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Liberaron el espacio a los escultores, ambos con cuidado traían las figuras de porcelana, sí, de porcelana, así lo exigían sus clientes para su pedido. Ese cambio provocaba nervios en la cocina, las esculturas siempre habían sido de chocolate moldeado por lo que, si por un descuido una de estas llegaba a romperse, no había otro remedio más que un nuevo encargo y estaban muy jugados con las fechas. Sería un hecho lamentable, más aún con lo encantadoras que se veían, ella, sosteniendo un ramo, deslumbraba en el blanco de su vestido holgado y su pelo color miel peinado tipo colmena, de cara cuadrada, entre otros rasgos delicados que contrastaban con el pelo oscuro y alborotado del novio que se asemejaba al copete de una palmera. Apenas más alto que ella y bien parecido, se veía adorable en su esmoquin negro, incluso su fiel apariencia llegaba a despertar en cualquier empleada el deseo de conocer al verdadero prometido, habían decidido que su brazo izquierdo estuviera en forma de L, como si le correspondiera llevarse a la mujer al altar, era una pose que poco favorecía la escena pero su artesano estrella había hecho su mejor trabajo manipulando algo distinto al chocolate para moldear como lo era la porcelana por primera vez. El incluir ambas figuras les parecía un lindo detalle por el que, para Donato, valía la pena arriesgarse. Le cedió los honores al más ansioso de sus escultores, Laureano ganó altura subiendo la escalera y los acomodo en la punta de la torta. Las mujeres se agarraron los delantales y suspiraron enternecidas, se veía precioso ya listo – ¡Lo hicimos! – el italiano les sonreía explotado de alegría, sus ojos brillaban, podía ver reflejado en él los dos días enteros de sacrificio y entre el estrecho de manos felicitaba al resto, enorgullecido de su equipo de trabajo. Le gritó a su hermana Emma que en ese entonces se encontraba en el mostrador intentando liberarse de un cliente, y por supuesto con Gloria corriendo por detrás entraron asombradas de la belleza de su trabajo, la joven felicitó a cada uno de sus compañeros, a su hermano con un fuerte abrazo. Él aprovecho la oportunidad para pedirle que le tomase una foto junto a la torta con su tecnológica cámara antes de guardarlo, pues la torta debía conservarse hasta el casamiento tal cual había quedado registrada en el dispositivo, el frío de la heladera haría ese trabajo, aunque se necesitaban al menos dos personas para llevarla hasta ella. Donato rápidamente fijó su mirada en sus hombres más fornidos, pero antes de que emitiera sus nombres, Emma y Gloria ya se habían ofrecido al trabajo pesado. Así quedó en manos de las mujeres, quienes se tragaron su orgullo al sentir el primer golpe de frío causado por el electrodoméstico. Gastaron la poca fuerza que les quedaba en subir la torta sobre la única rejilla de aluminio liberada en lo más alto de la heladera y la joven subió una escalera para reacomodar a los novios en la cima.

      Gloria era una mujer con más de treinta años trabajando en la panadería, se inclinó hacia atrás a la vez que se masajeaba adolorida por el esfuerzo que no había hecho en mucho tiempo.

      –Lo que no tiene de feo lo tiene de pesado, ¿eh? – Aún no se recuperaba de aquel dolor.

      Emma seguía perdida en los detalles, a diferencia de Gloria no parecía arrepentida de nada. Tan solo miraba con deseo a los novios, en su cabeza ella se estaba luciendo con el vestido y el ramo en sus manos, encabezando semejante torta.

      –Perdón, pero no puedo desviar mis ojos de él, ¡es muy lindo! Ojalá yo pudiera tener uno así ¡y los novios! Dios santo, se ven adorables… –suspiró la joven soñadora.

      –Sí… yo también quisiera tener uno así –. La mujer continuaba obsesionada con el pelo del novio–, pero con sesenta y siete años solo se acercan los hombres de piel arrugada, vos en cambio todavía estás a tiempo de llevar al altar a uno con la piel de porcelana, así como lo es Joel. –Emma se unió a la visión de la mujer sobre los novios–. Ahí están Emma y Joel, y por sobre todos los detalles, su amor ¿ves lo mismo que yo?

      –Claro que sí, el casamiento es un deseo que tengo reservado desde pequeña, recuerdo pasar algunas tardes observando las fotos de la ceremonia de mis padres y mis abuelos, pero en ese entonces se hablaba de una tradición, debe ser idea de ambos y es una palabra que Joel viene evadiendo desde los comienzos de nuestra relación.

