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engañó y yo he comido.

      Entonces, el Señor dijo a la serpiente: ¿Por qué has hecho esto? Maldita seas entre todos los animales y entre todas las bestias de la estepa; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos tus días de tu vida. Y yo pondré una hostilidad entre tú y la mujer, y entre tu linaje y el linaje de ella: esta te aplastará la cabeza y tú le atacarás en el talón.

      Dijo a la mujer: Haré que sean numerosos tus sufrimientos, y parirás a tus hijos con dolor. Hacia tu marido te llevará tu pasión, pero él te querrá dominar.

      Y dijo a Adán: ¿Por qué has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol del que te había dicho que no comieras? ¡Maldito sea el suelo por tu culpa! Obtendrás el alimento con esfuerzo durante todos los días de tu vida.

      Cardos con espinas haré crecer para ti, y deberás comer el grano de los campos. Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, porque de allí provienes, porque polvo eres y polvo serás.

      En cambio, en el Éxodo (32) la obra del diablo se aprecia en la acción sacrílega de los israelitas que, cansados de esperar el retorno de Moisés del monte Sinaí, decidieron construir un símbolo pagano para adorar.

      La obra destructora de Belial

      En el Deuteronomio (quinto libro del Pentateuco), encontramos un nuevo rostro y un nuevo nombre para el diablo: Belial (en algunas fuentes se cita también en la forma helenizada Beliar).

      Es una figura malvada que en el Nuevo Testamento aparece claramente en las Cartas de San Pablo, en los apócrifos del Antiguo y del Nuevo Testamento y en los libros escritos por la comunidad de Qumran.

      Sobre la etimología existen varias hipótesis: beli’or «sin luz», beli’ol «sin juego», beli ya’al «sin provecho».

      En cualquier caso, en las fuentes bíblicas el término se refiere siempre a alguien muy malvado.

      Belial, entendido precisamente como antagonista de Cristo, se encuentra en la Segunda Carta a los corintios (10, 15): «¿Qué armonía entre Jesucristo y Belial, qué sociedad entre un fiel y un infiel, qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos?».

      En el apócrifo La ascensión de Isaías (4, 25) su papel de antagonista todavía es más acentuado:

      Pecadores soportando los tormentos infernales (de Le grant kalendrier des bergiers, Troyes, siglo XVI, impresión de Nicolás Le Rouge, Troyes, 1469)

      Cuando llegue el final, Belial, el gran príncipe, el rey del mundo presente, que lo ha dominado desde el principio, descenderá de su firmamento con el aspecto de un hombre, rey inicuo y matricida, el cual perseguirá la plantación que los doce apóstoles del Dilecto han plantado, y uno de los doce le será dado en mano.

      Dentro del articulado y complejo patrimonio constituido por los Manuscritos de Qumran, surge en varias ocasiones la figura de Belial, que propone interesantes oportunidades de reflexión para tratar mejor el problema del mal.

      «El dominio de Belial les caerá encima, y se les entregará la espada» (4Q385). Esta es una de las muchas referencias a Belial que se encuentran en el patrimonio qumranico. Proviene de los fragmentos apocalípticos hallados en la cuarta gruta e indica relaciones precisas con los profetas Ezequiel, Daniel y también algunas alusiones a Osea. En cambio, en el plano de los apócrifos se encuentran referencias efectivas a Enoch y al Libro de los jubileos.

      En un texto más articulado que pertenece a los esenios, la Regla de la comunidad, se describe el combate entre los «hijos de la luz» (hebreos) y los «hijos de las tinieblas» (los otros pueblos de la tierra) considerados adeptos a Belial: «El inicio tendrá lugar cuando los hijos de la luz pasen al ataque contra el partido de los hijos de las tinieblas, contra el ejército de Belial» (1QS 1,1).

      El nombre propio Belial aparece en más de treinta ocasiones en los textos más importantes de Qumran, distribuido como sigue: Regla de la comunidad (cinco veces), Inni (diez), Documento de Damasco (seis), Peso de la guerra (doce).

