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y trabajar todos los ámbitos es aglutinar el entrenamiento de forma que los jugadores desarrollen todos los ámbitos en su justa medida, pero dando prioridad al que en ese momento sea más importante.

      Volvemos a un ejemplo, que es la forma más clara de plasmar los conceptos. Podemos trabajar al mismo tiempo la condición física y la técnica si hacemos un ejercicio en el que los jugadores tienen que conducir, pasar o tirar de forma precisa y lo hacen a un determinado ritmo, que imponemos nosotros. Si deseamos desarrollar la resistencia, el ritmo será reducido, pero constante; si deseamos desarrollar la velocidad, el ritmo será intenso y el trabajo a intervalos (con pausas entre una y otra repetición para que los jugadores se recuperen antes de comenzar de nuevo); si deseamos desarrollar la resistencia a la velocidad, el ritmo será intenso y el descanso entre un intervalo y otro será menor que en el caso anterior, etc. Veremos mejor este tipo de trabajo en el apartado de condición física.

      No olvidemos también que si lo que queremos es entrenar la táctica también lo podemos hacer con la técnica y la condición física, dependiendo siempre del ritmo que demos al ejercicio. Si los jugadores están aprendiendo a hacer coberturas, no sólo habrá en este ejercicio un entrenamiento de este aspecto defensivo, los que hagan de atacantes tendrán que pasarse el balón o hacer uno contra uno, y en la capacidad de cada uno como entrenador quedará el que les exijamos que lo hagan bien y con el ritmo adecuado para que también les sirva como entrenamiento de aspectos ofensivos, técnicos y físicos.

      Es un aspecto importante a tener en cuenta para organizar al equipo y para alcanzar en sus componentes el sentimiento de grupo tan necesario a la hora de afrontar una o más temporadas de competición con sus respectivos entrenamientos.

      Ya en este nivel hay que dejar claro a los jugadores que en el momento en que deciden incorporarse a un grupo han de comprometerse con la tarea que han asumido hacer, lo que en la mayoría de los casos les llevará también a identificarse con él. Gracias a este factor la marcha en los entrenamientos y en la competición será ideal, pues el objetivo será común y así se ayudarán y anima-rán más unos a otros.

      El entrenador tiene mucho que decir para conseguir de los jugadores que están bajo sus órdenes una actitud positiva hacia todo lo que tenga que ver con el equipo. En su mano estará dar a conocer a los jugadores los objetivos que con ellos va a intentar alcanzar, informarles para que colaboren conscientemente en la tarea a desarrollar y sepan en todo momento lo que están haciendo, cómo lo están haciendo y para qué lo están haciendo. Sólo de esta forma se comprometerán y creerán que todo aquello que realizan en el entrenamiento lo hacen para mejorar. En esta parte es significativo el principio de la participación activa y consciente en el entrenamiento, enfocado para aumentar el grado de compromiso de los jugadores.

      Este principio es también importante porque exige de los jugadores un grado de responsabilidad de cara a la asistencia a los entrenamientos y a los partidos. Deben entender que todos son importantes para el grupo, y que cada vez que uno falta a una sesión, y no digamos a un partido, todo el grupo se verá perjudicado por ello.

      Está muy relacionado con la necesidad de planificar a largo plazo y de mantener la carga de entrenamiento en el tiempo para conseguir la adaptación, pues nos dice que el entrenamiento es un proceso que necesita continuidad para producir algún tipo de efecto positivo.

      El proceso de entrenamiento se basa en la acumulación del esfuerzo realizado una sesión tras otra, pero dentro de una determinada asiduidad. La frecuencia con la que se hagan las sesiones creará el hábito de entrenar en los jugadores en mayor o menor medida, dependiendo esto del número de sesiones realizadas por unidad de tiempo.

      Así, si un juvenil de primer año llega a nuestro equipo, en el que hacemos tres entrenamientos a la semana, habiendo realizado uno toda su vida le será difícil adaptarse al ritmo de los demás compañeros, más que por la calidad que pueda tener por la falta de hábito.

