amigo por ser amigo de sus amigos. Utrac traducía a un Moreno que se iba perdiendo entre tanta formalidad y protocolo. Prestó más atención cuando Foyel habló sobre los huincas, diciendo que veía con preocupación que ellos le sacaban territorio a otras tribus. Entendía que esas tribus atacaban asentamientos blancos, cosa que los tehuelches no hacían y por eso esperaban ser tratados como amigos. Luego sobrevino el silencio, Utrac le hizo una seña a Moreno dando a entender que era su momento para hablar. El joven hizo una introducción muy al estilo indio, agradeciendo la hospitalidad y generosidad; luego hablando de la reconocida valentía de los indios tehuelches, y finalmente que era emisario de los más fraternales saludos del Gobierno argentino. Las expresiones positivas de los capitanejos le demostraban que su exposición había estado a la altura de las circunstancias. Inacayal le preguntó si en la gran toldería huinca (Buenos Aires) sabían del coraje tehuelche. —Por supuesto, y saben que son nuestros amigos. Por eso me mandaron a parlamentar con ustedes.

      Hubo satisfacción en las caras de los caciques. Foyel preguntó cuál era el pedido de Moreno, y el joven contó exactamente lo que unos días antes le había explicado a Inacayal. Lo del mapa no parecía preocupar a Foyel pero hizo una pregunta que cambió toda la situación. ¿Adónde iría Moreno luego de la tierra tehuelche?

      —Iré a la tierra mapuche de Sayhueque.

      Hubo estupor en los indígenas. El mismo Utrac miró a Moreno reprochándole que no le había contado eso. Los caciques estaban visiblemente contrariados.

      —Los mapuches están en guerra con los huincas —dijo Foyel, traducido por Utrac—. Es mala cosa Moreno ir a tierra mapuche.

      —Sayhueque es mi hermano de sangre. Yo estaré seguro con él.

      —No, seguro no. Con Sayhueque está un mapuche de Chile, Loncochino. Él odia a los huincas argentinos. Loncochino quiere convencer a los tehuelches a ir a la guerra contra los huincas. Foyel e Inacayal dijeron que tehuelches no quieren guerra contra los huincas. Hay un huinca que es muy bravo que mata a todos los indios, se llama “Piedra”.

      —Roca, no Piedra. Se llama Roca —corrigió Moreno.

      —Es que piedra y roca es la misma palabra en tehuelche —se disculpó Utrac.

      Foyel tomó la palabra y empezó a dar un largo discurso. Como no paraba, a Utrac se le hacía difícil traducirlo y le fue dando una versión resumida a Moreno.

      —Dice que si Moreno va a tierra mapuche ellos sabrán que viene de tierra tehuelche. Ellos pensarán que los tehuelches son amigos del huinca Moreno, y como los huincas son enemigos de los mapuches terminarán pensando que los tehuelches son enemigos de los mapuches y habrá guerra de indios. Foyel no quiere que Moreno vaya a tierra mapuche.

      Foyel se tomó unos segundos, habló algo con Inacayal y este último le dijo a Moreno:

      —Dice que caciques pensarán y mañana darán su respuesta a Moreno. Hasta entonces Moreno y sus huincas son invitados de Inacayal.

      Moreno agradeció, como se esperaba de él, y el Parlamento terminó.

      * * *

      —Moreno, mi padre y Foyel quieren verlo —le dijo Utrac.

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