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Hawthorne; los historiadores Prescott, Bancroft, Motley, Parkman; los agitadores de la campaña antiesclavista: Garrison, Phillips, Sumner, Enriqueta Beecher Stowe, Whittier; toda, en fin, una legión de poetas, pensadores y apóstoles que representa para los Estados Unidos lo que—guardando las distancias—significa para la Argentina la generación de los emigrados: Echeverría, los Varela, Alberdi, López, Mitre, Sarmiento, Gutiérrez, Cané, Mármol, etc. Y sin pretender convertir en paralelismos estas sencillas y evidentes analogías, señalemos que la campaña liberal contra el antiguo régimen termina allá con el triunfo de la guerra contra los esclavistas y aquí con el éxito del ejército grande contra Rosas.

       Índice

      En 1847, mientras Emerson pronunciaba algunas conferencias en Inglaterra, llegó a Estados Unidos nuestro Sarmiento.

      Autor ya de Facundo y ejercitado en las tareas educacionales, Sarmiento acababa de recorrer la Europa en busca de inspiración y de ejemplos que pudieran servir al progreso de nuestra América. Había visto mucho y aprovechado poco en Europa, donde todo era inquietud, preludiando la gran tempestad que estallaría un año después. En Estados Unidos llamó singularmente su atención la intensa agitación religiosa, pues los unitarios y los trascendentales habían provocado, como dijimos, una formidable reacción de las iglesias dogmáticas. Cada una ponía un fervor inusitado en la propaganda, siendo curioso que todas se disputaran las simpatías de la opinión, Biblia en mano y en nombre del cristianismo.

      En una carta a don Valentín Alsina, incluída en su libro "Viajes por Europa y por América" (Vol. V de sus Obras Completas), examina Sarmiento la geografía moral de los Estados Unidos.

      Para describir la rigidez de los puritanos ortodoxos trae un cuento al caso. "Sábese que en la Nueva Inglaterra rigieron por mucho tiempo las leyes de Moisés: tal era, y es aún, la idea de la perfección inmaculada de cada frase y de cada versículo de la Biblia. A bordo de un buque se hablaba de las maravillas del cloroformo. Un médico aseguraba que podía aplicarse a los alumbramientos, sin peligro.—¿Y Vd. lo aplicaría a su mujer? preguntaba un puritano presente.—¡Por qué no!—Pues yo no lo haría, replicó seriamente el interlocutor.—Eso depende del grado de confianza de cada uno en su eficacia.—No, señor; el Génesis dice: alumbrará la mujer con dolores, y Vd. contraría la voluntad de Dios.—Como se ve, la cuestión del cloroformo era mirada por el lado de la conciencia, y medida su bondad en el cartabón de la Biblia".

      Sarmiento llegó cuando más ardía la hoguera mística. "Para mantener el fuego sagrado, hay en viaje permanente por las campañas remotas, millares de pastores viajeros, que pasan toda su vida en misión; hombres rudos y enérgicos, que llevan a todas partes la agitación, despiertan los ánimos, excitándolos a la contemplación de las verdades eternas. Son éstos verdaderos ejercicios espirituales, como los de los católicos; más espirituales aún, pues sin amedrentarlos con las penas del infierno, el pastor, o los pastores, reunidos en meeting religioso, al aire libre o en algún galpón (improvisado), sacuden las embotadas inteligencias de los campesinos, les presentan la imagen de Dios en formas grandiosas, inconcebibles; y cuando el estimulante ha producido su efecto, envían a las mujeres al bosque de un lado, y a los hombres de otro, para que mediten a solas, se encuentren en presencia de sí mismos viendo su nada, su desamparo y sus defectos morales". Para Sarmiento no tenían interés las doctrinas difundidas, sino el hecho mismo de la agitación espiritual mantenida por los predicadores, que así efectuaban una obra educativa y moral. "Pero lo que de todo esto importa para mi objeto, es que mediante los ejercicios religiosos, las disidencias teológicas y los pastores ambulantes, aquella gran marea humana vive todavía en fermentación, y la inteligencia de los habitantes más apartados de las centros se conserva despierta, activa, y con sus poros abiertos para recibir toda clase de cultura. A semejanza de una cuba, se mantiene ajustada y apta para servir, no importa la calidad del líquido que encierre; mientras que si la dejan vacía, las duelas se tuercen, los arcos se aflojan y queda, con la acción del tiempo y las fluctuaciones de la intemperie, inutilizada para siempre". En el fondo, con palabras distintas, repite Sarmiento el concepto fundamental de Emerson: lo que importa es la acción moral, independientemente de cualquier contenido dogmático o doctrinario.

