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como perro de asistencia, tienes que empezar sabiendo algo muy importante a lo que deberás prestar especial atención.

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      En cada camada de cachorros siempre hay algún cachorro tímido, alguno miedoso, alguno con una fuerte curiosidad y con alta actividad, y también está el que está por encima de los otros cachorros, el más competitivo, el que consigue amamantarse durante más tiempo.

      Solicita el consejo del criador o de alguna persona que tenga experiencia y te ayude a elegir. Todos los cachorros a los dos meses son irresistibles, pero tómate el tiempo necesario para observarlos y déjate aconsejar por alguien que sea más objetivo que tú y que sepa lo que hace. Tan importante como el trabajo y el entrenamiento es la selección.

      Los buenos criadores entregan a sus cachorros con al menos 50 días. Es muy importante que tengamos en cuenta que tenemos por delante sólo unas semanas para exponerlo a toda clase de estímulos y habituarlo a todo tipo de situaciones, personas, otros animales, ruidos, gente, niños, tráfico, otros perros…

      Todos estos estímulos son necesarios para forjar un perro tranquilo, equilibrado, de buen carácter, sin miedos ni recelos.

      Merecen especial atención los estímulos auditivos, ya que conforman un amplio abanico de futuros problemas y fobias.

      Hay que acostumbrar al cachorro a los secadores de pelo, las aspiradoras, los sonidos propios de su entorno como la caída de diferentes objetos (llaves, cubiertos y demás objetos que sean susceptibles de caer a menudo). No olvides que luego vas a pedir a tu perro que los cobre y te los entregue.

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      El sonido de bombetas y petardos no formará parte de su día a día, pero has de exponerlo a estos estímulos para que en el futuro puedas tener a tu perro tranquilo y bajo control. Prevé y haz una lista incluyendo todas aquellas cosas (ruidos, objetos, y demás estímulos) a las que tu perro no debería reaccionar en absoluto. Para ello, preséntaselas antes de que termine su período crítico o impronta (16 semanas) y hazlo lógicamente, a un volumen bajo al principio y ve progresivamente aumentando la intensidad del estímulo. Esto hará que tu perro se habitúe de la mejor manera posible y antes de que termine el período sensible de imprinting (o impronta).

      Deja que explore y anímalo a hacerlo. Queremos que el cachorro interactúe con cada objeto que le presentemos y que no muestre temor alguno. Anímalo a que lo haga y premia cualquier interacción con cada cosa nueva que le presentes. Enfócalo siempre como un juego.

      Intenta acostumbrarlo a andar por diferentes superficies: suelos brillantes, encerados, de cerámica, de madera, césped, superficies metálicas (las escaleras de centros comerciales o del metro), vagones de tren, autobuses, etc., y también procura acostumbrarlo a que esté tranquilo en superficies altas (la mesa del veterinario, la superficie donde tengas pensado cepillarlo cuando crezca…).

      Cuantos más estímulos le ofrezcamos, más enriqueceremos al cachorro. Debemos ser conscientes de que algunos de estos estímulos tienen que ser presentados de forma positiva, gradual y progresiva.

      Ningún estímulo debe ser amenazador. Observa a tu perro y trata de entender si le resulta divertido, extraño, si le da miedo, y actúa en consecuencia. No fuerces nunca al perro, ya que conseguirás el efecto contrario al que pretendes.

      Los secadores y las aspiradoras (que son los que normalmente más les asustan) podemos irlos introduciendo amortiguados (en habitaciones alejadas con la puerta cerrada al principio y a baja intensidad para amortiguar el ruido y que no suponga una experiencia desagradable. Poner en marcha un secador en otra habitación al mismo tiempo que el cachorro está comiendo puede contribuir a que lo vaya asociando a algo bueno. Pero, como siempre decimos a nuestros alumnos, si tienes miedo de que tu perro tenga miedo, con toda seguridad se lo transmitirás al perro. Es importante presentarle cada situación de forma positiva, como si de un juego se tratara.

