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Aguirre se defendía en estos términos96:

      Aquí ha estado Prieto. Está alarmado conmigo y con vosotros. Dice que somos el peligro más grande y la dificultad mayor […]. Yo no sé lo que le pasa a este hombre. Siendo nuestro adversario político más irreductible —quizá porque es el más tocado por nuestras luchas— no puede pasar sin nosotros. Aquí [en Nueva York] no visita a más español que a [Fernando de los] Ríos cuando está, y si no, su esposa [Gloria Giner de los Ríos]. El resto del tiempo pasa entre vascos. En cuanto llega me avisa y visita.

      Llegamos al restaurante Jai Alai de D. Valentín [Aguirre] en el que Prieto nos obsequia con una buena comida. Aquello ha tenido más sabor nuestro. Después de comer se ha cantado. Prieto no pasa del «Boga, boga» [canción popular vasca]. Si esto lo supiesen en Bilbao no terminarían los comentarios ni las murmuraciones. La amistad Prieto Aguirre ha preocupado mucho incluso a correligionarios míos. Gente de poca vista que tiene esas preocupaciones. Una cosa es la amistad incluso con adversarios políticos y otra muy distinta la lucha política. Jamás pactamos con Prieto nada. Antes bien, somos nosotros quienes le hemos derribado de su pedestal político al cual subió en Euzkadi con la ayuda de quienes nos critican.

      Mientras los nacionalistas vascos debatían sobre su relación con las instituciones republicanas de ayuda a los exiliados, en octubre de 1939 Aguirre escribió a Juan de los Toyos para tratar de consensuar con los consejeros socialistas la nota que, con motivo del centenario de la Ley de 25 de octubre de 1839, abolitoria de los Fueros según el ideario de Sabino Arana y el imaginario nacionalista, se proponía emitir el Gobierno vasco. En nombre de los tres consejeros socialistas —sus otros dos compañeros se hallaban «encamados por enfermedad»—, Toyos le contestó con una negativa rotunda y le advirtió de que esta posición era «irreductible»97:

      El Gobierno provisional de Euskadi es la institución jurídica que, fundada en el Estatuto, sirve para realizar los fines que este señala. Cualesquiera aspiraciones de orden político no contenidas en el Estatuto corresponde suscribirlas y proclamarlas no al Gobierno, sino a los Partidos, quienes lo harían en consonancia con sus respectivos programas. En consecuencia, no procede adoptar acuerdo alguno en el seno del Gobierno sobre la proposición presentada.

      Aguirre no se desanimó por esta dura respuesta y dos días después sometió a la consideración de los consejeros socialistas un nuevo texto, que recogía literalmente la nota redactada por Toyos y reivindicaba, al mismo tiempo, «las aspiraciones, que hoy nos siguen uniendo, de afianzar la personalidad del país mediante sus libertades tradicionales y la salvaguardia y fomento de las características nacionales del pueblo vasco». «En esta forma —concluía el lehendakari— quedan armonizados todos los sentimientos que no cabe confundir con transigencias o intransigencias en un asunto y en una efeméride en los que solamente tienen cabida las expresiones sinceras de nuestras emociones vascas»98.

      Toyos le contestó al día siguiente, dándole el visto bueno a la redacción propuesta, inspirada en la Declaración de Guernica de 7 de octubre de 1936. No obstante, en nombre de la organización socialista, le pedía «que en lo sucesivo se sirva plantearnos los asuntos políticos de alguna importancia no con tanta premura como lo ha hecho en esta ocasión, sino con la necesaria antelación, pues la minoría socialista no está dispuesta ni a proceder por sorpresa ni a romper las normas de procedimiento que nuestro partido tiene establecidas»99.

      Aguirre no cejó en su empeño de lograr la obediencia vasca de todos los consejeros de su Gobierno. El 18 de noviembre envió a Telesforo Monzón a Guethary, en el País Vasco francés, para tratar de convencer al diputado socialista Miguel Amilibia, próximo a las tesis nacionalistas. Si los socialistas vascos rompían con el PSOE, el lehendakari estaba dispuesto a modificar la composición de su Ejecutivo. Al tener conocimiento de este contacto celebrado a sus espaldas, y de las críticas que Amilibia expresó en la reunión con respecto a la actitud de los consejeros socialistas, Toyos presentó la dimisión de todos los cargos que ocupaba. Fue una dimisión temporal, pues se reincorporó al trabajo político del Gobierno vasco apenas un mes después, a finales de 1939.

