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Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia. María Isabel Zapata Villamil
Читать онлайн.Название Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia
Год выпуска 0
isbn 9789587813647
Автор произведения María Isabel Zapata Villamil
Жанр Документальная литература
Серия Taller y oficio de la Historia
Издательство Bookwire
El modelo estratégico de la opinión pública
En tanto que se abandonó la concepción de que podía haber una verdad posible en torno de la cual giraban los discursos para llegar a ella, la opinión pública dejó de ser un espacio de debate, y se convirtió en un contexto de disputa y de negociación estratégica.101 Según ese modelo estratégico, la opinión pública se empezó a definir como el parecer de un grupo limitado de hombres de honor, cohesionados como grupo y, por tanto, capaces de ofrecer dictámenes sobre problemas vitales de la sociedad.102 Hubo así una transición de un modelo jurídico, en el que predominaron los abogados, a un modelo estratégico de sociedad civil, en el que el plantel político dejó de ser conformado mayoritariamente por abogados, y empezaron a sobresalir los médicos. En aquel modelo, en el que la legitimidad no provenía de una autoridad externa, la sociedad comenzó a ser vista como la encarnación del ideal republicano del autogobierno; como la rúbrica del autocontrol de las tendencias antisociales.103 De ese modo, la sociedad comenzó a tener como objetivo la modelación de conductas colectivas, en cuyo caso los elementos que podían contaminar al conjunto de la sociedad eran apartados,104 en cárceles y sanatorios. Ese hecho explica por qué el primer acto del centenario de la independencia fue la inauguración del sanatorio de enfermos mentales de ciudad de México; edificación construida por el hijo de Porfirio Díaz. Lo anterior evidencia qué tan relacionada estuvo la celebración del centenario de la independencia, tanto en México como en Colombia, con su presente; muestra que aquella conmemoración no fue la recordación de un hecho tal y como pasó, sino un evento en el que se evaluó la experiencia adquirida para alcanzar la paz, el anhelado orden y el progreso, con la finalidad de así proyectarse hacia la civilización occidental. Cabe entonces señalar que ese último proceso de gradual integración a Occidente se había ido dando a lo largo del siglo XIX en los países latinoamericanos.105
Como se señaló con anterioridad, el espacio social se fragmentó en un sinnúmero de asociaciones, debido a que los actores sociales ya no buscaban una verdad absoluta, sino que se centraban en defender y armonizar sus intereses.106 En últimas, la sociedad en su conjunto no se organizaba en torno a una verdad única, sino alrededor de la búsqueda de un bien común. Consecuentemente, la negociación sobre ese bien común se convirtió en una lucha de intereses competitivos; así, era imposible mantener la noción de un solo interés común. En el caso de México, la oposición denunciaba que la competencia había dejado de organizarse en torno al bien común, y por el contrario era notoria la competencia por alcanzar los beneficios de un Estado regulador fortalecido.107 Por tanto, el orden era escaso, y permanecía en constante negociación y búsqueda. De esa manera, según el marco del modelo estratégico, el espacio público se convirtió en un foro de debate, de ideas de oposición y de articulación de intereses siempre singulares, en busca de lo que comenzó a llamarse el bien común, y no de la verdad, como se daba en el modelo forense o jurídico.108 Es así notorio cómo, en aquella época, los contemporáneos eran conscientes de tal situación. En su obra Idola Fori, Carlos Arturo Torres define los ídolos del foro, no como productos de la crítica racional, sino como “abstracciones que no corresponden a la concreción de una realidad categórica, a intangibles fantasmas de la plaza pública, se les han ofrendado más lágrimas y sangre que a las divinidades crueles del politeísmo oriental”.109 Es posible encontrar ejemplos de lo anterior, en los que la
prensa es un actor central en la arena política: refleja los puntos de vista de diversos sectores de la opinión pública, sirve para ventilar los pleitos y discusiones de la clase política e incluso es herramienta indispensable para los levantamientos armados.110
