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pacto entre el PSOE de Prieto y el PNV de Aguirre en la Guerra Civil.

      Como ministro de Defensa que era, Prieto se consideró responsable de la caída de Bilbao. Y tanto le afectó que al día siguiente envió una carta al presidente Negrín presentando su dimisión (que no le fue aceptada) por «la inmensa pesadumbre» que significaba para él la pérdida de la ciudad a la que arribó de niño y en la que había desarrollado casi toda su carrera política y periodística. Merece la pena citarla77:

      Hemos perdido Bilbao. Nuestras tropas, ante la enorme superioridad de material de guerra de que allí dispone el enemigo, se han visto impotentes para prolongar una defensa que ha costado ríos de sangre y los rebeldes se han adueñado de la Villa. No necesito encarecer a usted cuanto supone en sí misma y en las repercusiones que tendrá, con respecto a la guerra toda, esta pérdida, la más sensible, indiscutiblemente, entre las que hemos sufrido desde que la lucha comenzó y que habrá de reflejarse con quebranto en el prestigio político del Gobierno. Debemos aminorar todo lo posible, ya que los otros sean irremediables, los daños de este orden y creo que el mejor modo de contenerlos es saliendo yo del Gobierno, puesto que por desempeñar la cartera de Defensa Nacional soy el Ministro que aparece más personalmente vinculado a esta desventura. Por consiguiente, presento a usted la dimisión de mi cargo. Estoy seguro de que no considerará usted esta actitud mía como un acto de deserción. Sigo a sus órdenes y a las del Gobierno y ocuparé en la pelea el puesto que se me designe; pero entiendo que en el que ahora tengo asignado soy ya una rémora perniciosa. Cualquiera me podría reemplazar con ventaja, ya que, aparte de mayores méritos, el sustituto tendría a su favor la circunstancia de hallarse libre o muy aligerado de la inmensa pesadumbre que significa para mí, por un cúmulo de circunstancias, cuya exposición no viene al caso, la pérdida de Bilbao.

      Esta fue una tragedia igualmente para Aguirre, quien también había realizado gran parte de su vida profesional y política en Bilbao, su ciudad natal, a la que nunca pudo regresar desde que tuvo que abandonarla a mediados de junio de 1937. Hasta finales de ese mes permaneció, junto con los consejeros de su Gobierno (salvo el republicano Alfredo Espinosa, capturado y fusilado entonces por los franquistas), en la localidad vizcaína de Trucíos. Allí, antes de abandonar definitivamente el País Vasco para pasar a Cantabria, redactó un manifiesto en el que protestaba ante el mundo porque el fascismo español, contando con la ayuda de tropas mercenarias alemanas e italianas, había derogado la autonomía vasca y hasta el Concierto económico, y resaltaba el noble comportamiento del Gobierno vasco en la guerra78:

      Hemos obrado noblemente, nuestra conducta no ha variado ni siquiera a última hora. Hemos dejado intacto Bilbao y sus fuentes productoras. Hemos dado libertad a los presos con generosidad que es pagada por el enemigo con fusilamientos y persecuciones. Ningún despojo es imputable al Ejército Vasco.

      En el verano de 1937 se produjo una importante discrepancia entre ambos líderes, que celebraron una larga entrevista en Madrid, sobre el plan de Aguirre: este pretendía sacar por mar el ejército vasco de Cantabria, donde los batallones nacionalistas se encontraban a disgusto, y trasladarlo a Cataluña, vía Francia, para proseguir la guerra en el frente de Aragón con la misión de conquistar Navarra79. Tras someterlo al Consejo Superior de Guerra, «por motivos políticos y militares» fue desestimado por Prieto, así como también por los presidentes Negrín y Azaña80. Se trataba de un plan inviable, porque el Gobierno francés no iba a permitir de ningún modo que todo un ejército con sus armas atravesase su territorio para continuar la lucha en la zona republicana, tal y como Prieto remarcó a Aguirre: «no conseguimos siquiera que el Gobierno de París deje pasar hacia España a los aviadores que tripulaban los aparatos de caza que, destinados a Bilbao, hubieron de aterrizar en Francia»81.