      El clima de desconfianza mutua entre socialistas y nacionalistas no cesó en los meses siguientes de duro exilio en Francia. Los socialistas vascos se quejaban a sus socios gubernamentales de desigualdades a la hora del reparto de subsidios y ayudas entre los refugiados. También denunciaban un trato discriminatorio tanto en la asignación de plazas en los refugios que el Gobierno vasco gestionaba en territorio galo, como en la distribución de puestos de trabajo.

      En 1940, Aguirre lanzó el órdago definitivo. El socialismo vasco debía definirse sobre dos cuestiones: el reconocimiento de la nación vasca y su relación con el PSOE. Aceptar sus condiciones significaba seguir en el Gobierno. No hacerlo, abría un panorama incierto para los socialistas. Desde México, Indalecio Prieto aconsejó a sus compañeros dar largas a la propuesta de adhesión solicitada por el lehendakari, con el argumento de que era imposible tomar semejante decisión en las circunstancias que corrían. En todo caso, si al final se firmaba algo, debía ser un texto que no incluyera «la separación de los socialistas vascos del PSOE»100.

      El 21 de abril de 1940, durante la inauguración del Círculo Pablo Iglesias de la capital azteca, Prieto habló de los propósitos de Aguirre como un grave riesgo para la unidad de España101 (doc. III.3):

      No más lejos que ayer —el proceso no me era desconocido, porque arranca de bastante tiempo— he tenido ocasión de leer los requerimientos hechos al Partido Socialista en el País Vasco exigiéndole, para mantener su representación en la entidad que prosigue las funciones del Gobierno autónomo, una declaración de separatismo. Conozco la respuesta de nuestros correligionarios, acertada y digna, según la cual el Partido Socialista del País Vasco mantiene su entrañable amor a aquella región y jurídicamente lo encuadra en el Estatuto que el Parlamento votó el 1 de octubre de 1936. ¿Qué se persigue con esta declaración de separatismo de fuerzas políticas vascas integradas en partidos nacionales, en partidos españoles? Aquí ya no hay que caminar por el sendero quebradizo de las suposiciones. Hace algún tiempo una personalidad destacada del Partido Nacionalista Vasco dijo que este se consideraba en independencia tan absoluta como para, a través de la autodeterminación, decidir, cuando lo creyera oportuno, la incorporación del País Vasco a otra nación que no fuese España. Exacerbación análoga, pero menos peligrosa por menos extensa, se viene produciendo entre elementos extremos del catalanismo. Esa doble exacerbación en territorios fronterizos a Francia me preocupa extraordinariamente, porque puede dañar la unidad española que, si siempre es indispensable, lo resulta, de modo absoluto, en las presentes circunstancias. Os diré en la intimidad, con palabras que pueden quedar confinadas dentro de estos muros, pero que os autorizo a expandir, que yo no me sumaré por nada a nada que quebrante la unidad de España. (Muy bien. Aplausos). No me sumaré a nada que contribuya a despedazar España; por ningún motivo, absolutamente por ninguno. Y repito que ansío, como quien más, el triunfo de las democracias de Europa que se han enfrentado con los totalitarismos, pues cualesquiera que hayan sido sus errores, no puedo sumar mi voluntad al deseo de que triunfe una tiranía que nos arrebataría, para siempre, España.

      La aprobación de un nuevo programa del Gobierno vasco el 8 de mayo pareció poner fin a la crisis abierta. Sin embargo, el debate político quedó en suspenso por la repentina desaparición del lehendakari. En efecto, Aguirre, con su mujer y sus dos hijos, emprendió ese mismo día un viaje privado para visitar a su madre en La Panne, un pueblo de la costa belga muy próximo a la frontera francesa. Su marcha coincidió con la gran ofensiva del ejército alemán sobre Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia, de manera que el lehendakari quedó atrapado en la «bolsa de Dunkerque», perdiendo el contacto con los miembros de su Gobierno y con sus más estrechos colaboradores. Después de una odisea que le llevó de Bélgica a Berlín, en el corazón de la Europa dominada por el nazismo de Hitler, Aguirre, con la identidad falsa del panameño José Andrés Álvarez Lastra, logró escapar de Alemania y embarcarse en Suecia con destino a Brasil, adonde arribó en agosto de 1941, reapareciendo públicamente en Montevideo (Uruguay) en octubre102.

      Prieto celebró públicamente la reaparición de Aguirre con varios artículos

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