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(RR.II.), en su esfuerzo por conceptualizar la práctica internacional, siempre evalúan sus modelos frente a los cambios que perciben. Ya sea el realismo, las propuestas liberales, los análisis marxistas y neomarxistas, todos han sido, en algún momento o en alguna medida, criticados o reformulados en función de los cambios percibidos en la política internacional. Al mismo tiempo, no hay duda de que la disciplina ha entrado en uno de estos periodos de introspección y reevaluación. En América Latina, este es un periodo de oportunidades para redefinir los límites y las maneras de estudiar lo internacional (Frasson-Quenoz, 2018).

      En ese capítulo se propone un camino metodológico1 para anticipar los desafíos que supone ese periodo. Para tal fin, en un primer momento se describirá la percepción compartida por varias tendencias teóricas de que las relaciones internacionales –tal como han sido concebidas– han cambiado. Una vez caracterizado, se propone identificar y anticipar las consecuencias de estos cambios prácticos y conceptuales sobre la manera de concebir lo internacional. Para redondear la reflexión, se propone mostrar que con ese cambio de periodo se aproxima una serie de desafíos que los estudiosos de RR.II. deberían tener en cuenta.

      Para estructurar el argumento y seguir las líneas más recientes del debate acerca de la crisis de la disciplina científica RR.II., se propone utilizar la reflexión de Barry Buzan en su componente analítico de la política global (2011; 2018b) y en su componente epistemológico, su llamado a la refundación de la disciplina en una disciplina de Global International Relations o “RR.II. globales” (2018a). Los trabajos del líder de la Escuela Inglesa (EI), junto con sus colaboraciones con Amitav Acharya (Acharya y Buzan, 2010; 2019), el reconocido promotor de narrativas2 heterodoxas en RR.II., y por extensión la reflexión llevada a cabo por Ole Wæver (Buzan y Wæver, 2003) y Arlene Tickner (Tickner y Wæver, 2009; Tickner y Blaney, 2012), al ser ampliamente difundidos en ese debate, son considerados aquí como los que más influencia tienen en la comunidad global de los académicos de RR.II. Desde lo “no occidental” hasta las propuestas poscoloniales y feministas; es decir, explorando algunos lugares de “exilio3” (Ashley y Walker, 1990), se propone desvelar el margen de maniobra en el que los académicos de RR.II. pueden obrar en pro de la redefinición de la doxa.

      El discurso que se construye aquí no tiene una pretensión explicativa, sino una interpretativa. Esta interpretación sociológica se construye aplicando los conceptos de doxa, habitus e histéresis –propuestos por Pierre Bourdieu– a la disciplina científica Relaciones Internacionales.

      La sociología de Pierre Bourdieu ya ha sido aplicada en RR.II. (Adler-Nissen, 2013). En un inicio, postula que nuestras capacidades cognitivas, nuestra racionalidad, nos permite pensar el mundo, pero que nuestra capacidad de objetivarlo es ella limitada e influenciada por un contexto social particular, espacio-temporalmente situado. En consecuencia, invita a un ejercicio de “objetivación participante” (1993).

      Así, se puede entender el concepto de doxa, en una definición amplia, como la capacidad –como seres sociales– de reconocer, a través de la práctica, la arbitrariedad social y las formas no discursivas que pueden tomar las normas que la definen. Más allá, el concepto supone una tendencia a internalizar las normas de la doxa lo que, a su vez, tiende a reforzarlas. Se define como la “aceptación sin reclamo del orden cotidiano de la vida” y, al mismo tiempo y cuando esta se realiza, “representa la forma más radical de conservadurismo” –especialmente entre los dominados– (Bourdieu y Wacquant, 1992, p. 7374). En la propuesta de Bourdieu (1977), el concepto de doxa permite articular la noción de reproducción de las instituciones sociales, de las estructuras y de las relaciones entre cuerpo y espíritu, es decir, que el concepto de doxa permite entender las prácticas y las actitudes que se entienden como “naturales”.

      En RR.II., las opiniones y las percepciones indiscutibles y comunes que regulan el campo, es decir las normas internalizadas que determinan “el sentido de los límites” y el habitus de los académicos, son marcadas por la influencia de una tradición específica entre las comunidades epistémicas.

