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Perpectives, Londres, Routledge, 1996 y Descola, La nature domestique: Simbolisme et praxis dans l'écologie des Achuar, París, Éds. de la maison de l'Homme, 1986. [Regreso]

      La filosofía política de la ciencia

       y el principio de precaución

       Alfredo Marcos

       Introducción

      Así pues, en cierto sentido, la filosofía política de la ciencia es una disciplina muy reciente, casi más un proyecto que una realidad, pero, en otro sentido, las raíces intelectuales de la misma llegan muy lejos en el tiempo y pueden ser rastreadas en algunos de los más prestigiosos filósofos actuales y no tan actuales. Es un fenómeno al que estamos acostumbrados en filosofía, cada vez que aparece un nuevo territorio temático comenzamos a leer retrospectivamente a nuestros clásicos bajo otra luz, lo cual hace que aparezcan también innumerables precedentes de los temas que creíamos nuevos. Sin embargo, esto no les resta novedad, es más, pone de manifiesto precisamente la novedad de la perspectiva que ahora adoptamos. Quizá sea esto lo que suceda con la filosofía política de la ciencia. Pero, si nos hallamos ante una perspectiva nueva, tendremos que preguntarnos por las razones que han favorecido su surgimiento, lo cual nos ayudará a comprender también su especificidad. Esa será la tarea que abordaré más adelante. Veremos que no se trata de una nueva superespecialización de la filosofía, sino precisamente de lo contrario, de un intento de crear zonas de solapamiento entre disciplinas filosóficas que no pueden permanecer separadas por más tiempo. La razón es que los problemas tradicionales del pensamiento político sobre la justicia, la libertad, la legitimidad y la democracia, se presentan hoy muy especialmente en relación con la tecnociencia. Hoy estas cuestiones dependen en gran medida de cómo se regule la tecnociencia, el acceso a los bienes que produce y la distribución de los riesgos que genera. Por su lado, la tecnociencia se entiende cada vez más como acción, lo cual ha forzado una ampliación de la filosofía de la ciencia hacia cuestiones prácticas, de modo que los problemas clásicos sobre la racionalidad y el realismo empiezan a ser tratados bajo la forma de razón práctica y verdad práctica.

      En este espíritu, trataré de explorar esa zona de solapamiento. Intentaré mostrar los problemas filosóficos que dicho territorio nos depara. Confío en que se aprecie que son problemas reales –por utilizar la expresión de Popper–, y no meros artificios académicos. Tan reales son, que de hecho han sido los propios problemas los que nos han salido al paso. Casi se podría decir que la comunidad de filósofos de la ciencia ha tratado de esquivar este tipo de problemas hasta que su inexorable presencia nos ha hecho ya imposible la huida.

      Por último, en el apartado 4 me centraré en una de las cuestiones que deben ser objeto de tratamiento dentro de la filosofía política de la ciencia. Me refiero a las nuevas relaciones entre una ciencia que no aspira ya a la certeza y una acción política que aspira todavía a la justicia; me refiero a las nuevas relaciones entre dos importantes ámbitos de la vida humana que no tienen por qué renunciar a sus pretensiones de racionalidad

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