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los nadadores nadan con la misma velocidad por ciclo de brazada cuando nadan libremente y cuando remolcan el contrapeso.

      Ambas suposiciones evidentemente requieren mucha fe, especialmente si se pide a los atletas que naden a la velocidad de la competición o a una cercana. Dependemos de que ellos ejerzan el mismo esfuerzo cuando nadan con el contrapeso que cuando nadan libremente. Es una tarea muy difícil, incluso para los sujetos más colaboradores. En un estudio reciente, Strojnik, Bednarik y Strombelj (1998) afirmaron que no era muy probable que los nadadores pudiesen o quisiesen ejercer el mismo esfuerzo cuando nadaban a velocidad máxima tanto con como sin el contrapeso.

      Otra fuente de error es que los valores de nadar con y sin el contrapeso deben convertirse en una ve-locidad media constante mediante una simulación por ordenador. Los factores tomados en cuenta por este modelo computerizado son la distancia por ciclo de brazada, las velocidades máxima y mínima dentro de cada ciclo, y el tiempo del ciclo. El error posible al calcular los valores para la natación con y sin el contrapeso a una velocidad constante, según la literatura, está entre un 6% y un 8% (Kolmogorov y Duplishcheva, 1992). Por consiguiente, sería muy difícil llegar a unos valores exactos para el arrastre activo.

      Parecería que el arrastre activo con que se encuentran los nadadores al desplazarse por el agua cambiando constantemente de posición sería considerablemente mayor que lo que indicaría cualquier medida de arrastre pasivo. Sin embargo, las comparaciones reales de valores medidos del arrastre pasivo y activo han dado resultados contradictorios. Glazkov y Denentyev (1977) afirmaron que la resistencia encontrada cuando se nada libremente es casi el doble de la de ser remolcado pasivamente. Estos investigadores utilizaron un enfoque bioenergético en el que se determinó el arrastre activo midiendo la diferencia del gasto energético entre nadar con y sin un contrapeso. Sus valores calculados para el arrastre activo fueron posteriormente comparados con valores para el arrastre pasivo. Sin embargo, Kolmogorov y Duplishcheva (1992) afirmaron que los valores del arrastre activo eran realmente menores que los del arrastre pasivo en tres de los cuatro estilos competitivos. La única excepción era braza. Dichos autores utilizaron un enfoque hidromecánico en el que los valores del arrastre activo se calcularon matemáticamente a partir de las diferencias de velocidad cuando se nadaba con y sin un contrapeso y luego los compararon con cálculos para el arrastre pasivo con y sin un contrapeso.

      Sigue siendo una pregunta sin respuesta si los métodos utilizados en estos estudios realmente miden el arrastre activo u otro aspecto de la relación entre la fuerza de nado, el gasto energético y la resistencia del agua. Aunque los resultados de los dos estudios fueron contradictorios, parece razonable que los atletas deben encontrar más arrastre cuando están constantemente cambiando de posición y de velocidad durante la natación real que cuando están siendo remolcados a velocidad constante en una posición hidrodinámica constante. Por lo tanto, el arrastre activo encontrado por los nadadores es probablemente mayor que el que indican las mediciones de arrastre pasivo. Cuánto mayor es una incógnita en este momento. Clarys (1979) ha estimado que los verdaderos valores del arrastre activo podrían ser desde un 85% hasta un 300% mayores que las mediciones de arrastre pasivo a varias velocidades de nado.

      Aunque no tenemos mediciones viables del arrastre activo en que apoyarnos, la mayoría de nosotros creemos que algunos nadadores tienen una clara ventaja sobre otros, a saber, por su habilidad (1) para adoptar formas corporales más hidrodinámicas en los cuatro estilos competitivos, y (2) por cambiar de una forma a otra dentro de cada ciclo de brazada causando menos turbulencia en el agua a su alrededor. Las formas y los métodos de cambiarlas se presentarán más adelante en este capítulo. Sin embargo, primero quiero describir los factores implicados en la reducción o el aumento del arrastre restrictivo.