      Es comúnmente admitido que la disciplina es ampliamente dominada por la producción intelectual de Estados Unidos. En 2015, Robert Vitalis recordaba, primero, la influencia que ha tenido sobre la reflexión de los estudiosos de principios del siglo XX el pensamiento en términos raciales e imperialistas (especialmente el estadounidense) y, segundo, que se podrían leer las relaciones internacionales actuales siguiendo los dos mismos ejes. Si bien se puede criticar este último punto, queda de la observación de Vitalis un argumento central: la manera de concebir el mundo expresada en la academia estadounidense indudablemente ha dominado, y sigue dominando, el campo de las RR.II. Sin embargo, se quiere insistir en el hecho de que nuestra disciplina está en un estadio de baja institucionalización y que, todavía, se expresan sensibilidades metodológicas muy diversas en diferentes comunidades epistémicas.

      Siguiendo a Bourdieu, se entiende al profesional científico de la disciplina de RR.II., el académico, como un sujeto social –un agente–, es decir: “un individuo atrapado en la práctica e inmerso en la acción, que actúa por necesidad”. Esta necesidad se define en relación con el contexto en el que el agente social se encuentra creando así un “habitus4, producto de la incorporación al mundo social” (1994, p. 166). En el caso que interesa, el mundo social es la institución académica y el habitus, la producción de conocimiento en un mercado competitivo. En ese mercado de bienes simbólicos, el valor de los productos es atribuido en función de relaciones sociales institucionalizadas (Deer, 2008, p. 121) y el científico compite por su supervivencia profesional; es un homo academicus (Bourdieu, 1984).

      Aquí, se considera que la producción del conocimiento científico –resultado de la actividad del profesional de la disciplina en la acumulación de capital– (Bourdieu, 1984, pp. 97-167) se puede diferenciar del conocimiento no científico porque el conocimiento científico se construye con base en un lenguaje formal (que le da autoridad científica), mientras que el no científico se construye con base en un lenguaje natural (con autoridad lógica) (Bloor, 1976). En oposición al lenguaje natural,

      … que está atrapado en las necesidades de la acción y estructurado por la ilusión (de in-ludere: jugar en), el lenguaje científico, conceptual racional, discursivo, rompe con las ilusiones de la consciencia para reconstituir los mecanismos objetivos de la producción de las prácticas a partir de un habitus. […] Es un lenguaje formal a la vez lógico y operativo. […] El lenguaje del conocimiento no es la palabra que acompaña la acción. (Dubar, 2007, p. 31)

      Para concluir esta presentación y empezar con el argumento, se clarificará la definición del concepto de histéresis. Para Bourdieu (1977), cuando las condiciones sociales y personales son estables, el cambio social se da en función de líneas que se pueden identificar de manera clara y anticipada. En tiempos de crisis (aquí el fin de la Guerra Fría), los agentes (los científicos de RR.II.) deben adaptar su habitus de manera abrupta a los cambios drásticos del campo. En estos momentos, cuando se busca una nueva estabilidad de las estructuras del campo (de la doxa), nuevas oportunidades, muchas veces transitorias, llevan a que el habitus evolucione, pero de manera inesperada. En esos momentos de redefinición, muchas de esas oportunidades se pierden porque la doxa tiende a mantener la coherencia del campo (Bourdieu, 1977, p. 83). Este momento de transición, de cambios y d’occasions manquées, es uno de histéresis.

      De lo anterior se espera que los conceptos de doxa, habitus e histéresis permitan entender cómo se está reconfigurando el estudio de lo internacional, en un esfuerzo de recalibración de la escala de reflexión de los internacionalistas; cómo las narrativas heterodoxas fruto de este proceso de recalibración o histéresis se orientalizan5; antes de subrayar algunos de los desafíos que el momento supone y de mostrar de qué manera las respuestas formuladas están condicionadas por el mercado. Se concluye que, desde el exilio, las investigaciones deberían: 1) problematizar la dependencia, incluso en términos epistemológicos; 2) siempre pensar a una escala más allá de los intereses del Estado; 3) cuidarse de las tendencias epistemológicas totalitarias internas que puede generar el mercado; 4) tener en cuenta las debilidades estructurales de las sociedades

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