      En sus respectivos análisis sobre las causas de la pérdida de Vizcaya coincidieron en que la principal fue la escasez de aviones: «Vizcaya no podía defenderse sin aviación» (Prieto). «Por falta de aviación, casi exclusivamente, cayó Bilbao» (Aguirre). Pero disentían en que Aguirre la atribuyó al abandono de Euskadi por parte del Gobierno republicano, del que solo salvaba a los ministros Irujo y Prieto, «cuya voluntad decidida de apoyar a Euzkadi era evidente». En cambio, para Prieto la culpa era de la farsa de la No Intervención («la sarcástica comedieta de Londres»), que impedía que los aviones de la República enviados a través del sur de Francia llegasen a los aeródromos vizcaínos, mientras dejaba que la aviación alemana e italiana destruyese «sin piedad pueblos pacíficos, como Durango y Guernica»82.

      A pesar de sus notorias diferencias políticas y militares, sus misivas durante la Guerra Civil confirman que su trato fue siempre respetuoso y que se consideraban amigos. Esto se corrobora con los elogios mutuos que se intercambiaron. Así, Aguirre, nada más conocer la destitución de Prieto como ministro de Defensa por el presidente Negrín, le escribió el 8 de abril de 193883:

      Quiero dirigirle unas letras en el momento preciso en que recojo las impresiones de censura más grande por la constitución del nuevo equipo ministerial. Nacen de medios que nos interesa un poco más tenerlos a bien con nosotros. Pero no es esta la intención de esta carta. Quiero con ella resaltar por escrito, la estima personal que le profeso y mi conformidad absoluta con toda la política llevada a cabo por usted, desde el Ministerio de Defensa Nacional.

      […] Hace unos días envié una visita a sus hijas, poniéndome a su disposición para cuanto desearan.

      Por su parte, Prieto hizo un caluroso elogio de la actuación de Aguirre en la contienda en un artículo sobre él publicado en 194184:

      Aguirre es, quizá, la única figura política nueva que cuajó por completo durante la guerra de España. Su prestigio incipiente, en vez de desvanecerse, se consolidó, acrecentándose. Y no solo en el sector nacionalista, donde se le venera, sino en otros, donde su tacto le valió la conquista de grandes simpatías. Presidiendo un Gobierno heterogéneo logró, por sus dotes personales, la unidad de acción indispensable en trances críticos.

      3.1. Enfrentados durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)

      Cuando el 5 de febrero de 1939 el lehendakari José Antonio Aguirre, en compañía del presidente catalán Lluís Companys y de sus correligionarios Manuel Irujo y Julio Jáuregui, cruzó la frontera francesa por el paso de La Vajol, en el Alto Ampurdán, Indalecio Prieto se encontraba en Nueva York. El exministro socialista llevaba más de dos meses en América, adonde había llegado a finales de 1938 con la misión oficial de representar al Gobierno de la República en la toma de posesión del presidente de Chile, Pedro Aguirre Cerdá, y con el encargo de la dirección del PSOE de preparar la evacuación de refugiados españoles a México. En diciembre de 1938 Prieto había recibido la invitación personal del presidente Lázaro Cárdenas para trasladarse a la capital azteca, a la que llegó el 18 de febrero de 1939. De este modo, Prieto se convirtió en la primera personalidad política de la España republicana en instalarse de manera definitiva en México, circunstancia que unida a su amistad y sintonía ideológica con el presidente Cárdenas iba a ser determinante para la suerte de los exiliados85.

      El 24 de marzo se produjo la llegada del yate Vita al puerto mexicano de Veracruz con bienes procedentes de la Caja de Reparaciones del Gobierno republicano. Cárdenas confió su contenido a Prieto, aunque el destinatario era el doctor José Puche, enviado a México por Negrín (sin avisar a Prieto) para recibir el cargamento86. Esta prueba de desconfianza hacia su persona, unida a los reproches mutuos que ambos se intercambiaron por carta durante los meses siguientes, motivó la ruptura definitiva entre los dos políticos socialistas87, y la creación a la postre de dos organizaciones de auxilio a los refugiados enfrentadas: el Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles (SERE), en torno a Negrín, y la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), auspiciada por Prieto, con representantes de los partidos republicanos, socialista, la UGT, la CNT y la Esquerra catalana.

      Antes de viajar a Europa para conseguir el aval de la Diputación Permanente de las Cortes para su iniciativa de auxilio a los refugiados, Prieto comunicó sus planes por carta a Aguirre.

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