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toque su terreno. Hacen la limpieza y dimiten si no pueden hacerla a su manera. Organizan una salida y, si no pueden tener todo el control del evento, montan un número. Estos generan conflictos. No se someten a la autoridad de la iglesia. Quieren protagonismo y ministerio a la vez, sin entender la relación entre la humildad y el servicio. ¿Qué les pasa? Lo mismo que nos pasa a todos: ¡Queremos la bendición de Dios sin la muerte de la carne!

      La vida de Jacob muestra cómo Dios lleva a un hombre carnal, hijo de creyentes, hasta el límite de sí mismo. Tales personas no son aceptables a Dios en su carne, pero Dios no puede abandonarlas a su carnalidad, porque son destinatarias del reino por la fe de sus padres (Ro. 11:28). La historia de Jacob es la historia de alguien a quien Dios eligió para formar parte de su familia, e ilustra cómo obró Dios en su vida para ponerlo en condiciones de conseguirlo. Tuvo que experimentar el resultado de toda su carnalidad, pero esto en sí no era suficiente. Una persona puede verse en la miseria a causa de sus propias decisiones procedentes de una personalidad carnal, egoísta, deshonesta, engañadora y mentirosa, como en el caso de Jacob, estar a punto de perder la vida por su propia culpa a mano de los enemigos que ha conseguido por su carácter retorcido, ¡y todavía no rendirse a Dios! ¿Qué más hace falta para quebrantarse? El toque personal de Dios.

      Y esto es lo que tenemos ilustrado tan gráficamente en la vida de Jacob. Jacob es como nosotros, y su historia es la nuestra. Es la persona a la que Dios pretende salvar. Con Jacob, Dios nos muestra cómo lo hace. La historia de Jacob es la historia de la fidelidad y misericordia de Dios en la vida de alguien a quien va a recibir como hijo.

      3

      SU NACIMIENTO ESPECIAL

      “Estos son los descendientes de Isaac hijo de Abraham:

      Abraham engendró a Isaac, y era Isaac de cuarenta años

      cuando tomó por mujer a Rebeca”

      Gn. 25:19

      La Biblia está llena de nacimientos especiales: los de Isaac, Jacob, Sansón, Samuel, Juan el Bautista y, por supuesto, el Señor Jesús. Notemos que tanto Isaac como Jacob nacieron por una intervención directa de Dios. La sagrada línea que iba a dar nacimiento al Mesías se habría truncado desde sus inicios con el mismo Abraham si Dios no hubiese concedido hijos de manera sobrenatural tanto a él como a Isaac.

      Isaac y Rebeca llevaban veinte años casados y no tenían descendencia: “Y oró Isaac por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer. Y los hijos luchaban dentro de ella” (Gn. 25:21-22). Dio a luz gemelos: Esaú y Jacob. Estos niños nacieron por un acto soberano de Dios acompañado de una profecía: “Dos naciones hay en tu seno, y los pueblos serán divididos desde tus entrañas; un pueblo será más fuerte que el otro y el mayor servirá al menor” (v. 23). Las dos naciones que resultaron de esta oración fueron los judíos y los edomitas. Desde tiempos de los Reyes, la relación entre Israel y Edom fue de hostilidad continua. Los profetas pronunciaron palabras duras contra Edom por su participación y regocijo en la destrucción de Jerusalén por parte de los babilonios (ver Is. 34:5-15; Jer. 49:7-22; Lm. 4:21-22).

      Los dos hermanos eran muy diferentes. Cada uno vino con su temperamento y sus gustos propios. “Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas” (v. 27). Eran muy dispares, y cada uno fue el favorito de uno de sus padres. Isaac tuvo preferencia por Esaú y Rebeca prefirió a Jacob. Con los favoritismos entran los celos, la rivalidad, el engaño, la mentira, el odio y el deseo de matar: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos ente vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar. Combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (Santiago 4:1-2).

