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grandes temas son la vida misma, la verdad valiente, el amor sincero, la libertad real, la felicidad auténtica, por eso lo principal para él es la formación del carácter. Persuade a sus discípulos de que si están descontentos con la sociedad en la que viven y quieren cambiarla, tienen que empezar por dejarse transformar ellos mismos. Solo así pueden convencer a otros, aportándoles mejores razones de vivir y una escala superior de valores. Para ello les pide reflexión, disciplina del cuerpo y de la mente, gusto por el trabajo, gozo en compartir, ganas de cumplir con el deber y respeto por todos.

      1 . Juan 1: 43-44.

      2 . Augusto Cury, El Maestro de los maestros, Nashville: Thomas Nelson, 2008, pág. 75.

      3 . «Jesucristo ha dicho las cosas más grandes tan sencillamente que parece que no las haya pensado, y tan claramente, sin embargo, que se ve bien que las pensaba. Esta claridad unida a esta ingenuidad es admirable» (Blaise Pascal, Pensamientos, no. 797, Madrid: Valdemar, 2001, pág. 309).

      4 . Óscar Wilde, De profundis, Barcelona: Seix Barral, 1977, págs. 92-93.

      5 . Mateo 23: 13; cf. Lucas 11: 52.

      6 . Juan 1: 40-51.

      7 . Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, debían ser bastante jóvenes entonces, ya que unos tres años más tarde todavía su madre quería buscarles trabajo (Mateo 20: 20). El hecho de que Juan se recueste con naturalidad sobre Jesús en la última cena, se comprende mejor como un gesto juvenil de confianza (Juan 13:23-26), que como una postura calculada de un adulto, que podría tener otras connotaciones. El que este mismo discípulo, hacia el año 100 todavía esté en activo, se comprende bien si era unos diez años más joven que Jesús.

      8 . Juan 1: 40-51.

      9 . Dietrich Bonhoeffer, El precio de la gracia. El seguimiento, Salamanca: Sígueme, 2004, pág. 235.

      10 . Texto basado en Juan 1: 43-51.

      11 . «Felipe sabía que su amigo Natanael escudriñaba las profecías, y lo descubrió en su lugar de retiro mientras oraba debajo de una higuera, donde muchas veces habían orado juntos, ocultos por el follaje» (E. G. White, El Deseado, págs.113-114).

      12 12. «Los nazarenos, en su manera de hablar en arameo, lengua vulgar de la época, tienen un acento del terruño que les hace reconocerles entre los demás y que les ridiculiza […]. Se designa a sus habitantes por un equivalente antiguo de nuestro “boñigas”, son am-ha-arets, hombres de la tierra, labriegos» (R. Aron, Los años oscuros de Jesús, Bilbao: Ediciones EGA, 1991, págs. 43-44).

      13 . Juan 7: 52.

      14 . Las preguntas que tienen que ver con Jesús: «¿Por qué un creyente cree que en Jesucristo está su salvación?, así como otras preguntas equivalentes: ¿y vosotros quién decís que soy yo?, solo pueden responderse personalmente [...] porque la pregunta y la respuesta solo son posibles si antes se ha dado una previa experiencia intransferible: la experiencia del encuentro» (Martín Gelabert, Salvación como humanización, Madrid: Ediciones Paulinas, 1985, pág. 13).

      15 . E. G. White, El Deseado, págs. 111, 113.

      16 . Ibíd., pág. 116

      17 . El episodio del sueño de Jacob se relata en Génesis 28: 10-22.

      18 . Génesis 28: 16.

      19 . Emmanuel Carrère, El reino, Barcelona: Anagrama, 2015, pág. 61.

      20 . Jean Vanier, citado por Peter Van Breemen en The God Who Won’t Let Go, Indiana: Ave Maria Press, 2001, pág. 98.

      21 . Idea adaptada del poema de Danilo Dolci, Cada uno crece solo si es soñado.

      22 . Desde la más remota antigüedad hasta la era de los Guinness Records nuestro mundo exalta a los campeones.

      23 . Esta expresión es muy conocida entre los latinistas. y viene del poeta latino Horacio (que vivió del 65 al 8 a. C. ). Aparece por vez primera en sus, Odas, Libro II, (Oda nº 10, dedicada “A Licinio”).

      24 . En España se aplica el término de «generación ni-ni», desde la primera década de los años 2000, a los jóvenes que ni estudian ni trabajan, y aun más exactamente a los que no quieren ni estudiar ni trabajar.

      25 . En el ámbito religioso la actitud de tibieza se suele llamar «el síndrome de Laodicea» (Apocalipsis 3: 14-22).

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