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que habían pasado recolectando durante la temporada. Con el hombro cansado Monigote terminó arrastrándolo hasta su dormitorio, con ayuda del Cazador lo pusieron de pie y tomaron distancia. Cazador se encargó de encender un fuego lo más cerca del novio, mientras la bestia se estiró de brazos acompañado de un bostezo interminable, el tramo que había estado cargando al muñeco lo había dejado exhausto.

      –Mejor descansemos –suspiró el león.

      –De ninguna manera, ¿en caso de que llegase a retomar su conciencia? ¡Vos te vas a hacer cargo de tu decisión! Si intenta algo no dudarás en usar tu fuerza, si no, yo voy a usar la mía... avisame si otro humano se aparece.

      Ya le había puesto los puntos, así como el león tenía un sentido desarrollado del olfato, Cazador lo tenía con su oído, fue capaz de percibir el impacto a una gran distancia, más aún se alertaría ante cualquier movimiento. Sin embargo, estaba exhausto, apoyó la cabeza sobre una de las rocas de chocolate y no le costó mucho tiempo entrar en un estado de somnolencia. Monigote intentaba mantener los ojos abiertos, no iba a rendirse a la promesa que había hecho a su compañero, se puso cómodo a un lado de la estatuilla acogido por el calor abrumador de la fogata.

      –Espero que no sea en vano salvar tu vida, quizás sea osado de mi parte ir en contra de las reglas de Cazador, podría tratarse de otro abuso de su poder, o por el contrario, estaría intentando proteger a su subordinado, porque es un buen compañero… porque es un buen…

      Su tararear se había hecho susurro, sus ojos parpadearon por última vez antes de entregarse al sueño, su cuerpo cayó como plomo sobre sus zapatos de porcelana cuando sus palabras ya se habían convertido en grandes ronquidos. En ese momento reaccionó al peso del león, una pequeña gota iba en picada desde su frente, era del almíbar que se desprendía del techo por encima de él y goteaba con la poca corriente de aire que llegaba de afuera, se deslizó hasta su boca, lo invadía un sabor dulce pero agradable. Sus ojos comenzaron a abrirse lentamente, el novio de a poco recuperaba la vista.

      –¿Dónde estoy?

      Confundido, se llevó un pequeño susto al ver al enorme león durmiendo como un bebé entre sus piernas. Maniobró con cuidado sus pasos y a la primera vez que dio la vuelta, tomó un pequeño envión para zafarse. Caminó perdido entre la oscuridad hasta escuchar los ronquidos que provenían de uno de los ambientes, llegó a la entrada, Cazador ya se había perdido en el sueño sobre una cama de piedras.

      –Voy a sorprenderte… –balbuceó acompañado de un fuerte soplido.

      Observó su escopeta de pie contra la pared encandilado por la luz que provenía de afuera, se dio cuenta de que aún era de día y pudo imaginar que su oportunidad de salir de ese lugar era más segura con el arma en sus manos. En ese momento otra voz lo detuvo.

      –¡Está vivo! ¡Está vivo! –La bestia se había despertado de una pesadilla y con la gran sorpresa de que el hombre ya no estaba ahí. Comenzó a correr buscando la luz mientras se perseguía por la voz del gigante que se hacía eco por todas partes y lo desorientaba, se vio obligado a adelantar sus pasos en cualquier dirección hasta impactar con la espalda del león que estaba igual de perdido con la misma desesperación. Ambos terminaron en el suelo y no tardaron en reconocerse.

      –¡Teneme piedad! ¡Soy de porcelana, tus dientes han de ser fuertes si querés devorarme! –suplicó el novio que intentó resguardarse de todos lados.

      –Shh... tranquilo, los míos son de azúcar, tampoco podría lastimarte, por poco perdés la cabeza de novio, pero acá estás a salvo conmigo, mi nombre es Monigote y esta es mi dulce morada. –El animal se puso de pie, era cinco cabezas más grande que él, de enorme contextura y apariencia de un león de circo, pero a pesar de lo intimidante que era su cuerpo llevaba el rostro de un niño, unos cachetes ruborizados y unos pequeños ojos verde agua que brillaban por sí solos, su impresión le inspiraba inocencia.

