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rel="nofollow" href="#ulink_ea8062fe-45b0-5fa3-abc0-a30c5e9305d6">31 En conjunto, la producción minera bajó 50%, de 1800 a 1819. El escenario inicial de la guerra fue el Bajío, la principal área agrícola relacionada con la minería de Guanajuato; el impacto allí fue brutal, los insurgentes saquearon minas, haciendas y las casas de los grandes mineros.

      La guerra se inició en Guanajuato, la región minera más productiva de México; luego se extendió hacia Zacatecas, la segunda en importancia; poco más tarde a la región central, y amenazó a las zonas productoras de plata, de los actuales estados de México, Michoacán e Hidalgo. La inestabilidad económica general creó también incertidumbre en el resto de las áreas mineras, como Jalisco, Durango y San Luis Potosí, entre otras.

      La interrupción de las vías de comunicación; el corte de los circuitos económicos; la peligrosidad de los caminos; el aumento de los costos de transporte; la falta de insumos básicos de la producción de metales; la suspensión de inversiones gubernamentales y privadas; la interrupción del abastecimiento exterior; los préstamos y las contribuciones forzosas de parte de las fuerzas realistas y revolucionarias; así como la destrucción de pueblos, entre otras causas, obligó a muchos propietarios a abandonar minas y haciendas, además de emigrar al exterior o a otras regiones mineras.

      En el Bajío hubo ocupación de minas y haciendas; enfrentamientos entre realistas e insurgentes; pillaje, destrucción y saqueo de casas y tiendas de europeos; ocupación de fincas; cese de envíos de plata; suspensión de las faenas mineras; y, con ello, inundación de las minas y abandono de los ingenios.

      En el caso de Guanajuato, la destrucción de instalaciones mineras y metalúrgicas fue mayor que en el resto del país. Al destruirse una de las regiones más prósperas se debilitó la economía colonial y la autoridad del gobierno español.

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