Dichas discusiones se vieron reflejadas en los temas de historia tratados con motivo de la celebración del centenario en Colombia. Entre los periódicos La Fusión y La Unidad, se discutió el significado de José Hilario López en la celebración del centenario de la independencia. Mientras La Unidad afirmaba que las fuentes utilizadas para incluir a José Hilario López como actor importante de la independencia no eran veraces, La Fusión decía que no era posible cuestionarlas porque eran inéditas. Como es notorio por el lenguaje utilizado, en esas discusiones se exaltaban más las pasiones que los hechos contundentes, con la finalidad de respaldar los debates. Para defender su postura, La Fusión arguye que ha “dicho que solo por pasión, ceguedad o decrepitud, puede argumentarse y cualquier persona imparcial tendrá que concedernos la justicia plena”.111
Lo anterior condujo a que, en el marco de la opinión pública, las asociaciones fueran internamente escuelas de prácticas democráticas; no obstante, como ya se señaló, eso no excluyó la ausencia de ciertos elementos fundamentales. Simultáneamente, se buscaba contrarrestar dicha exclusión entre los grupos por medio de negociaciones políticas momentáneas que debían conducir a un diálogo igualitario y no violento. Por eso, varios autores han señalado la relación que hay entre el honor y opinión pública a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Cabe mencionar entre ellos a Pablo Piccato, quien afirma que el honor y la opinión pública se relacionaban en tanto que se situaban en medio de los mecanismos sociales e ideológicos de la exclusión.112 De lo anterior da cuenta en México el prestigio que logró el grupo de los científicos, gracias a la disociación que hizo de los periodistas independientes.113 Esta actitud afectó la variedad y la autonomía que debían caracterizar a los periódicos en México. En principio, Porfirio Díaz controlaba los ataques opositores, subsidiando el mayor número de periódicos posible, para así manejar por todos los flancos a la oposición; sin embargo, con el paso del tiempo, dicha oposición se fue controlando cada vez más, hasta que solo con un periódico se apuntaba a alcanzar dicho objetivo: por esto, luego de la creación de El Imparcial en 1896, los subsidios se centraron en ese medio, y los demás periódicos tuvieron dificultades para sobrevivir, mientras que la censura y los ataques contra la prensa de oposición se intensificaron. Durante las dos últimas décadas del siglo XIX, aparecieron muchos periódicos liberales como El Diario del Hogar (1881-1912) y La Patria (1877-1914), pero El Imparcial (1896-1914), de Rafael Reyes Spindola, fue la publicación dominante del escenario noticioso, en tanto que mostraba la transformación del liberalismo y su conjugación con el positivismo científico. Con el paso del tiempo, los liberales se empezaron a dividir en dos: los que estaban en el poder, conocidos como positivistas y luego como científicos, y los radicales, doctrinarios, puros o jacobinos. Entre los primeros, las principales publicaciones destacadas como exponentes fueron El Imparcial y La Libertad, y entre los medios radicales es fundamental señalar El Diario del Hogar y El México Nuevo.114 De tal suerte, el prestigio social de los periodistas fue uno de los puntos neurálgicos según ellos consideraban; los ataques contra tal área les restaba credibilidad.115 En todo caso, a las persecuciones de Díaz se sumaba el ascenso social de algunos periodistas favorables al régimen, como producto de recomendaciones, subsidios y padrinazgos.116 Al mismo tiempo, la necesidad de los periódicos de sobrevivir, así como la ecuanimidad de las opiniones, ponían a los periódicos en una encrucijada por el uso que hacían el Gobierno y los políticos de los subsidios para controlar el medio.117
Tan fuertes llegaron a ser los enfrentamientos por el honor que, en muchos casos, tanto en Colombia como en México, incluso se optó por el duelo. En el caso de México, encontramos lances que tenían por lo general orígenes políticos, y que se usaban para someter a las partes en disputa a un arbitraje el cual permitía preservar la reputación y contaba con la aprobación de la opinión pública, a pesar de su naturaleza ilegal. En algunos casos, en el modelo estratégico de la opinión pública se ponía fin a la discusión con la muerte, y no con la argumentación organizada en busca de la verdad, como sucedía con mayor frecuencia en el modelo forense de la opinión pública. Como ejemplo de