      Debemos tener presente que la continuidad en el entrenamiento contribuirá a la mejora de los jugadores en todos los ámbitos que inciden en el juego del fútbol sala y además creará en ellos el gusto por entrenar, preparándoles para cuando comiencen a realizar un entrenamiento sistemático en la categoría senior. Por esto debemos hacer entender a los jugadores que el fin del entrenamiento no es en esta edad la preparación del siguiente partido, sino su propia preparación para cuando tengan que competir de verdad, y por ello es necesario que acudan lo más asiduamente posible a cada una de las sesiones.

      Si analizamos este principio y el anterior podría parecer que se contradicen, pero en realidad no es así, más bien todo lo contrario. El principio de especificidad nos habla de que es necesario desarrollar unas determinadas características en cada deporte en concreto. Estas características serán particulares y diferenciarán a unos deportes de otros. Por tanto, para mejorar en nuestro deporte tendremos que desarrollar los aspectos del mismo que le hacen ser diferente. En fútbol sala serán la habilidad en el manejo del balón con las partes que permite el reglamento, la capacidad de colocación en un punto concreto de la cancha, en referencia a dónde se encuentren el balón y los demás jugadores, la explosividad en los movimientos, la capacidad de anticipar las acciones del juego y el grado de desarrollo de la atención selectiva, que permitirá diferenciar qué acción motriz de todas las posibles es la más apropiada en cada momento.

      Éste es un principio que cobra mayor importancia conforme el jugador está más formado y lleva practicando el mismo deporte durante más tiempo. Pero aunque estamos aún en una etapa de formación, no debemos olvidar que es la última, por lo que el grado de especificidad se elevará respecto a la etapa anterior, tratando de adaptar al jugador al deporte que ha elegido y que en adelante va a practicar.

      El problema puede surgir si buscamos conseguir resultados con el trabajo específico cuando los jugadores no están preparados para ello, porque no han completado totalmente su desarrollo corporal o mental. Entonces se pueden llegar a producir desequilibrios, por ejemplo musculares en el ámbito físico, que más adelante podrán acarrear lesiones o desajustes en el esquema motor de algún jugador por no haber llegado a desarrollarlo totalmente, como nos dicen Platonov (1988) o García Manso, Navarro y Ruiz (1996).

      Vemos pues que la especificidad del trabajo en el fútbol sala es algo que se debe intentar conseguir, pero en su justa medida. Este principio se basa en los de multilateralidad, adaptación, continuidad, progresión, adecuación y variedad y tiene mucho que ver con el grado de especialización, del capítulo 5.

      Propone que, al ser todas las personas diferentes, el entrenamiento debe adaptarse a las características de cada una en concreto. Más bien está orientado a los deportistas de alta competición, pero hemos de tenerlo presente ya en nuestra categoría.

      Es verdad que la base es la misma para todos. Todos los jugadores tienen que aprender a pasar el balón, a moverse, etc., y las reglas están hechas para todos. Pero conforme se deja un poco de lado la preparación general y la especialización empieza a aparecer, y hemos visto que en la categoría juvenil es importante ya buscarla, no todos los jugadores, aun los de parecidas características, evolucionan de la misma manera.

      La individualidad del sujeto es la que hace a cada uno decantarse por una demarcación u otra, y esta individualidad es la que hemos de tener presente ya en los entrenamientos para ir mejorando los puntos débiles de cada jugador, así como reforzando los fuertes. Con todos hemos de trabajar los aspectos generales del juego; pero para corregir los pequeños fallos de cada uno, la modificación de reglas de forma individual y nuestra labor psicoafectiva como entrenadores son las mejores armas con las que contamos para hacer que ellos mismos sean conscientes de sus propios defectos y que sean capaces de corregirlos. No olvidemos que para que pueda existir aprendizaje es imprescindible primero que haya conciencia de aquello que se hace mal; después ya vendrá la voluntad por mejorar y el trabajo para conseguirlo. Dedicaremos un capítulo más adelante a este punto para dejarlo del

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