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rel="nofollow" href="#ulink_b12977bd-6c62-5be5-90b9-3dc36c001938">tabla 2 explica que la aparición de lesiones tardías tras la realización de una actividad deportiva intensa en el ámbito de la práctica deportiva de alto rendimiento es atribuible a diferentes factores endógenos y exógenos.

      Hasta ahora ha sido imposible determinar todos los parámetros de carga que favorecen la aparición de artrosis en cada deportista, y con ello calcular el riesgo individual que esto representa (Schmitt, 2006, 253).

      En las artrosis asociadas a la aplicación de cargas deportivas es muy importante tener en cuenta que la capacidad de carga del cartílago puede ser muy distinta entre diferentes personas (Clark et al., 2002, 53, y 2003, 553).

Factores endógenosDisposición familiar
Capacidad de carga del cartílago
Relación entre ejes
Movilidad y estabilidad articular
Capacidad de coordinación, talento
Peso corporal
Talla corporal
Sexo
Enfermedades metabólicas
Factores exógenosLesiones que han provocado inestabilidad y movilidad articular
Cargas deportivas específicas
Intensidad de la carga

      El momento de inicio de una carrera deportiva de alto rendimiento también será decisivo de cara a la aparición de una artrosis asociada a la actividad deportiva. En algunas disciplinas deportivas, como por ejemplo las denominadas de composición, tales como la gimnasia deportiva, el patinaje artístico y la gimnasia rítmica, se exigen rendimientos muy altos en edades de crecimiento. Esto significa que los posibles factores de riesgo ya existentes podrán presentarse de forma especialmente precoz y contener un alto potencial de lesiones. Ejemplo. En la región de la cadera, la aparición de una coxartrosis será más probable cuanto más marcada sea, por ejemplo, una posible displasia de cadera previa (p. ej., en forma de una cadera valga). En este caso, la congruencia de las superficies articulares con una distribución de las cargas lo más regular posible entre el acetábulo y la cabeza del fémur será decisiva. En las denominadas “variantes menos”, como por ejemplo en la ya mencionada displasia de cadera, se crean unos puntos de mayor presión que provocan una sobrecarga precoz de la articulación y, con ello, una degeneración precoz del cartílago articular (Schmitt, 2006, 249).

      Un efecto similar tendrán también las desviaciones de los ejes (p. ej., las piernas en “X” o las piernas en “O”), puesto que las mismas pueden conducirnos a las típicas sobrecargas con gonartrosis valga (artrosis de las rodillas en “X”) o gonartrosis vara (artrosis de las rodillas en “O”). Estas desviaciones de los ejes pueden ser congénitas o adquiridas por un entrenamiento deportivo específico; existen indicios que señalan que los niños que juegan al fútbol presentan más incidencia de piernas en “O” que los niños que practican otros tipos de disciplina. Debido a los numerosos cambios de dirección, a las técnicas de pase y a los lanzamientos característicos de este juego (por ejemplo, el lanzamiento interno), el niño se ve sometido a una serie de estímulos favorecedores de esta posición de las piernas que tienen un efecto negativo sobre la actividad del cartílago de crecimiento. Se han podido constatar efectos similares sobre las articulaciones de los brazos o de las muñecas en practicantes de gimnasia artística. Aquí se pudo demostrar que, debido a las cargas axiales a las que es sometido el cartílago de crecimiento en la región distal del antebrazo, la epífisis distal del radio se ve inhibida en su actividad, mientras que la epífisis distal del cúbito no es inhibida, sino que incluso puede llegar a ser estimulada, de forma que se presenta una variante de cúbito plus, que significa un aumento del riesgo de sufrir artrosis (Rettig, 2003, 37; Schmitt, 2006, 249).

      Las extremidades superiores, la columna vertebral y las extremidades inferiores no se ven afectadas en la misma medida en lo referente al desarrollo de alteraciones artrósicas. Al ser un miembro que no soporta la carga del cuerpo, una vez que la extremidad superior deja atrás la fase deportiva, la carga sobre el cartílago se ve extremadamente reducida, de forma que es muy rara la aparición de patologías de desgaste articular; solamente un 2-5% de los ex deportistas de alto rendimiento con una solicitación especial de las extremidades superiores (deportes de lucha o de fuerza, deportes con gran riesgo de caída como por ejemplo el patinaje, balonmano, el patinaje de línea o el skateboard) presentan artrosis en la región del hombro (Van Saase et al., 1989, 271).

