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del grupo natural como único sujeto legítimo y racional del pacto. ¿Cuál es, según Proudhon, el grupo natural actor del pacto, la sociedad en la sociedad? Aunque el francés no defina con claridad, hay que reconocerlo, lo que entiende por grupo natural, lo que, de hecho, ha llevado a no pocos comentaristas a decir que es el municipio o la comuna el grupo de base en el federalismo proudhoniano, creemos que hay suficientes elementos para probar que, en realidad, cuando Proudhon se refiere al grupo natural tiene en mente a la región. Bastan dos argumentos para explicar esta tesis. En primer lugar, ya hemos visto que no hay en puridad una identidad cultural suficientemente diferenciada en el municipio como para constituir una sociedad con personalidad propia y poder resistir a la política homogeneizadora del Estado liberal. Es necesario reunir un determinado número de ciudades y/o provincias[106] para encontrar una unidad de cultura, lengua, costumbres, etc., que se crea naturalmente por el mero contacto impuesto por las relaciones de trabajo, comercio, seguridad, etc. En segundo lugar, la propia lógica federal exige que el grupo natural parte de la federación sea, antes del pacto, lo suficientemente grande y fuerte como para poder defenderse en caso de agresión y, al mismo tiempo, bastante pequeño, condición de la diversidad y diferencia identitarias, y débil, lo que echa por tierra, de entrada, cualquier veleidad de conquista por su parte. De no poder asegurar su propia protección por la estrechez de su territorio y su escasa fuerza, la entrada en el pacto federativo se haría para él casi obligatoria para encontrar la seguridad que le falta en la independencia, lo que, lógicamente, vendría a forzar y a viciar su consentimiento. Según Denis de Rougemont, uno de los grandes teóricos representantes del federalismo personalista del siglo XX, todo se reduciría a la fórmula siguiente: «¿Cómo ser lo suficientemente grande para ser fuerte siendo al mismo tiempo lo suficientemente pequeño para seguir siendo libre?»[107]. Ese entre-dos, entre la nación absorbente y conquistadora, heredada de la Revolución, y la impotente comuna o municipio, es en el pensamiento proudhoniano el grupo natural, la región[108]:

      Hay, pues, en dicho grupo la triple condición que la lógica federal parece imponer, esto es: 1) unidad de cultura, que crea vínculos naturales de solidaridad, reconocimiento e identificación entre los individuos; 2) capacidad de defenderse en caso de agresión exterior; y 3) por su limitada fuerza militar y extensión territorial, escasa o nula capacidad de conquista, lo que, naturalemente, predispone el grupo natural a la relación y al diálogo, y mucho menos al uso de la fuerza y a la dominación.

      Razón, también, por la que las críticas y ataques que desde el Estado-nación y desde los valores de la democracia triunfante (la igualdad en la identidad) se van a dirigir contra los defensores de las antiguas libertades locales, de la pequeña nacionalidad, a quienes se va a tachar de antimodernos y enemigos de la libertad, no van tampoco a ser de recibo para el francés: «Es la política –dice Proudhon– la que, formulando grupos artificiales, alejados, y creando lenguas centrales, ha venido a marcar las diferencias». No son, pues, en opinión de Proudhon, los defensores de la pequeña nacionalidad los que han abierto la caja de Pandora y liberado los demonios del nacionalismo y de la diferencia. Si se afirma la diferencia y la personalidad propia es porque en un momento determinado ésta se encuentra en peligro, negada o despreciada, porque la progresiva centralización del Estado-nación conduce inevitablemente a tal situación. La obligación de la democracia es, según Proudhon, reconocer su error y enmendar el problema.

      La segunda tesis proudhoniana al respecto no es menos importante. Una cosa es reconocer la legitimidad soberana del grupo natural en el pacto federativo, su soberanía inicial, su necesario e inevitable organicismo (como en el hombre), y otra muy distinta es decir que el grupo natural está hecho para permanecer en ese estado inicial de independencia, o aun que el grupo natural es una comunidad orgánica en sentido fuerte o cerrada, indisoluble e imperecedera. A estas alturas de nuestro comentario, sabemos ya que no hay en Prou­dhon un polo de organicismo o determinismo sin un polo opuesto de voluntarismo o libertad que equilibre, mejore y haga más justa la serie que contiene la contradicción, en este caso la comunidad natural. Proudhon lo explica precisamente en Du Principe fédératif:

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