      La Lilith judaica

      Como ya hemos dicho para los pueblos asirio-babilonios, la Biblia de Jerusalén también incluye esta figura femenina diabólica en el Libro de Job (18, 15) con una traducción que no está aceptada por todos los estudiosos:

      El malvado será arrastrado fuera de la protección de su tienda,

      y será llevado ante el rey del Miedo.

      Allí habita Lilith y se esparce azufre.

      En el Talmud y en el Zohar o Libro de los esplendores, el nombre de Lilith se cita haciendo referencia a una entidad malvada y negativa, poseedora de un aspecto estremecedoramente horrendo, «feto alado como Lilith», que casi siempre se dedica a producir dolor y sufrimiento.

      Muy a menudo era considerada la causa de la muerte de bebés, ya que de ella se dice que los mataba para alimentarse.

      Desde el punto de vista físico, al parecer se relacionaba con el modelo monstruoso, alado y con esas características específicas que se han convertido en el arquetipo en la tradición iconográfica demoniaca.

      En una gran cantidad de tradiciones, Lilith es considerada el principal demonio femenino:

      Tentación a través de la avaricia

      Se creía que era una criatura con pelo largo. De ella se dice: Ningún hombre puede dormir solo en una casa, porque quien duerme solo en una casa será presa de Lilith. En el Talmud se habla poco de ella. En cambio, en el folclore hebreo tardío ocupa un lugar importante, especialmente por daños que se dice que procura a las puérperas y por los raptos de niños[10].

      En general, este demonio está siempre ligado a Laylah, la noche, en el significado de espíritu de la muerte, pero los autores modernos prefieren relacionarla con la Lilu sumeria, con el libertinaje; por esto, Lilith es el demonio que excita la voluptuosidad.

      Para la tradición hebrea, Lilith fue originariamente la primera Eva, aquella que, replicando a Adán, renunció al paraíso terrenal y sólo obtuvo una posición periférica, abandonada en el remolino del desamparo y la oscuridad.

      Esta es una de las muchas versiones de la leyenda hebrea, que describe las causas que dieron pie a la demonización de la primera mujer de Adán:

      Tentación a través de la vanidad

      Dios creó a la primera mujer de la tierra y la llamó Lilith: fantasma nocturno. La dio como esposa al primer hombre. Lilith se consideraba de igual valor que Adán, y no quería estar sometida a él.

      Decía: tú no eres en nada mejor que yo. Ambos estamos hechos de tierra. Tengo tus mismos derechos y no quiero ser tu subalterna.

      Después de un violento altercado, se rebeló y huyó. Entonces, Dios mandó tres ángeles, Snoij, Sansnoij y Smanglof, para perseguirla y llevarla de nuevo junto a su marido. La atraparon, pero como ella se negaba a volver a casa, quisieron ahogarla en el mar.

      Entonces, Lilith les reveló que había sido hecha para matar a los bebés. Pero si la soltaban, se encargaría de no matar a ningún bebé que llevara por nombre Snoij, Sansnoij o Smanglof.

      Y ha mantenido este juramento hasta nuestros días.

      En la habitación en donde está la partera se dibuja un círculo y en medio se escriben las palabras «Adán y Eva, Lilith fuera»; es decir, aquí están Adán y Eva, Lilith no tiene permiso para entrar. Y en la puerta de la habitación se escribe el nombre de los tres ángeles: Snoij, Sansnoij y Smanglof. Estos ahuyentan a Lilith de la larga melena, cuando de noche aparece para hacer sufrir a los bebés y matarlos[11].

      Así, Primo Levi nos ha hecho llegar la leyenda sobre el temido demonio femenino:

      Lilith

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<p>10</p>

COHEN, A., a cargo de, Il talmud, Bari, 1935, p. 47.

<p>11</p>

ALEPH BETH D’BEN SIRA, versión aparecida en I. Zwi Kanner, Fiabe ebraiche, Milán 1991, p. 13.