Аннотация

A comienzos de los años setenta, Roberto Gómez Bolaños le presentó al mundo la historia de un niño huérfano de 8 años que llegó a una humilde vecindad y pasaba gran parte de su tiempo en un barril. Nadie sabía su nombre, solo le decían «Chavo». A partir de entonces, la televisión y la cultura latinoamericana no volverían a ser las mismas. Personajes como Don Ramón y Quico, frases e historias de amistad y humildad quedarían grabadas en la memoria de varias generaciones.

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Cada programa que se ven en la pantalla, en una habitación, mete en la habitación un ambiente, unos aires, una coloración. La televisión no solo es una ventana a través de la que se ve otro lugar, ni es solo una aparición; a través de ella sale de si misma hacia la habitación. No es solo un ojo con el que la casa mira cosas que están en otra parte, sino que es también un ojo a la manera de una estrella: un ojo que emana una luz específica y, con ella, una influencia. Cada programa se nos aparece, también, como un fantasma. Se manifiesta en la casa, el mismo lugar donde los espectros de los ancestros -o de los antiguos inquilinos, en esa otra familia que se conforma a través del tiempo por sucesivos ocupantes de un espacio, no emparentados entre ellos- se aparecen. La televisión embruja la casa. Encanta la casa. No solo permite ver lo remoto, como dice su nombre, sino que permite ver lo inaccesible: es la evidencia de la existencia de otro mundo. La televisión es una madre que no podemos abrazar, como Odiseo no puede abrazar a la suya cuando viaja al submundo.

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Un mundo en el que hombres y mujeres podían conseguir y mostrar la misma cantidad de dinero y poder. Donde las mujeres tenían las riendas de sus vidas y tomaban sus propias decisiones. Y por eso, las cuatro amigas alrededor de quienes gira la trama, tenían más de treinta años, éxito profesional, vidas lujosas sin ser estrafalarias y todo esto estando aún solteras. Mujeres solteras, independientes, triunfadoras, en cuyas vidas los hombres orbitaban alrededor de ellas, pero no las definían. Yo no conicía una sola mujer así en la vida real a mis diecisiete años.La amistad entre mujeres es un pilar importante para nuestra liberación, por eso, plasmarlo en una serie que se convirtió en tal fenómeno millonario, fue un acto de feminismo puro. Si lo hicieron bien o mal es un cuestionamiento válido. Pero la relevancia fundamental es que hace veinte años Carrie, Samantha, Miranda y Charlotta le demostraron a toda una industria que las mujeres existimos y queremos vernos en las pantallas, y eso las convierte en pioneras.