Аннотация

Un libro sobre el amor, del amor, acerca del amor, amoroso. Un ensayo o una novela, Tu cruz en el cielo desierto estudia, narra y poetiza la historia de dos que se quedan prendados a través de las redes sociales. La una está en Colombia y el otro, en China. Hablan, se escriben, se ven, pero no se pueden tocar, no se pueden oler. Ensayo o novela, Tu cruz en el cielo desierto es un tratado sobre la ausencia física del objeto amado; hablar, verse con el amado en tiempos de, y a través de, redes sociales lleva a la narradora a hacer asociaciones y a buscar referencias en Shakespeare, Dante, la Biblia, Rulfo y otros y otras y razona, inventa para su amado una tradición: la prenda de amor más delicada, sensible e inteligente. Finalmente, Tu cruz en el cielo desierto es una novela profunda y delicadamente erótica, un libro sobre el deseo que se traga o intenta tragar todo. «Mi corazón ya no está yendo hacia otra parte, que es como está cuando busca su deseo. Le he oído que está ocupando el lugar de cámara de mi muerte. Y yo, acurrucada en un nudo de dolor, en el instante de empezar a nacer, ocupo el lugar del corazón roto de mi corazón.»

Аннотация

"En el papel, escribo de izquierda a derecha. De occidente a oriente. Cada oración que escribo es un intento por ir a mi lugar; al lugar donde comienza el día. Cada tarea con la que ocupo el espacio es una manera de decir que estoy aquí y que ya no estoy aquí; que estoy yendo incansablemente hacia allá, de donde vengo. Es una manera de interpretar la expulsión, el tiempo". Las historias de Somos luces abismales componen un todo brillante y conmovedor por los temas que encaran, por sus problemas, por las bellísimas simetrías que proponen. Carolina Sanín escribe en un idioma singular que es el suyo y el de Colombia, y lo vuelve familiar para nosotros. Porque «Escribir en español americano», dice, «es estar perdido y pedir redobladamente un lugar donde se pueda hablar».

Аннотация

Cada programa que se ven en la pantalla, en una habitación, mete en la habitación un ambiente, unos aires, una coloración. La televisión no solo es una ventana a través de la que se ve otro lugar, ni es solo una aparición; a través de ella sale de si misma hacia la habitación. No es solo un ojo con el que la casa mira cosas que están en otra parte, sino que es también un ojo a la manera de una estrella: un ojo que emana una luz específica y, con ella, una influencia. Cada programa se nos aparece, también, como un fantasma. Se manifiesta en la casa, el mismo lugar donde los espectros de los ancestros -o de los antiguos inquilinos, en esa otra familia que se conforma a través del tiempo por sucesivos ocupantes de un espacio, no emparentados entre ellos- se aparecen. La televisión embruja la casa. Encanta la casa. No solo permite ver lo remoto, como dice su nombre, sino que permite ver lo inaccesible: es la evidencia de la existencia de otro mundo. La televisión es una madre que no podemos abrazar, como Odiseo no puede abrazar a la suya cuando viaja al submundo.