      El primer incidente narrado en la vida de Jacob fue cuando éste aprovechó con astucia la mundanalidad y el materialismo de su hermano para quitarle la primogenitura. En este incidente vemos cómo era cada uno: Jacob listo y egoísta, y Esaú carnal. Éste valoraba más la satisfacción inmediata de sus apetitos físicos que la herencia a largo plazo. Es como la persona de este mundo que elige el placer de la carne ahora a expensas de su herencia eterna. La espiritualidad siempre tiene la vista puesta en el más allá, mientas que la persona de este mundo prefiere la satisfacción de sus deseos aquí y ahora. “Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura” (v. 34). Enormemente triste. El pecado no consiste en comer un plato de lentejas, sino en no valorar la vida eterna. Las lentejas eran visibles, sabrosas y apetecibles, mientras que la primogenitura era invisible, intangible y lejana. Vivir por lo visible es no vivir por fe. Del creyente se dice: “Se sostuvo como viendo al Invisible” (He. 11:27). Así, Esaú llega a ser el prototipo del hijo de este mundo; mientras que Jacob, aunque lejos de ser perfecto, lo es del creyente.

      4

      JACOB USA EL ENGAÑO PARA CONSEGUIR

      LA BENDICIÓN

      “Aconteció que cuando Isaac envejeció dijo…

      Hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo,

      y comeré, para que te bendiga antes que muera”

      Gn. 27:4

      ¡Jacob había conseguido la primogenitura y ahora quiso conseguir la bendición! En esta empresa tuvo una aliada, su madre. Rebeca conspiró con él para engañar al padre y robar al hermano: “Ve ahora al ganado, y tráeme de allí dos buenos cabritos de las cabras, y haré de ellos viandas para tu padre, como a él le gusta; y tú las llevarás a tu padre, y comerá, para que él te bendiga antes de su muerte” (vs. 9-10). ¡Muy bonito! ¿Cómo puede amar Dios a una persona así? “Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Romanos 9:13).Tiene que ser uno de los versículos más difíciles de entender en toda la Escritura. ¿Dios es injusto? ¿Puede odiar a una persona? ¿Prefiere al que hace lo malo antes que a la víctima? La única conclusión a la cual podemos llegar es que este texto es una manera muy humana de decir que Dios es soberano. No es arbitrario. No es incomprensible. A la hora de la verdad prefiere a alguien que valora su bendición más que a alguien que no, aun si esa persona está cargada de pecado. El peor pecador, aunque robe, engañe y mienta para conseguir la bendición de Dios, puede conseguirla, pero no sin pasar por una disciplina muy fuerte. En el camino, Dios hará justicia. Pero siempre premia al que le busca de todo corazón, aunque esa persona sea abominable. Este es el evangelio.

      Tú eres malo. Pero deseas a Dios de todo corazón y no sabes exactamente cómo llegar a Él. Temes que te vaya a despreciar porque no eres digno, ¡pero no te desesperes! Dios ama al pecador que le busca, y Jacob es la prueba.

      Conocemos el resto de la historia. Lo único que le preocupaba a Jacob era ser descubierto. Al cual le contesta su madre: “Hijo mío, sea sobre mí tu maldición” (v. 13). Efectivamente, la maldición cayó sobre ella, pero no en aquel momento. Dios también hizo justicia con ella. Cuando el complot fue descubierto, su madre le avisó y Jacob tuvo que huir para salvar su vida de la ira de su hermano. Estuvo fuera muchos años y, cuando volvió, su madre ya había muerto. Rebeca no volvió a ver más al hijo a quien tanto amaba.

      Estas historias son muy duras, como la vida misma. No son cuentos de hadas. Al contrario, nos horrorizamos por la falta de integridad de estos personajes hasta que nos damos cuenta de que no somos mejores. El único bueno, justo y perfecto de la película es Dios. Nos preguntamos: “¿Cómo puede amarnos dado cómo somos?” ¡El género humano está podrido hasta la médula! Todo lo que hacemos está corrompido por nuestro egoísmo. Esto hace que nos maravillemos aún más cuando pensamos en el deseo del Señor Jesús de sacrificarse por amor a nosotros. No tiene explicación.

      5

      LA BENDICIÓN

      “Isaac se acercó, y le besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: Dios, pues, te dé del rocío del cielo, y de las grosuras de la tierra, y abundancia de

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