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Daniel Schaeffer reflexiona al respecto: “Las señales pueden ser difíciles de comprender de a ratos. Pensamos que sabemos lo que significan, pero ¿qué sucede cuando resultan no significar lo que se pensaba? Somos seres conscientes de las señales, constantemente buscándolas para determinar qué hacer a continuación”.6 Piensa en la cantidad de veces que te has preguntado si un evento era una señal de Dios. Una llamada telefónica inesperada. Una visita inesperada. Un cheque en el buzón de correo. Una carta de aceptación. Una oferta de trabajo. Un acto de bondad al azar. Un diagnóstico de salud positivo.

      Muchas preguntas surgen cuando se suscita una conversación acerca de los comunicados milagrosos del dedo de Dios. ¿Qué determina que una señal sea una señal? ¿Cómo puede una persona distinguir entre eventos sobrenaturales y coincidencias? Aún si Dios fuera a darte una señal de dirección, ¿cómo sabrías lo que significa? ¿Por qué Dios no te da una señal cada vez que estás confundido? ¿Acaso hay momentos en la vida que son más “dignos de una señal” que otros?

      La realidad es que las señales pueden ser imponentes, pero no siempre son lo que parecen ser. Schaeffer lo ilustra de la siguiente manera:

      Si bien la Biblia contiene ejemplos de Dios dirigiendo a su pueblo a través de señales, ¿se trata de la excepción o la regla? Observa el propósito de las señales y milagros que encontramos a lo largo de toda la Biblia y pregúntate: “¿Cuál es el propósito de Dios en este evento?” Pablo explicó: “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1 Cor. 1:21-23, énfasis añadido). Según Pablo, Dios se interesa mayormente en ser conocido.

      Algunos “creen” solamente cuando tiene sentido; otros “creen” porque se trata de un milagro. Pero no hay garantía alguna de que el conocimiento o inclusive una camionada de fuegos artificiales sobrenaturales hará que las personas respondan a Dios. Considera este principio aplicado en la parábola del rico y Lázaro. El hombre rico le ruega a Abraham que envíe a Lázaro a su familia para advertirles personalmente que eviten el aprieto en el que su estilo de vida egoísta lo ha metido. Pero Abraham le recuerda al rico que su familia tiene a “Moisés y los profetas” (la Palabra revelada de Dios) para considerar como guía en la vida. Insistiendo en el asunto aún más, el hombre rico le ruega a Abraham que envíe a alguien de entre los muertos, pues seguramente una forma representativa del más allá los convencería de vivir rectamente. Pero Abraham le recuerda sobriamente al hombre rico: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:31).

      Sin duda la lección es que la señal ya había sido dada en las páginas de la Palabra de Dios. Ni siquiera un fantasma de la ultratumba hará que cambien las personas. Steven Curtis Chapman escribió esta verdad en el canto “Waiting for Lightning” [Esperando al relámpago]. La canción dice:

      La señal y la palabra

      Dadas han sido

      Y es por fe ahora

      Que debemos ver, y prestar oído.

      Luego el canto advierte: “Estás esperando oír truenos / Mientras él susurra suavemente tu nombre”.

      Las señales y milagros son lugares peligrosos en los cuales colocar tu confianza por dos razones: En primer lugar, porque podemos sencillamente estar buscando “señales” que justifican lo que queremos. Y en segundo lugar, porque las agencias de Satanás pueden fabricar milagros que nos alejen de la Palabra revelada de Dios. Jesús les advirtió a sus discípulos: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mat. 24:24). Y refiriéndose a las agencias satánicas que engañarán al mundo durante los eventos finales de la historia de la tierra, Juan el revelador dijo que en su visión el representante de Satanás hace “grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia” (Apoc. 13:13, 14).

      Buscar una señal es agotador. ¿Cuándo buscas? ¿Dónde y por cuánto tiempo? ¿En qué consiste un mensaje sobrenatural? Algunos dicen: “Sabrás cuando suceda”. Sinceramente, esa es la respuesta más insatisfactoria que haya escuchado alguna vez. En el mejor de los casos, tendemos a ser inconsistentes con lo que creemos que es verdad en nuestras vidas. En nuestros días, es sorprendente pasar de ser un escéptico acérrimo en un momento a ser una persona enfocada completamente en fenómenos y tontas señales al momento siguiente.

      Un amigo mío, que por casualidad se auto-proclama ateo, apenas sobrevivió a un accidente automovilístico espantoso. Todos, desde la telefonista de emergencias hasta los agentes de seguros consideraban el hecho de que haya sobrevivido al accidente una evidencia de intervención divina. En el hospital, la primera declaración que me dirigió mi amigo fue: “¿crees que Dios está tratando de llamar mi atención?” Estaba sombrío y enseñable, dispuesto a abrirse a nuevas ideas –hasta que logró recuperarse. Entonces su testimonio cambió: en vez de pensar que Dios le había estado queriendo llamar la atención, atribuía su supervivencia a la efectividad de los airbag. Qué inconsistente.

      Al buscar la voluntad de Dios para nuestras vidas, debemos reconocer que él puede elegir guiar a las personas a confiar en él a través de lo milagroso, o puede elegir no hacerlo. Jesús se cansó enseguida de intentar “demostrarse” a través de señales milagrosas que las personas demandaban persistentemente:

       Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis” (Juan 4:48).

       “Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás” (Mat. 12:38, 39).

       “Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto? Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2:18, 19).

      Una vez más, si consideramos lo que sabemos de las Escrituras acerca de “señales y prodigios”, pareciera que las señales a menudo pueden distraer a las personas de lo que Dios ya ha declarado. Para ser justos, es notable que las señales a menudo ayudaron a algunas personas a creer que Jesús era digno de ser oído. (Ver, por ejemplo, Juan 2:23, 24; 10:40-42; Hech. 2:22, 23). Sin embargo, uno de los problemas de buscar señales es la tendencia a enfocarse en la señal solamente en vez de lo que la señal apunta. Uno de mis alumnos regresó de una visita a una iglesia que cree que el don espiritual de hablar en lenguas es una señal de que el Espíritu Santo mora en la persona. Los miembros de iglesia le preguntaron: “¿Has recibido el Espíritu?” La pregunta lo dejó perplejo porque era evidente que ellos consideraban “tener el Espíritu” y hablar en lenguas como constituyentes de un solo paquete. Cuán perturbador es cuando las personas enfatizan el obtener un don espiritual específico en vez del propósito del don.

      Las Escrituras dejan en claro que Dios utiliza estos momentos milagrosos

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