      –Entonces no te ofendas si descreo que su amor esté por sobre todo los detalles.

      –¿A qué te referís?– La joven no entendía por qué Gloria ponía en duda su amor hacia Joel después de haber sido testigo de innumerables muestras de afecto.

      –Es decir, debería de entregarte sus votos por sobre todas las cuestiones, si es que en verdad te ama, él haría cualquier cosa con tal de verte feliz.

      –Decís que, si caigo de un cuarto piso, ¿él debería de caer también?

      –Eso es una exageración, Emma, a menos que él esté más seguro de que su amor es eterno.

      –Se lo he cuestionado más de una vez, dudo aún que hayamos llegado a tal compromiso, es muy temprano para él.

      Gloria entendía su punto de vista, Emma no tenía la misma rapidez que ella en el tema, lo de su relación era algo reciente, ambos se habían conocido meses atrás en la época de fiestas, en uno de los días agitados de la panadería. Joel apenas llegado de Londres de la mano de su tío, comenzaba a trabajar para Donato mientras Emma se encargaba de los clientes, dialogaba con desconocidos todo el tiempo, sin embargo, con él era distinto, nunca habían tenido contacto sino hasta el día en el que le dieron su bienvenida, comenzaron con un pequeño saludo en la puerta. Joel, estuvo sin compañía por un buen rato, no fue hasta que Emma con el apoyo de su compañera se acercó a ofrecerle una mano con el trabajo, solo para saber un poco más de él. Pasaron días hasta la fiesta de cumpleaños del local, donde Joel había sido muy cortés con ella en devolverle el favor, desde entonces se encendió esa chispa que se fue alimentando los días siguientes, poco a poco sus labios se vieron más cerca, fue en la intimidad de la cocina donde se dieron su primer beso, y así continuaron durante todo el receso de verano. Las caminatas en el parque y sus cuentos de noche en la cama, eran experiencias que alentaban a Emma al matrimonio y la mantenían en la viva agonía de la espera.

      –Eso es porque todavía no te divorciaste, nena, hacelo y vas a ver cómo te cambia la visión de todo– le repetía su discurso para dejar en claro su mayor experiencia–, en fin, dejemos en paz a estos dos tórtolos y vayamos a descansar, vendrá gente más pesada mañana.

      –Sí, ya es muy tarde, adelante, –Emma la siguió hasta la puerta, les devolvió una mirada a los novios con una última sonrisa antes de dejar el cuarto a oscuras.

      Gloria se ocupó de cerrar el local, para ese entonces no quedaba nadie. Afuera Joel la esperaba envuelto en su abrigo, despedía de su boca el calor en forma de humo, con la mirada perdida en las estrellas, intentando conciliar el frío con una caminata en círculos, Emma lo sorprendió con un fuerte abrazo. Aprovechaban el camino a casa para mantenerse actualizados el uno del otro, Emma le contaba sobre sus clientes y Joel sobre sus compañeros como de costumbre, esta vez había dejado que extendiera sus anécdotas, no podía dejar de pensar en esa conversación y la ansiedad volvía a invadirla, pero ese día había decidido reservar el tema para más tarde.

      Se detuvieron a medio camino en una cafetería que permanecía abierta hasta tarde, en ese momento lo recordó, Joel le había prometido la semana anterior llevarla a cenar al lugar donde trabajaba un amigo de su tío, él lo había acompañado a conocer muchos lugares de comida, pero no había tenido tiempo de visitar aquel café por su cuenta. Los recibió el mismo hombre de aquel entonces que reconoció al joven en la puerta, también de origen europeo, se había enamorado de la ciudad en una de sus visitas familiares hasta que decidió convertir una vieja casona en un café histórico del barrio de Flores. Los acomodó en la mesa como la realeza y les regaló una canasta de pan extra como una atención; primero se concentraron en el pedido, Emma quería que todo acabara rápido, así que optaron por una pizza que pudieran compartir. Joel entonces continuaba con su conversación que se había desviado hacia la manera de explicar cómo se hacían las rosas de crema, comparándolo con cómo lo hacían en la cocina de la escuela donde se formó en Francia, tenía esa costumbre que la ponía a girar sus ojos cuando mencionaba el instituto, ni con las porciones de pizza en su boca dejaba de comparar ambos. La explicación se extendió hasta que dejaron los platos vacíos y le agradecieron la atención del hombre. Hicieron

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