      Cuando nos adentremos en el mundo del adiestramiento, no deberíamos olvidar que desde los últimos 16.000 años el perro ha sido un compañero fiel, un guardián, y que ha prestado un servicio al ser humano. Los perros son animales sociales que sobrevivieron y evolucionaron a partir del lobo gracias a que los más intrépidos se acercaron a los campamentos humanos y se alimentaron de los restos de la caza y posiblemente de las heces humanas.

      Los perros, al igual que los lobos, necesitan vivir en grupo y relacionarse entre ellos. Forman manadas estables de individuos que están basadas y estructuradas en un orden jerárquico, en el cual cada uno ocupa un lugar y tiene ciertos deberes y privilegios según el rango que ocupe.

      Cuando nacen los cachorros, la madre es la encargada de otorgar los cuidados parentales. Saca los cachorros de la placenta, corta el cordón y los lame para limpiarlos y darles calor. También los lame para estimularlos a que orinen y defequen ya que recién nacidos no son capaces de hacerlo por sí mismos.

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      Se encarga de cuidarlos, amamantarlos, y vigilarlos, e intenta que salgan todos adelante, tratando así de optimizar su tasa de aptitud (y tener el número máximo de copias genéticas).

      La estimulación de los cachorros en los primeros momentos es tarea de la madre. Nosotros debemos intervenir sólo en caso necesario y a su tiempo, cuando la madre haya terminado su labor. Entonces habrá llegado el momento en el que podamos manipular a los cachorros y dejar que interactúen con sus hermanos de camada.

      En los cachorros el forcejeo es una simple lucha por conseguir la mejor leche materna. Desde el momento en el que son capaces de moverse por sí mismos, buscan el calor de la piel del vientre materno y a la vez compiten por el mejor recurso posible. Ya empieza a haber dominantes y dominados. Es la lucha por la supervivencia, la rivalidad.

      En este período empiezan a desarrollar un lenguaje de comunicación con los hermanos de camada. Aprenden comunicaciones agonísticas, que no son más que el lenguaje de señales agresivas y de apaciguamiento que han de aprender para evitar en el futuro problemas con otros animales de su especie.

      También la madre utiliza y enseña estas señales y otros comportamientos.

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      Si el cachorro la mordisquea demasiado fuerte, la madre le gruñe, le muestra los dientes y le enseña a controlar la mordida, a parar el juego, a que se tranquilice, obligándolo a que adopte la postura de sumisión (boca arriba). De ese lenguaje depende que el cachorro aprenda a controlarse y, por consiguiente, a evitar en un futuro problemas de comportamiento como la sobreactividad y la hiperactividad.

      Es por esta y por muchas otras razones por las que es primordial que en la fase de imprinting el cachorro aprenda a relacionarse con su madre y sus hermanos de camada para posteriormente relacionarse con individuos de otras especies.

      Lógicamente, los cachorros separados de su madre y sus hermanos de camada antes de las siete semanas sufren estas carencias y son susceptibles de tener un déficit en esta fase tan importante, en la cual está demostrado que se forja el carácter del cachorro de por vida.

      Una vez que el cachorro haya llegado a casa, lo mejor que podemos hacer es desoír los consejos de “algunos expertos” de no sacar al cachorro hasta que termine su calendario de vacunas. Hacer esto es una barbaridad. Es lo mismo que mantener a un niño aislado hasta que termine también su calendario de vacunación.

      No hay mala intención en ello. El veterinario aconseja no sacar al cachorro en prevención de algunas enfermedades víricas para las que el cachorro no tiene defensas y a causa de las cuales, de ser contagiado, podría incluso morir.

      Lo que hemos de hacer es sacar al cachorro a la calle, aunque sea en brazos. Se debe acostumbrar a los ruidos de la calle, del tráfico, y hay que estar muy pendiente de lo que huele y no dejarle comer nada del

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