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alguno se le ha ocurrido pensar que a lo mejor a papá le ha ocurrido otra cosa?

      Deanna contuvo la respiración.

      —Drew… —dijo, temiendo que fuera a decir alguna imprudencia.

      Él sacudió la cabeza fuertemente y ella se calló. No veía esa expresión en su rostro desde aquel día… cuando se lo había encontrado en el despacho con una botella de whisky vacía y una foto de su madre.

      —Es uno de los Fortune —dijo Drew, prosiguiendo—. No podemos olvidarlo.

      J.R. cruzó los brazos. Al igual que el resto de sus hermanos, él también se había quitado la chaqueta y se había remangado la camisa.

      —¿En qué estás pensando?

      —No lo sé. Pero todos sabemos que no es la primera vez que alguien intenta hacerle daño a esta familia.

      Deanna soltó el aliento bruscamente.

      —No.

      Lily arrancó una flor de las guirnaldas y los pétalos cayeron al suelo.

      —Siéntese, Lily, por favor —le dijo Deanna, agarrándola de la cintura e invitándola a sentarse a su lado.

      La señora hizo lo que le pedía y apretó un puño contra su pecho.

      —Nadie querría hacerle daño a William —dijo. Sin embargo, había miedo en su voz.

      —A lo mejor no —dijo Darr, y entonces miró a Drew—. Pero ya hemos tenido algún que otro incidente.

      —¿Y un secuestro? —Drew miró a Nick y a J.R. No hubiera querido ser la persona que mencionara esa posibilidad, pero ya sabía que Darr y él estaban pensando lo mismo.

      —Dios mío —susurró Isabella. Se sentó inmediatamente e inclinó la cabeza hacia delante hasta tocarse las rodillas.

      —¿Cariño? —J.R. fue hacia ella.

      Ella levantó una mano y le hizo señas.

      —Estoy bien. Sólo me he mareado un momento.

      Frunciendo el ceño, J.R. se sentó junto a ella y le puso la mano en la espalda.

      —Estamos todos un poco nerviosos —dijo Bethany de repente, avanzando por el pasillo con su pequeña hija en la retaguardia.

      Charlene iba detrás de ella, sujetando a su precioso bebé.

      —Tiene razón. Estas ideas tan peregrinas no nos ayudarán en absoluto.

      —A lo mejor no es una idea tan peregrina después de todo —dijo Lily, con voz temblorosa.

      Isabella ya se había incorporado. Tenía la cara muy pálida.

      —Los incendios, hace unos años… Primero en el restaurante de José y María, y después en tu granero.

      Lily asintió con la cabeza.

      —Pero Lloyd Fredericks está muerto. Lyndsey Pollack está encerrada en un manicomio y su madre sigue pudriéndose en la cárcel —señaló Nick.

      Su tono de voz era tranquilo, pero Deanna podía ver más allá y cada vez se sentía más perdida. Además, la expresión de Nick era de absoluta preocupación.

      —Bueno, si ha sido un secuestro… —dijo Bethany—. Debería haber alguien en el Double Crown, por si intentan contactar con Lily, ¿no? —hizo una mueca—. Ser la hija del hombre que tiene la petrolera más grande de todo Texas me ha enseñado unas cuantas cosas. Mi padre siempre ha tenido miedo de que alguien pudiera hacernos daño a mis hermanos o a mí.

      —Bethany tiene razón —Lily se puso en pie. Seguía pálida, pero por lo menos parecía más dueña de sí misma—. Quiero volver al rancho, lo antes posible.

      —Nosotros te llevamos —dijo J.R.

      —Gracias, cariño.

      Isabella también se puso de pie y se alisó el vestido.

      —Hablaré con el reverendo primero y me reuniré con vosotros en la entrada.

      Lily asintió y se colgó del brazo de J.R. Todos abandonaron la iglesia.

      El aire se había enfriado bastante. Unos nubarrones se acumulaban en el horizonte y no auguraban nada bueno. Deanna se estremeció.

      —Toma —Drew le puso su chaqueta sobre los hombros, por encima del chal que ella llevaba.

      —Gracias —le dijo ella, agarrándola fuertemente.

      El aroma que desprendía la prenda era incluso más confortable que el calor que le daba. Isabella se unió a ellos y todos se dirigieron en silencio hacia el aparcamiento que estaba al otro lado del jardín. Parecía desolado, después de la multitud de coches que había albergado tan sólo un rato antes. Nadie advirtió la presencia de la persona que estaba bajo la sombra de la iglesia. Llevaba una escoba en la mano y los observaba atentamente mientras subían a los vehículos. Cuando se marcharon, el celador dio la vuelta y contempló el montón de pétalos y demás basuras que la escoba había recogido de la parte de atrás del templo. Sólo a uno de los Fortune se le podía ocurrir decorar la puerta trasera, la cual sólo usaba el personal de servicio. Pero en realidad no era el montón de basura lo que más le llamaba la atención al empleado, sino el pequeño bebé que estaba en un asiento adaptado para coche. Se lo había encontrado sentado junto a la puerta trasera un par de horas antes, pero todos se habían marchado ya y nadie había ido a buscarlo. El niño había llorado desconsoladamente, pero nadie parecía haberle echado en falta, y al final la pobre criatura se había quedado dormida. Todos los asistentes a la boda parecían demasiado ocupados con el asunto del viejo como para preocuparse por un bebé que ni siquiera debería haber estado allí para empezar. El celador se agachó y tocó el medallón de oro que el pequeño llevaba al cuello. No era muy grande, pero en comparación con el bebé sí que lo parecía. Además, parecía muy valioso.

      —¿De dónde has salido tú?

      El bebé siguió dormido, chupándose el dedo delicadamente. El empleado se incorporó y continuó limpiando a toda prisa. Los goterones de lluvia eran cada vez más grandes. Limpiar la basura de otros nunca había sido parte del plan… Después de guardar los utensilios de limpieza, volvió para recoger el asiento de coche en el que estaba el pequeño. Nadie se había dado cuenta… A nadie le había importado… Se habían marchado sin más.

      Drew y Deanna volvieron al Orgullo de Molly en silencio. Todos los demás se habían ido al Double Crown para acompañar a Lily. Pero Drew no había querido ir con ellos. Y no era porque estuviera molesto con Lily ni nada parecido. Él mismo había visto lo mucho que la había afectado la desaparición de su padre. Lo que le tenía tan apesadumbrado eran las últimas palabras que había cruzado con su padre. No podía sacárselas de la cabeza. Le había dicho a su padre que podía irse al infierno y llevarse a su esposa con él. ¿Y si no volvía? ¿Y si no podía volver?

      —¿Quiénes son Lloyd Fredericks y Lindsey Pollack? —la suave voz de Deanna rompió por fin el silencio cuando entraron en la hacienda de J.R.

      —Es una vieja historia.

      —A mí no me pareció tan vieja en la iglesia.

      Drew cerró los puños y se dirigió hacia el centro de la casa. Sus pasos retumbaban con fuerza.

      —Lloyd fue el primer marido de Frannie —dijo finalmente—. Lyndsey era la novia de Josh. Estaba embarazada de Brandon, pero su verdadero interés no era formar una familia con Josh. Lo que le interesaba de verdad era la enorme herencia que conseguiría a través del padre de Frannie.

      —El padre de Frannie era el marido de tu tía Cindy, ¿no?

      —Uno de los cuatro que ha tenido —llegó hasta el mirador que estaba encima del jardín exterior y se detuvo frente a la ventana, contemplando la lejanía.

      Los apliques de hierro forjado arrojaban extrañas formas de luz por todo el jardín

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