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es algo que se mueve por si mismo. “Automático” describe algo que actúa por sí mismo. La raíz nomos es la palabra griega para “ley”. La palabra autonomía significa, pues, “Ley de uno mismo”. Ser autónomo significa ser ley a uno mismo. Una criatura autónoma no sería responsable ante nadie. No tendría un gobernante, menos aún tendría un gobernante soberano. Es lógicamente imposible tener un Dios soberano existiendo al mismo tiempo que una criatura autónoma. Los dos conceptos son totalmente incompatibles. Pensar en su coexistencia sería como imaginar el encuentro de un objeto inamovible con una fuerza irresistible. ¿Que ocurriría? Si el objeto se moviera, entonces no podría ya ser considerado inamovible. Si no se moviera, entonces la fuerza irresistible ya no sería irresistible.

      Así ocurre con la soberanía y la autonomía. Si Dios es soberano, no es posible que el hombre sea autónomo. Si el hombre es autónomo, es imposible que Dios sea soberano. Serían contradicciones. No tenemos que ser autónomos para ser libres. La autonomía implica libertad absoluta. Somos libres, pero hay limites para nuestra libertad. El límite final es la soberanía de Dios.

      Una vez leí una afirmación de un cristiano que dijo: “La soberanía de Dios nunca puede restringir la libertad humana.” ¡Imagínese a un pensador cristiano haciendo tal afirmación! Esto es puro humanismo. ¿Pone restricciones la ley de Dios a la libertad humana? ¿No se le permite a Dios imponer límites a lo que yo escoja? No sólo puede Dios imponer límites morales a mi libertad, sino que tiene todo derecho en cualquier momento a golpearme en la cabeza si es necesario, y refrenarme de ejercer mis malas decisiones. Si Dios no tiene derecho a la represión, entonces no tiene derecho a gobernar su creación. Es mejor que invirtamos la afirmación: “La libertad humana nunca puede restringir la soberanía de Dios.” En esto consiste la soberanía. Si la soberanía de Dios está restringida por la libertad humana, entonces Dios no es soberano: el hombre sería el soberano.

      Dios es libre. Yo soy libre. Dios es más libre que yo. Si mi libertad va en contra de la libertad de Dios, perderé siempre. Su libertad restringe la mía; mi libertad no restringe la suya. Existe una analogía en la familia humana. Yo tengo una voluntad libre; mis hijos tienen voluntades libres. Cuando nuestras voluntades chocan, tengo autoridad para predominar sobre sus voluntades. Sus voluntades han de estar subordinadas a mi voluntad; mi voluntad no está subordinada a la de ellos. Desde luego, en el nivel humano de la analogía, no estamos hablando en términos absolutos.

      La soberanía divina y la libertad humana se consideran frecuentemente como contradictorias, porque en la superficie suenan de tal forma. Hay algunas distinciones importantes que deben hacerse y aplicarse consecuentemente a esta cuestión si hemos de evitar una confusión desesperante.

      Consideremos tres palabras en nuestro vocabulario que están tan estrechamente relacionadas que son a menudo confundidas:

      1. Contradicción

      2. Paradoja

      3. Misterio

      1. Contradicción. La ley lógica de la contradicción dice que una cosa no puede ser lo que es y no ser lo que es, al mismo tiempo y en la misma relación. Un hombre puede ser padre e hijo al mismo tiempo, pero no puede ser hombre y no ser hombre al mismo tiempo. Un hombre puede ser tanto padre como hijo al mismo tiempo, pero no en la misma relación. Ningún hombre puede ser su propio padre. Aun cuando hablamos de Jesús como el Dios/hombre, tenemos cuidado de decir que, aunque es Dios y hombre al mismo tiempo, no es Dios y hombre en la misma relación. Tiene una naturaleza divina y una naturaleza humana. Ambas no deberán ser confundidas. Las contradicciones nunca pueden coexistir, ni aun en la mente de Dios. Si ambos polos de una contradicción genuina pudieran ser ciertos en la mente de Dios, entonces nada que Dios nos haya revelado jamás podría tener significado alguno. Si el bien y el mal, la justicia y la injusticia, Cristo y el anticristo pudieran todos significar lo mismo para la mente de Dios, entonces la verdad de cualquier clase sería totalmente imposible.