      –Soy Manuel, y esta es mi casi esposa Jo... –Señaló a su lado y se detuvo en pánico al recordarla en su ausencia–. ¡JOANN! –La buscó con su mirada, pero no lograba verla por ningún lado–. Decime ¿viste a Joann? Es una muñeca un tanto más pequeña, de piel suave, con un pelo miel brillante y vestido de novia.

      –Temo que no he visto ninguna novia perdida en la espesa jungla de chocolate.

      –¿Jungla de chocolate dijiste? Debió haber sido una caída muy larga…

      –¿Por qué Joann es tan importante para vos?

      –Ella es mi mejor compañía, mi impulso, nuestros destinos están unidos por un lazo de amor.

      –¿Amor? ¿Qué es eso?

      –Ya sabés, un beso es una muestra de amor.

      –¿Y decís que se necesita de un beso?

      –Es mucho más que un beso, es mi razón de existir.

      –Ahora entiendo tu preocupación, ojalá Cazador fuera tan buen compañero como decís.

      –¿Cazador?

      Ambos alcanzaron a oír el estruendo, esta vez provenía de la alcoba de Cazador.

      Monigote lo cargó en sus hombros sin previo aviso, la figura comenzó a resistirse.

      –¡Esperá! ¡¿Por qué la prisa?!

      –Tus pasos son pesados, acá el más rápido se salva, ¡y él quiere convertirte en un adorno de pared! No hay tiempo que perder.

      –¿Vos sos su subordinado?

      –Algo así, su arma lo convierte en el rey de esta selva, lo convencí de dejarte un día más con vida para demostrarle si eras una figura con algún valor.

      –Gracias, sé muy bien lo que valgo... Entonces. ¿acabás de salvarme de convertirme en pedacitos?

      Se detuvo, habían llegado a la boca de la cueva, ahí lo puso de pie y lo miró a los ojos, podía ver en el león un sentimiento de culpa y temor de lo que su amigo era capaz.

      –Por eso apurate en encontrar a tu novia si no querés que él lo haga, tu valor ha de ser insuperable para ella, andá, yo mismo me ocupo de contarle la verdad a Cazador.

      –No te molestes, está delante de mí –dijo Cazador, que ya se encontraba desvelado y con su escopeta en alto les daba la sorpresa.

      –¡Cazador! Olvidé hablarte de su oído despierto.

      –Hacete a un lado, Monigote, voy a volar en mil pedazos a esa cabeza de novio.

      –Mi nombre es Manuel, señor.

      –¡Silencio, impostor! No voy a tardar en convertirte en una joya de porcelana. –Volvió a alzar su arma contra él–. ¡La vista en alto, muñeco!

      –¡No dispare todavía! –se interpuso la bestia–, dele un gramo de tiempo para recuperarse, fue una caída bruta.

      –Va a ser menos doloroso para él aún perplejo. ¡Monigote!, sujetalo por mí, ¿querés?.

      –Detenelo, por qué insiste en hacerme daño –contradijo el novio.

      –Cazador está jugando, se le da por dispararle a todo lo que se encuentra en su camino, pero no te preocupes, su visión no es igual de buena que su oído.

      –¿Acaso estás poniendo a prueba mi puntería? –Cazador exclamó desafiante.

      –Cazador, entienda, él debe encontrar a su mejor compañía, su impulso, al amor de su vida.

      –Silencio, Monigote, ya escuché suficiente en su defensa. ¡Yo soy el rey de esta selva! ¡No voy a dejar que su palabra esté por sobre la mía! ¡Ahora obedecé!

      –No te dejes manipular por este charlatán carente de amor.

      –¡Monigote, bien seco en la cabeza! –Ya no mostraba nada de compasión por el novio.

      –Monigote, por favor, vos tenés un corazón más grande que el suyo.

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