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entonces las narrativas de la doxa perdurarán. En el “globalismo descentrado” se supone una pérdida de alcance geográfico y social para el Estado, pero solo se cuestiona parcialmente al Estado, a la anarquía o al racionalismo.

      Segundo eje de la agenda de investigación, su orientación. Se puede entender que la orientación de la agenda de investigación en RR.II. se determina en función de una postura metodológica o en función de una temática de investigación, no para delimitar un campo, sus tradiciones, sus figuras, sus estándares y su filosofía. Si bien estos trabajos serían esenciales para los desarrollos del campo RR.II., apartarían el académico de su mercado. Además, si la filosofía y la historia son fuentes del conocimiento válido, para pretender reflexionar de manera diferente a la doxa, los académicos tendrían que enfocarse en un trabajo histórico o filosófico antes de empezar a pretender producir interpretaciones científicas heterodoxas en RR.II. Una lección que se puede aprender de la experiencia africana en ese campo es que, el compromiso de aceptar todo tipo de trabajos acerca del objeto de estudio es más eficiente en la búsqueda de un conocimiento diferente. Pero no es porque se identifique a una fracción de la sociedad humana como diferente, que la experiencia práctica de los agentes sociales inmersos en ella los lleve a calificarla de manera diferente. Destacar pensamientos teóricos heterodoxos depende, entonces, más del tipo de conocimiento que se quiere promover, que de la orientación de investigaciones individuales. Incentivar la difusión de trabajos que formalizan un conocimiento con base en una exploración historiográfica o filosófica depende ante todo de la estructura del mercado.

      Como se ha evidenciado, la producción del conocimiento depende del marco en el que se produce; así, para que se dé un cambio de habitus también debe darse un cambio en la estructura del mercado. La relación entre el protagonismo estadounidense en la disciplina y el papel de hegemón que juega en la política internacional ha sido varias veces mencionada. En ese sentido, la referencia que constituye la doxa para la definición de lo que es la disciplina parece esencial. Al mismo tiempo y siguiendo a Bourdieu, los agentes sociales (los académicos) conocen ese mercado e indican en qué consiste. En las conclusiones de su análisis de la encuesta Teaching, Research, and International Policy (TRIP, 2014)9, Wemheuer-Vogelaar, Bell, Navarrete y Tierney (2016, pp. 14-15) destacaban que, en cuanto a la cuestión de saber:

      1. Si la disciplina de RR.II. es dominada por EE. UU.: a pesar de que los académicos de RR.II. en general perciben un desequilibrio de poder en la disciplina a favor de Occidente, son los mismos académicos que se benefician de esta dominación los más reacios al cambio de la agenda en RR.II. hacia una agenda global.

      2. Si la geografía es una línea divisoria en la academia responden que: lo que los académicos en Occidente perciben como la “comunidad global”, los académicos de otras partes del mundo lo pueden ver como “el Otro”, con el que no pueden identificarse o con el cual no pueden convivir. También encuentran evidencia de que las fronteras se reproducen en las prácticas de investigación: más análisis de política, menos análisis cuantitativo y un uso privilegiado de los paradigmas realistas en el “Sur Global”.

      3. Si existe una división internacional del trabajo en RR.II. entre un Norte productor de teoría y un Sur proveedor de datos, llegaban a concluir que: si bien la teoría está bien presente y viva en el “Sur Global”, esta no goza del debido reconocimiento y está desestimada en la disciplina en su conjunto. Cuando de reflexión teórica se trata, se reproducen patrones de dominación y de subyugación, en específico a través de la formación de nuevos académicos del mundo entero según el “canon occidental de RR.II.”.

      La estructura del mercado se fundamenta en una red de percepciones jerarquizadas por estándares. Los que producen los estándares determinan las condiciones de acceso al mercado y, por consiguiente, son también los más aptos para competir en él. Las narrativas de los académicos exiliados están inaudibles, su mercado no es suficiente como para alcanzar una masa crítica y hacer escuela. Si lo logran, son rápidamente cooptadas por la doxa y orientalizadas10. Los académicos lo perciben, también los que defienden una renovación de la agenda hacia una agenda global.