      2. Paradoja. Una paradoja es una contradicción aparente que, al examinarse más detenidamente, puede ser resuelta. He oído a maestros declarar que la noción cristiana de la Trinidad es una contradicción. Simplemente no lo es. No viola ninguna ley de la lógica. Supera la prueba objetiva de la ley de la contradicción. Dios es uno en esencia y tres en persona. Nada hay de contradictorio en ello. Si dijésemos que Dios es uno en esencia y tres en esencia, entonces tendríamos una contradicción genuina que nadie podría resolver. Así que, el cristianismo sería irremediablemente irracional y absurdo. La trinidad es una paradoja, pero no una contradicción.

      Para complicar un poco más las cosas, existe otro término: antinomia. Su significado primario es un sinónimo de contradicción, pero su significado secundario es un sinónimo de paradoja. Examinándolo, vemos que tiene la misma raíz que “autonomía”, nomos que significa “ley”. Aquí el prefijo es anti, que significa “contra’ o “en lugar de “. El significado literal pues, del término autonomía es “contra la ley”. ¿Que ley se supone que tenemos aquí a la vista? Pues, la ley de la contradicción. El significado original del término era “lo que viola la ley de la contradicción”. De ahí, originalmente y en la discusión filosófica normal, la palabra antinomia es un equivalente exacto de la palabra contradicción.

      La confusión surge cuando la gente utiliza el termino antinomia no para referirse a una contradicción genuina, sino a una paradoja o contradicción aparente. Recordamos que una paradoja es una afirmación que parece una contradicción, pero que realmente no lo es. En Gran Bretaña especialmente, la palabra antinomia se utiliza a menudo como sinónimo de paradoja.

      Estoy elaborando estas distinciones tan sutiles por dos razones. La primera es que si hemos de evitar la confusión, debemos tener una clara idea en nuestras mentes acerca de la diferencia crucial entre una contradicción real y una contradicción aparente. Es la diferencia entre la racionalidad y la irracionalidad, entre la verdad y el absurdo.

      La segunda razón por la que es necesario expresar estas definiciones claramente es que uno de los mayores defensores de doctrina de la predestinación en nuestro mundo actual utiliza el término antinomia. Estoy pensando en el destacado teólogo, el Dr. J. I. Packer. Packer ha ayudado a incontables miles de personas a tener una más profunda comprensión del carácter de Dios, especialmente con respecto a la soberanía de Dios.

      Nunca he discutido este asunto de la utilización por parte del Dr. Packer del término antinomia con él. Doy por supuesto que lo utiliza en el sentido británico de paradoja. No puedo imaginar que hable intencionadamente de contradicciones en la Palabra de Dios. De hecho, en su libro “Evangelism and the Sovereignty of God” (Evangelismo y la Soberanía de Dios) elabora el punto de que en última instancia, no existen contradicciones en la Palabra de Dios. El Dr. Packer no sólo ha sido incansable en su defensa de la teología cristiana, sino que ha sido igualmente incansable en su brillante defensa de la inerrancia de la Biblia. Si la Biblia contuviese antinomías en el sentido de contradicciones reales, ya no habría inerrante.

      Algunos verdaderamente sostienen que existen contradicciones reales en la verdad divina. Piensan que la inerrancia es compatible con ellas. Pues, la inerrancia significaría entonces que la Biblia revela sin error las contradicciones de la verdad de Dios. Por supuesto, si pensamos por un momento, quedaría claro que si la verdad de Dios es una verdad contradictoria, entonces no es verdad en absoluto. Ciertamente, la misma palabra verdad carecía de significado. Si las contradicciones pueden ser verdad, no habría manera alguna de discernir la diferencia entre la verdad y una mentira. Esta es la razón por la que estoy convencido de que el Dr. Packer utiliza antinomia cuando quiere decir paradoja y no contradicción.

      3. Misterio. El termino misterio se refiere a aquello que es verdad, pero que no entendemos. La Trinidad por ejemplo, es un misterio. No puedo penetrar en el misterio de la Trinidad o de la encarnación de Cristo con mi débil mente. Tales verdades son demasiado elevadas para mí. Sé que Jesús era una persona con dos naturalezas, pero no puedo entender cómo puede ser eso. El mismo tipo de cosa se encuentra en la esfera natural. ¿Quién entiende la naturaleza de la gravedad, o aun del movimiento? ¿Quién ha penetrado en los misterios finales de la vida? ¿Que filósofo

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