      Esto no significa que Sarmiento no hiciera diferencias entre las sectas ortodoxas y las liberales. "Este caos religioso, aquellas cien verdades contradictorias, están a su vez sufriendo una elaboración lenta, es verdad, pero segura, ascendente". Y no se equivoca en sus preferencias: "La filosofía religiosa de los descendientes de los peregrinos viene descendiendo de lo alto hasta las profundidades de la sociedad, acercando las distancias que separan las disidencias, echando entre ellas blandas ligaduras que acaban por estrecharlas, y que terminarán al fin en absorberlas en el unitarismo, secta nueva, panteísta, en cuanto admite todas las disidencias y respeta todos los bautismos por cuyo intermedio se ha transmitido la gracia; y elevándose a regiones más encumbradas, desprendiéndose de toda interpretación religiosa, concluye por reunir en un solo abrazo a judíos, mahometanos y cristianos, prescindiendo de milagros y ministerios, como cosas que no cuadran con la forma orgánica que Dios ha dado al espíritu humano y clasificándolas en el número de las figuras de retórica. La moral del cristianismo, como expresión y regla de la vida humana, como punto de reunión asequible y aceptable por todas las naciones: he ahí el único dogma que admiten, así como la virtud y la humanidad forman el único culto y la única práctica que prescriben a los creyentes".

      Los comentarios que todo ello le sugiere son interesantes y exactos; espiguemos algunos. "El espíritu puritano ha estado en actividad durante dos siglos, y marcha a darse conclusiones pacíficas, conciliadoras, obrando siempre el progreso sin romper en guerra con los hechos existentes, trabajándolos sin destruirlos violentamente como lo emprendió la filosofía nacida del catolicismo en el siglo XVIII, y que tan poco camino ha hecho". "Concluyo de todo esto, mi buen amigo, en una cosa que hará pararse los pelos de horror a los buenos yankees, y es que marchan derecho a la unidad de creencias, y que un día no muy remoto la Unión presentará al mundo el espectáculo de un pueblo devoto, sin forma religiosa aparente, filósofo sin abjurar al cristianismo, exactamente como los chinos han concluído por tener una religión sin culto, cuyo gran apóstol es Confucio, el moralista que con el auxilio de su razón dió con el axioma: "no hagas lo que no quieres que te hagan a tí mismo", añadiéndole este sublime corolario: "y sacrifícate por la masa". Si tal sucediera, y debe suceder, cuán grande y fecundo habrá de ser para la humanidad el experimento hecho en aquella porción, que dará por resultado la dignificación del hombre por la igualdad de derechos, la elevación moral por la desaparición de las sectas que hoy lo subdividen a aquel pueblo, enérgico por las facultades físicas y eminentemente civilizado por la apropiación a su existencia y bienestar de todos los progresos de la inteligencia humana. Norteamericano es el principio de la tolerancia religiosa; está inscripto en todas sus constituciones y ha pasado a axioma vulgar; en Norte América fué por vez primera pronunciada esta palabra que debía restañar la sangre que la humanidad ha derramado a torrentes, y venido destilando hasta nosotros desde los primeros tiempos del mundo". Las diversas religiones cristianas que emigraron de Europa, tenían dogmas e intolerancias, hábitos de persecución y de venganza; "unos más pronto, otros más de mala gana y refunfuñando, han tenido que apagar sus tizoncitos y dejarse de esa bufonada de mal género que consiste en quemar hombres para mayor gloria y honra de Dios. No tengo cuándo acabar cuando entro en el campo de la teología; me vuelvo yankee, como Vd. ve, y hasta gangoso me pongo al leer estos razonamientos. Pero mal que le pese, tengo aún que apuntar una de las fuerzas de regeneración, propaganda y auxilio al moroso que tiene en movimiento la inteligencia en Norte América y fuerza a marchar adelante a los rezagados. Su origen y su forma es religiosa, si bien sus efectos se hacen sentir en todos los aspectos sociales. Hablo del espíritu de asociación religiosa y filantrópica, que pone en actividad millares de voluntades para la consecución de un fin laudable y consagra caudales gigantescos a la prosecución de su obra. En este punto el norteamericano se ha creado necesidades espirituales tan dispendiosas e imprescindibles como las del cuerpo mismo, y esta provisión de necesidades del ánimo, aquel tiempo, trabajo y dinero

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