      En América Latina en general, y Colombia en especial, los llamados de Amitav Acharya, Barry Buzan o Arlene Tickner son escuchados. La Red Colombiana de Relaciones Internacionales ha mostrado su compromiso en difundir estas narrativas11. Sin embargo, cuando de mercado se trata, la práctica del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación de la República de Colombia (Colciencias), ahora Ministerio de las Ciencias– lleva indudablemente a la integración de los mercados simbólicos colombiano y estadounidense. El sistema en el que se funda la observación de Minciencias, y la siguiente categorización de los investigadores y centros de investigación12, da el máximo puntaje a las revistas científicas ya establecidas, lo que tiende a estandarizar la producción de los bienes intelectuales en función de normas canónicas, ya sea en la producción ortodoxa o heterodoxa.

      La demanda –en RR.II. de pronto más aún que en otros mercados– depende del presupuesto público o de grupos de interés cuyo alcance traspasa las fronteras. En una sociedad de Estado, el exilio, o grado de pertenencia al grupo, se mide por la intensidad de las interacciones con los demás miembros de la sociedad (Buzan y Wæver, 2003). Como la disciplina tiene el propósito de interpretar estas interacciones, los académicos que, en su estrategia de supervivencia, dependen de los Estados que menos interacciones tienen, deben multiplicar sus fuentes de ingreso, dejando a un lado el circuito altamente competitivo de la disciplina tal como es estandarizado, para explorar mercados conexos como la consultoría o las actividades paraacadémicas. Cuando de mercado de ideas se trata, en América Latina, basándose en el SJR (2019) una serie de revistas científicas que incluyen en sus temas centrales a los de RR.II. son de alto impacto13, diez entre Q2 y Q3, entre las que dos, tratan temas económicos y una temas de derecho internacional. Para el mismo año 2018, 48 revistas se valorizaron entre Q2 y Q3 para América del Norte, y 33 en Q1. Entre las revistas latinoamericanas de mayor impacto: 6 son revistas de universidades públicas, tres revistas de dos universidades privadas y una de un centro de pensamiento. Se pueden citar a Política y Gobierno en México, la Revista de Ciencia Política de Chile, la Revista Brasilera de Política Internacional, Utopía y Praxis Latinoamericana en Venezuela y, en Colombia, la revista Colombia Internacional, de la Universidad de los Andes, y la revista Análisis Político de la Universidad Nacional. Sin mencionar los estándares de publicación, generalmente dos estrategias se proponen en esas revistas: mantener un debate diverso sobre temáticas de la “comunidad académica global”, así se posicionan las universidades privadas; o fijar una línea editorial sesgada que restringe las condiciones de acceso a unos pocos, una elección que solo las universidades que no dependen del mercado pueden generalmente asumir. En América Latina, poco mercado hay para la creación de espacios académicos tal como el que Alioune Diop creó con Présence Africaine.

      CONCLUSIÓN

      En el momento de histéresis que atraviesa la disciplina, las condiciones del mercado académico son el factor determinante en el mantenimiento de la doxa de RR.II. Sin embargo, eso no supone que no se adapte el habitus de los académicos de la disciplina. Si se acepta la argumentación que sustenta la necesidad de una refundación de la disciplina de RR.II. en RR.II. globales, entonces debemos también anticipar sus consecuencias sobre el estudio de la disciplina en la región.

      Ante lo expuesto, lo más probable sería ver una readaptación de la escala de reflexión de los académicos (límites regionales determinados por la intensidad de las interacciones), cuyo alcance sería determinado por la capacidad de acción (material o social) de los diferentes Estados reconocidos como legítimos; eso porque de estos Estados los académicos dependen en sus estrategias de supervivencia. Las narrativas limitarían su campo, desde lo universal hasta un cierto grado de particularismo o de universalismo regional. Se operará y –se podría argumentar–, opera, una recalibración. Siguiendo la argumentación que permite desarrollar la Escuela Inglesa, el ciclo anárquico sistémico iniciado en los albores del siglo XIX está finalizando. Un nuevo ciclo, uno que combina la horizontalidad, entre sociedades

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