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Pensar, debatir y aportar a las relaciones internacionales. Varios autores
Читать онлайн.Название Pensar, debatir y aportar a las relaciones internacionales
Год выпуска 0
isbn 9789587904338
Автор произведения Varios autores
Жанр Социология
Издательство Bookwire
El segundo criterio de selección de Buzan, las fuentes del conocimiento producido en RR.II., es también diciente sobre lo difícil que es romper los marcos de referencia de la doxa. Como se dijo, Buzan destaca la filosofía y la historia como fuentes legítimas de la formulación de un conocimiento construido a través del lenguaje formal; no obstante, acepta también que la práctica, expresada en un lenguaje natural, puede agregar al conocimiento. Ahora bien, privilegiar filosofía e historia como fuentes legítimas del conocimiento, es decir otorgarles autoridad científica, no es neutro para su producción.
Considerando la relación entre la historia y la filosofía, Raymond Aron (1963) observaba que, según el filósofo e historiador italiano Benedetto Croce, la historia es filosofía y la filosofía es historia. En ese sentido, la fórmula de Croce es diametralmente opuesta a la de Jacob Burckhardt. Según este, entre la filosofía y la historia hay una oposición radical y, en último análisis, incompatibilidad. Así, mientras que la primera buscaría el establecimiento de proposiciones generales –propuestas válidas que deben permitir la explicación del funcionamiento de un sistema universal–, la segunda, la historia (conocimiento del pasado), es comprensión, interpretación o recuento de hechos singulares y de su encadenamiento. Así, según Burckhardt, el historiador se interesaría en lo que nunca se volverá a ver, mientras que el filósofo centra su atención en lo que es válido universalmente.
Asociar en partes iguales la filosofía y la historia es consecuencia de la postura metodológica que asume Buzan. En la Escuela Inglesa siempre se trata de aliar un acercamiento nomotético a un acercamiento idiográfico de la historia (Linklater y Suganami, 2006); es decir, de conciliar las grandes narrativas con las narrativas individuales, lo universal con lo particular. Los miembros de la escuela inglesa que, como Buzan, privilegian un acercamiento que concilia el lenguaje formal universal de la doxa (Estado, anarquía, interés y poder) con la particularidad de los contextos sociales (evaluados con base en su experiencia histórica y sus redes de significados) deben matizar su propia narrativa histórica al ritmo que los historiadores, legítimos productores del conocimiento, reconstruyen sus propias interpretaciones de la historia. En ese sentido, mientras el modelo teórico esté sustentado en un conocimiento válido (de autoridad científica), se pueden afinar las interpretaciones de situaciones específicas (de autoridad lógica). Los miembros de la Escuela Inglesa no dudan, por ejemplo, en reevaluar su narrativa de expansión de la sociedad internacional (Bull y Watson, 1984) en una de globalización de la sociedad internacional (Dunne y Reus-Smit, 2017), en un recuento que va abriendo campo a las últimas narrativas producidas por los historiadores poscoloniales o los pensadores del género. Pero, recordando el ejemplo de los estudiosos de África en la mitad del siglo XX, anticipar la validez de un conocimiento con base en uno considerado como válido, no se hace sin generar una serie de sesgos que limitan la capacidad de los investigadores de generar uno nuevo. Para evitar este tropiezo, la elección de los historiadores africanos fue admitir un sesgo, no político, sino epistemológico: no privilegiar una cosmovisión sobre otra. Alioune Diop decidió aceptar que toda idea de conocimiento nace de una situación, de un contexto espacio-temporal específico y que, por consiguiente, dar voz a los que están inmersos en ese contexto sin privilegiar una narrativa era, en sí, un paso para la afirmación de ese conocimiento.
