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o mineros de Yorkshire… En el seno de su parroquia o de su empresa, todos practican el fútbol en sus horas libres del sábado por la tarde. Pero los consejos de administración de los clubes están en manos de eclesiásticos y de gentlemen que no dudan en sancionar a los jugadores cuando consideran que su vida privada es excesivamente disoluta o proclive a la subversión sindicalista. De este modo, la popularización del fútbol conlleva una enorme contradicción social: el esférico se convierte en un rasgo fundamental de la cultura de clase obrera, y al mismo tiempo su democratización es sinónimo de pacificación social y de paternalismo, corriendo el riesgo de convertirse en un «instrumento de control del mundo del trabajo por parte de la burguesía».93

      A partir de los años 1880, los periódicos locales, las grandes ediciones nacionales como The Daily Telegraph (fundado en 1855) y las primeras revistas deportivas como Bell’s Life in London (que comenzó a publicarse en 1822) empiezan a cubrir el fútbol con una minuciosidad cada vez mayor, ahora que los resultados de los campeonatos regionales y nacionales pueden transmitirse rápidamente a la redacción gracias a la creciente eficacia de los servicios telegráficos. El desarrollo de los transportes públicos urbanos como el tranvía permite a los amantes del balón abandonar sus barrios para jugar en los parques municipales y en las primeras instalaciones deportivas públicas. Por su parte, las compañías ferroviarias hacen ofertas especiales en los billetes de tren, a fin de permitir a los obreros viajar por el país para asistir a los partidos de su club favorito. Ahora, cada vez que la final de la Copa de Inglaterra se juega en Londres, miles de obreros se desplazan a la capital:

      Pase decisivo

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