      Una investigación realizada con 21 lanzadores de jabalina de nivel de competición mundial (Schmitt et al., 2001, 275) nos muestra la influencia que puede tener la realización de una actividad deportiva intensiva de alto rendimiento sobre las articulaciones del hombro; en dos tercios de los atletas se constataron marcados signos de desgaste articular con formación de osteófitos (excreciones óseas como por ejemplo los espolones óseos), reducción de la interlínea articular (como signo de la existencia de una degeneración articular), lesiones del rodete (lesiones del labio articular), degeneraciones y roturas tendinosas del m. supraespinoso, así como una cranealización (desplazamiento hacia arriba) de la cabeza del húmero.

      En la región de la columna vertebral, la realización de una actividad deportiva intensa y a largo plazo puede conducir a diferentes alteraciones degenerativas (degeneraciones de los discos articulares con protrusión y prolapso, ver pág. 99; sobrecarga de las pequeñas articulaciones vertebrales, etc.). En función de las diferentes disciplinas, se produce una sobrecarga crónica de diferentes segmentos de la columna vertebral; en la gimnasia se produce mayoritariamente una sobrecarga de la columna lumbar o dorsal o en la zona de transición entre ambas por hiperextensión de la columna en los ejercicios de arqueamiento o en los flic-flacs (Hellström et al., 1990, 127; Lundin et al., 2001, 103); en los futbolistas se ven especialmente afectados los segmentos L4 a S1; lo mismo ocurre en los deportistas de lanzamientos y de saltos, así como en los levantadores de pesos; en todos ellos aparecen trastornos degenerativos, especialmente en la región de la CVL (columna vertebral lumbar) (Videmann et al., 1995, 699; Schmitt et al., 2004, 2554, y 2005, 457).

      Las disciplinas expuestas a un gran riesgo de sufrir artrosis en las grandes articulaciones (especialmente en la región de la rodilla y de la cadera) de la extremidad inferior son especialmente aquellas en las que se producen una serie de secuencias de movimiento repetitivas de gran intensidad y con fuerzas de choque –se habla de las denominadas disciplinas deportivas de impacto, como por ejemplo los deportes de juego (fútbol, balonmano, rugby, fútbol americano, etc.)– en combinación con un importante riesgo de sufrir lesiones (Schmitt, 2006, 252). La influencia de las lesiones o las prelesiones sobre el desarrollo de, por ejemplo, una gonartrosis (artrosis de rodilla) fue demostrada de forma impresionante por Sutton et al. (2001, 756) y Hootman et al. (2003, 636). La aparición de coxartrosis (artrosis de cadera) y gonartrosis (artrosis de rodilla) se produce mayoritariamente en atletas que practican disciplinas de fuerza, seguidos de los atletas que practican disciplinas de juego (Kujala et al., 1994, 231, y 1995, 539).

      En las disciplinas deportivas con grandes cargas de choque y con los factores de riesgo que ello conlleva –por ejemplo, microtraumatismos de repetición, sobrepeso, disposición genética, deformación preartrósica– se debe contar con una mayor incidencia de artrosis secundaria. Como ejemplo de deformidades preartrósicas tenemos las displasias articulares (deformaciones articulares), la condronecrosis (destrucción del cartílago articular), los traumatismos, las artritis, las deformidades, las asimetrías o la deformación de los ejes.

      Observe. Del mismo modo que las deformidades preartrósicas y las deformidades postraumáticas conducen a una artrosis secundaria aunque no existan más factores de riesgo, la mera existencia de riesgos como la carga, el peso o la edad, sin la presencia de factores adicionales, y siempre que las condiciones articulares estén biológicamente intactas, no provocarán forzosamente una artrosis (Menke, 1997, 87).

      Existe una estrecha relación entre la edad y la artrosis; mientras que el 20% de las personas de menos de 50 años presentan lesiones articulares, en

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