Buzan invita también a considerar los conocimientos prácticos para la construcción del saber. Porque su interpretación de lo que es la teoría en RR.II. inicia en la taxonomía, abre un espacio tanto a la teoría en su “sentido académico” como a las estructuras que identifican los practitioners, los intelectuales públicos y otros “fuera de la academia”. Escribe: “Lo que estoy tratando de identificar en esta esfera no-académica es la práctica del pensamiento acerca de las relaciones internacionales, entendidas amplia y generalmente” (2018a, p. 392). Con este esfuerzo por abrir los círculos de reflexión académica a nuevas fuentes del conocimiento, Buzan trata de conciliar, de abrir un campo de legitimidad a los conocimientos no-científicos (de autoridad lógica). Paradójicamente, haciendo eso refuerza la idea de que no todos los conocimientos son iguales. Se asienta la doxa y se limita el acceso de los conocimientos producidos desde los lugares de exilio al estatus de conocimiento válido. La perspectiva general de las narrativas que se construyen en el proyecto de “RR.II. globales” sigue siendo, en parte, condicionada por la doxa.
Con la presentación de estos elementos se quería destacar que la doxa siempre tiene una capacidad de incorporar los nuevos conocimientos y las críticas; pero que, a su vez, tiende a reproducir esquemas de orden y a apartar los que formulan críticas. Como lo concluye Cynthia Weber (2014), en el mercado de bien raíz que es la academia de RR.II., un proceso de gentrificación está redefiniendo el valor de las epistemes de RR.II.
Poder y (re)producción del conocimiento en RR.II.
Los agentes sociales que son los académicos de RR.II. perciben cambios en su objeto de estudio. Cada uno de ellos lidia con esta percepción de manera diferente. Por ejemplo, algunos no perciben que la dominación estadounidense sobre el campo sea un problema para adaptar el conocimiento en ese periodo de histéresis (Ikenberry y Mastanduno, 2003; Hagmann y Biersteker, 2014; Measheimer, 2016), cuando muchos otros sí lo perciben como una dificultad.
Está claro que “la hegemonía de la academia estadounidense sobre el campo de RR.II. se construye mayoritariamente sobre bases materiales porque es grande […], rica y localizada en el único superpoder” (Acharya y Buzan, 2019, p. 291). Este estado de las cosas genera, cuando se junta con la propuesta de “globalismo descentrado”, un escenario en el que, como el poder material se está repartiendo de manera más equitativa entre los Estados, las fuentes de legitimidad del conocimiento se están reubicando.
Acharya y Buzan (2019) ponen en evidencia una serie de enseñanzas para que los académicos construyan una disciplina refundada en “RR.II. globales”. Identifican dimensiones que explican la dominación occidental sobre el campo y que deben, según ellos, ser superadas para permitir la construcción de un conocimiento incluyente (p. 286): el eurocentrismo, el falso universalismo, el racismo, la disyunción entre el Norte y el Sur y la negación repetida de la capacidad de agencia de los del Sur. Sin embargo, esta lista no permite anticipar el marco en el que la reflexión de los académicos del Sur debería llevarse a cabo. Se propone aquí un esbozo del panorama del mercado para los académicos latinoamericanos en función de: 1) la agenda de investigación, 2) la estructura del mercado y 3) un balance de la demanda y de la oferta.
En cuanto a la agenda de investigación dos puntos parecen relevantes. Primero, la escala de reflexión y segundo la orientación de la agenda. Al momento de investigar, la definición del marco espacio-temporal es esencial y, como se ha dicho anteriormente, este marco tiende a imponerse a los agentes sociales. La interpretación que propone Barry Buzan (2018b), la del “globalismo descentrado”, lleva a suponer el fin de las reflexiones realistas en términos sistémicos y la pérdida de fuerza de las propuestas liberales, por la incompatibilidad de sus pretensiones universalistas con una sociedad interestatal global descentrada.
El “globalismo descentrado” supone que ningún Estado tendría las capacidades materiales o inmateriales, o la legitimidad, para intervenir en los procesos políticos de otras sociedades de Estado. En esta configuración, que llama “la patología del autismo de los grandes poderes” (Buzan, 2018b), las agendas de los diferentes “complejos regionales” (Buzan y Wæver, 2003) solo estarían escasamente relacionadas entre sí, es decir que las agendas se organizarían en función de intereses centrados en comunidades más específicas. Así las cosas, el habitus de los académicos debería readaptarse en función de una escala diferente, determinada por el mercado. En este mercado, pocas serían las comunidades académicas que podrían beneficiarse de los incentivos financieros públicos de Estados con pretensiones hegemónicas promovidas a través del uso de narrativas realistas o liberales. Las narrativas se readaptarían