      Cómo los nadadores

      crean arrastre resistivo

      Los cuatro factores más importantes que determinan el arrastre resistivo con que se encuentran los nadadores al avanzar por el agua son:

      1 El espacio que ocupan dentro del agua.

      2 La forma que presentan al agua.

      3 Los movimientos de los miembros que empujan el agua hacia delante en lugar de hacia atrás.

      4 La fricción entre el cuerpo y las corrientes de agua que están en contacto con él.

      El arrastre resistivo que resulta del espacio ocupado por los nadadores dentro del agua y la forma que presentan a ella ha sido denominado arrastre por forma, por razones evidentes. Resulta de las formas que los nadadores presentan al agua al desplazarse a través de ella. He denominado el efecto de los movimientos de los miembros que empujan el agua hacia delante arrastre por empuje, y el efecto de la fricción se identifica como arrastre por fricción.

      El arrastre por forma

      Como ya se ha indicado, el arrastre por forma es un producto tanto del espacio que ocupa el cuerpo de los nadadores como de las formas que presentan al agua que avanza hacia ellos. El espacio que ocupan es una función del tamaño corporal y lo bien que alinean su cuerpo tanto horizontal como lateralmente. Los humanos no están formados para desplazarse por el agua con un mínimo de resistencia. La mejor forma para este propósito es la de los peces o los mamíferos del océano: lisa, sin proyecciones irregulares, y afilada hacia delante y hacia atrás. Los humanos no son ni lisos ni bien afilados. Nuestros hombros se proyectan hacia fuera desde el cuello con un ángulo agudo, nuestros cuerpos se afinan en la cintura y luego se ensanchan en las caderas, y nuestros pies son más irregulares que afilados al final de nuestras piernas. Además, para nadar nuestros brazos deben avanzar constantemente contra el agua al prepararse para cada nuevo ciclo de brazada, y nuestras piernas y pies deben moverse constantemente por fuera de la línea del tronco para aplicar la fuerza propulsora.

      Cuanto mayor es el ser humano, más espacio ocupará en el agua y mayor será el arrastre resistivo. Sin embargo, dado que los mayores atletas son normalmente más fuertes que sus compañeros más pequeños, en la mayoría de los casos, los atletas más grandes pueden compensar el arrastre añadido con su habilidad para aplicar más fuerza propulsora. Las atletas a veces son una excepción a esta regla. Algunas mujeres añaden significativamente más tamaño que fuerza en la pubertad y tienen dificultades para igualar sus rendimientos anteriores.

      Otros factores que determinan el espacio que los nadadores ocupan en el agua conciernen a cómo alinean su cuerpo horizontal y lateralmente. Los nadadores ocupan menos espacio en el agua manteniendo el cuerpo lo más horizontal posible desde la cabeza hasta la punta de los pies. También ocupan menos espacio si mantienen todos los segmentos dentro de la línea de la parte más ancha del cuerpo, normalmente los hombros. En otras palabras, los nadadores ocupan menos espacio si no permiten al cuerpo serpentear por la piscina con las piernas y las caderas balanceándose de un lado a otro. Sin embargo, los movimientos propulsores pueden interferir con la alineación horizontal y lateral en algunos estilos más que en otros. En todos los estilos, los nadadores deben realizar brazadas y batidos en direcciones laterales y horizontales para aplicar las fuerzas propulsoras efectivamente. Por la misma razón, deben ondular el cuerpo en mariposa y braza. Por lo tanto, los nadadores deben encontrar un camino medio entre alinear el cuerpo y sacrificar la propulsión.

      Entonces no es de extrañar que el espacio que los nadadores ocupan en el agua haya recibido el máximo de atención a la hora de abordar la reducción del arrastre resistivo. Pero la forma que presentan al agua probablemente tiene un efecto aún más importante sobre su velocidad de avance. Formas más afiladas producen menos arrastre resistivo que formas irregulares. Consecuentemente, aunque los nadadores no están bien formados para reducir el arrastre, tienen que alinear los bordes irregulares de su cuerpo el máximo posible, excepto cuando los utilizan para aplicar fuerzas propulsoras.

      La observación de los nadadores de nivel mundial sugiere que ciertos tipos de cuerpo crean menos arrastre por forma a causa del contorno que presentan al agua. Por ejemplo, los nadadores altos, magros y con cuerpos afilados deben tener una ventaja sobre los que son bajos y muy musculosos. Clarys (1979), sin embargo, no encontró una relación entre la forma del cuerpo y el arrastre medido durante la natación real. Quizás, incluso los

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